Para protegerse del enemigo –o engañarlo- también se emplean emblemas, símbolos o banderas. Lo acaba de hacer el ejército colombiano con los distintivos de la Cruz Roja Internacional y del canal de noticias Telesur, un doble crimen reconocido con cinismo, en Washington, por el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.
En el caso de la Cruz Roja, el inefable funcionario trató de enmendar la plana al señalar a un soldado de haberse asustado y colocarse, por miedo ante la guerrilla, los petos de la Cruz Rojas. En cuanto a la usurpación de los símbolos de Telesur y de haberse hecho pasar por periodistas quienes lo portaron, el ministro Santos, con el despreció del guapo y apoyado (por Estados Unidos, nada menos, a través del Plan Colombia) se ha limitado a reconocer que sí lo emplearon, ¿y?
La Convención de Ginebra tipifica este delito, cuando la Cruz Rojas es el blanco del mismo, de crimen de guerra. Bastante se ha escrito y hablado sobre la materia y así será hasta que se olvide. Sobre el uso de los emblemas de Telesur, poco se ha dicho y poco se dirá, de acuerdo con la cartelización mundial de la información.
La derecha colombiana deja indefensos y expuestos a los periodistas del canal de noticias en un escenario bélico como el que vive Colombia. Recibirá críticas de aquí y de allá, pero el objetivo de convertir a Telesur en un blanco de la guerra, lo ha logrado. La guerrilla se cuidará de cualquier trampa o traición con la prensa como sebo. Los paramilitares y narcotraficantes tendrán una perfecta “excusa” para disparar a los reporteros del canal aludido. Así funciona el Plan Colombia impuesto por el Pentágono en la patria del Gabo.
Si el uso del emblema de la Cruz Roja es un crimen de guerra, el de los distintivos de un canal de noticias, además de crimen, es una perversión de Estado. Una forma misérrima de sacar del aire a un medio de comunicación y a sus periodistas.
La farándula internacional que cree “cantar a la paz” se hará la imbécil, lo que no le costará demasiado. Las instancias que viven denunciando la violación de la libertad de expresión en Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Venezuela, mirarán hacia otro lado. El brutal atentado de un Estado contra el libre ejercicio del periodismo, como el que acaba de cometer el gobierno de Colombia contra Telesur, recibirá la bendición de los bendecidores de Roma y del Nuevo Mundo, como nos llaman.
El Plan Colombia, como su matriz, el Plan Patriota de Estados Unidos, entra en una fase de la guerra en la que se arroga toda la impunidad nacional o supranacional. Bombardea a otros países y hace alarde ello. Utiliza los emblemas de canales periodísticos y lo reconoce con cinismo y desprecio por el derecho internacional. No cree en la soberanía de los vecinos. En el plano comunicacional, la mentira es su divisa.
Este plan Colombia, ejecutado al margen del derecho y de toda ética, puede ser puntualmente eficaz pero, a largo plazo, resulta insostenible. Ninguna democracia auténtica se edifica sobre bases y columnas de crímenes y otros delitos. Pero, ¿quién ha dicho que el Plan Colombia busca construir una democracia? Esta es la otra. De todas maneras, por ahora en América, Telesur marca el norte de un nuevo periodismo.
earlejh@hotmail.com