LEVIATÁN, el credo ideológico del capitalismo y, la Cultura del Hombre como Lobo del Hombre

La expresión en lengua latina “homo homini lupus” significa “el hombre es un lobo para el hombre”. Corresponde a una cita del texto “Asinaria”, del escritor Plauto que vivió hacia el año 200 a.C. Sin embargo, la introdujo Thomas Hobbes quien consideraba que una de las notas características de la esencia humana es el egoísmo, por intermedio del cual el hombre mismo termina siendo su propio verdugo.

Cuando hablamos de la guerra y la paz, nos valemos de un vocabulario cuyo sesgo moral nos hace pensar tales eventos adoptando una postura de desasosiego. Sin duda cuando hablamos de guerra lo hacemos completamente convencidos que es mala. Pero este vocabulario moral en vez de facilitar una descripción de la guerra y la paz, sirven para desear la paz y pedir el fin de la guerra. De manera cuando hablamos de un conflicto bélico, expresamos mas bien lo que sentimos sobre él y no el por qué se ha presentado. Al opinar sobre la guerra contra Irak o manifestamos nuestro deseo porque exista paz entre Israel y el pueblo Palestino, no expresamos lo que realmente sucede o acontece en estos países, sino lo que esto provoca en nuestro fuero interno. Posiblemente, pensaremos en términos morales sobre la guerra y la paz, pero cómo ese lenguaje moral cobró el uso corriente con ocasión de tales eventos, diremos, que evaluaremos este problema utilizado por el derecho internacional. Recordemos la Carta de las Naciones Unidas y hasta a la propia ONU, preguntándonos que hacen para lograr la paz en las naciones en guerra, ya que son instituciones internacionales que tienen un arraigado discurso moral que ya Inmanuel Kant se encargó como todo futurista de dilucidar-anticipar.

Cuando pensamos en la guerra y la paz, normalmente los intelectuales tratan antes de explicar estos eventos, justificarlos o rechazarlos, induciéndolos a tomar una posición, si debe o no debe suceder y, casi nunca nos dedicamos a entender lo que ocurre y, el por qué ocurre, llevándonos a suponer valores donde se adopta la posición moral casi siempre de denuncia o critica por la falta de la tan ansiada paz.

Razonar en torno a la guerra, plantearse la interrogante sobre los argumentos que habitualmente utilizamos para involucrarnos en esa reflexión, sobre lo que trató de plantear Thomas Hobbes en su libro Leviatán.

El Hombre como Lobo del Hombre:

La distribución de la riqueza del mundo actual parece dar la razón a esta idea, por lo que el hombre puede ser un Lobo o un Dios, dependiendo de lo que haga él mismo con su propia vida. No tenemos un destino predeterminado como seres humanos, pienso que nuestro destino se encuentra en nuestras propias manos. Lo que seamos en la vida dependerá enteramente de lo que hagamos día a día con ella.

El supuesto del que Hobbes parte para suponer que el Hombre es el Lobo del Hombre; es que el hombre está en una constante competencia con los demás hombres, lo que conduce a la aparición “del fascismo la irracionalidad la envidia el odio y finalmente a la guerra" Esto es supuestamente una característica innata en el hombre y es el argumento principal que utiliza para justificar la creación de un Estado autoritario.

Es interesante anotar que Hobbes, inmediatamente después de hacer esta afirmación determinista sobre la naturaleza humana, señala que los animales en cambio "no saben distinguir entre el bien público y el bien privado" y, por lo tanto, no se dan cuenta que cuando persiguen su bienestar individual, están a su vez procurando el bienestar común.

Esta afirmación nos llevaría a deducir que los hombres que "no distinguen" entre su bienestar particular y el bienestar público, se asemejarían a los animales, lo cual se basa en la justificación bíblica; de que es a partir de ingerir el fruto del conocimiento cuando el hombre empieza a distinguir el bien del mal y, que además, tiende a elegir el mal, es decir, el bien individual sin importarle en absoluto el bien de los demás.

La filosofía política y la teoría social de Hobbes, representan una evidente reacción contra las ideas descentralizadoras y la libertad ideológica y de conciencia que proponía la Reforma, en la que él avistaba el peligro de conducir inevitablemente a la anarquía, el caos, de tal forma que para él fue necesario justificar y fundamentar la necesidad del absolutismo como política ideal con la que soslayar dichos "males". Es inevitable instaurar una autoridad absoluta cuya ley sea la jerarquía máxima y tenga que ser obedecida por todos sin excepción.

El Estado es un "artificio" que surge para remediar un hipotético estado de naturaleza en el que los hombres, guiados por el instinto de supervivencia, el egoísmo y por la ley del más fuerte, se hallarían inmersos en una guerra de todos contra todos, que haría imposible el establecimiento de sociedades organizadas en las que reinara la paz y la armonía. Sin un Estado o autoridad fuerte sobrevendría el caos y la destrucción, convirtiéndose el hombre en un lobo para los otros hombres, según la célebre frase de Hobbes: "homo hominis, lupus".

La propia naturaleza nos otorga una razón que nos provee de ciertas "leyes naturales", que son como "dictados de la recta razón sobre cosas que tienen que ser hechas o evitadas para preservar nuestra vida y la de otros miembros, en el mismo estado que gozamos". Por ello, el hombre encuentra dentro de sí la necesidad de establecer unas leyes que le permitan vivir en paz y en orden; necesidad que se realiza mediante un pacto o contrato social mediante el cual, los poderes individuales se transfieren a "un solo hombre" o a "una asamblea de hombres": el Estado o Leviatán que, como el monstruo bíblico, se convierte en el soberano absoluto y cuyo poder aúna todos los poderes individuales.

El Estado se presenta así como algo artificial, opuesto a la naturaleza humana, pero susceptible de garantizar la supervivencia de todos a costa de la pérdida de su autonomía y libertad. Aunque Hobbes estuvo a favor de la libertad religiosa e ideológica y favoreció el proceso de secularización (proceso que experimentan las sociedades a partir del momento en que la religión y sus instituciones pierden influencia sobre ellas) de Europa, defendió el poder absoluto devorador del Estado, a cuyos intereses tenía que subordinarse la minoría. Hobbes representa el orden propio del conservadurismo, en el cual, el todo social armonioso ha de estar por encima y subordinar cualquier acción y apetencia individual.

Este ilustre pensador ingles defendió como forma óptima de gobierno la monarquía, desaconsejando cualquier reparto entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

La preocupación natural por el ego, en el caso de un desarrollo más o menos libre de la razón, se traduce pues en el desarrollo de un sentimiento de afecto, como primeras experiencias emocionales, lo cual es todo lo contrario a un sentido de competencia con los demás, o a un supuesto deseo innato de ejercer poder sobre los demás para oprimirlos o hacerles algún tipo de daño, es decir, que refutaría la tesis de que el hombre sea el lobo del hombre.

Ahora bien, en las sociedades como la contemporánea se pretende reducir al hombre a tener que competir por conseguir la gracia y el reconocimiento de los grupos de poder, a través del malbarateo de su fuerza de trabajo o de relaciones de tipo servil, pues son estos grupos de poder los que poseen directa o indirectamente los medios de producción, de los que él y sus seres queridos dependen para poder sobrevivir económicamente.

En esas sociedades, el hombre es inducido por parte del sistema a ser el lobo de los demás hombres. Esta histeria competitiva que permite que los sistemas irracionales de explotación de hombres por otros hombres puedan subsistir, no es natural al ser humano, como tampoco lo es el afán de acumulación de objetos, es decir, el deseo de acumular propiedad privada.

Ambos son taras que el sistema se encarga de inculcarle desde temprana edad a sus niños, pues son el móvil principal que mantiene vivo este sistema aberrante. Siendo que hace ya varios milenios que vivimos en sistemas de explotación de hombres por otros hombres, queremos, como decía Kant, no pensar por nuestra cuenta sino asumir simplemente que se trata de un defecto natural del hombre, cuando nuestra experiencia cotidiana personal nos muestra a diario que en nuestras relaciones más cercanas, lo que suele dar son relaciones de afecto. Y como explicamos estas relaciones de afecto? No son una suerte de bondad celestial que se nos inyecta por alguna suerte de iluminación divina, sino que, surgen de la relación natural del hombre con el hombre en cuanto este siente la necesidad de encontrar un espacio de interrelación y aceptación relativamente incondicional, en el que pueda desarrollar su razón y ser aceptado aún si comete atropellos contra lo racional o convencional.

Por otra parte, el sistema, al reducir al hombre a un elemento despiadado que lucha compitiendo con otros para subsistir, hace que en gran parte de los casos las personas se alienen ideológicamente, a tal punto que permea de este sentido alienante al plano de sus relaciones afectivas.

La alienación, por su carácter normalmente inconsciente hace que la gente absolutamente crea, que él es quien concibe su manera de pensar, sus acciones, que lo que se le presenta es lo que “Es,” - la realidad, espacio-temporal objetiva verdadera como realidad actual --lo que se nos aparece como fenómeno en sí,-- sencillamente porque debe ser así, siendo absurdo que justifiquemos las injusticias con seméjate máxima.

Entonces, resulta que si terminamos creyendo que porque en nuestro estado de inercia e impotencia contra el sistema opresor proyectamos a nuestras relaciones afectivas la histeria competitiva a la que se nos ha sometido, entonces las relaciones afectivas también son de carácter competitivo. Y es que en este proceso de enajenación destruimos el carácter originario de dichas relaciones afectivas convirtiéndolas efectivamente en relaciones enfermizas que no son ya ni auténticamente afectivas, ni auténticamente competitivas. Son estados de disociación personal.

Esto es gravísimo porque, siendo que nuestra razón se despliega dentro de los marcos de relaciones afectuosas, significa que al deformar relaciones afectivas en relaciones de una competencia racionalmente injustificada, lo que termina sucediendo es que tampoco la razón encuentra el espacio que necesita para desplegarse, y el hombre termina encerrado en un círculo vicioso de limitaciones racionales.

Resumiendo; por naturaleza, el hombre no puede ser el lobo del hombre, pero si no se libera de su opresión seguirá sometido a la irracionalidad, y buscando su tan ansiada paz continuará en guerra y esto lo induce actuar así convirtiéndolo en el lobo del hombre.

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Arteawao2003@yahoo.es


BIBLIOGRAFÍA


HOBBES, Thomas, Leviatán, Alianza Editorial, S.A., Madrid 1989,


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