El plan de guerra colombiano:"Espada de honor"

 

Freddy Yépez

 Cada día que pasa la guerra requiere de nuevos inventos para menos errar. Eso tiene validez para todos los bandos en conflicto armado. El error de un bando es victoria para el otro que lo combate. La guerra es continuación de la política por el medio de la violencia. Todo combate, sea victorioso o no, necesita del análisis crítico posterior como antes de producirse requiere de un plan que tenga estudiado todas las alternativas de triunfo posibles. Ningún bando en guerra perdura sin los planes de emergencia, que son esos que indican salidas (lo más seguras y rápidas posibles) a la hora de condiciones extremadamente adversas en que se le hace, casi imposible, obtener una victoria en un combate. La propaganda mediática, fundamentada en el azar o en la mentira, puede dar resultado triunfalista en lo inmediato pero a la larga crea ficción que conduce, de manera inevitable, a la derrota de quienes vivan ese derroche de optimismo casi irracional. La guerra necesita tanto de las leyes de la dialéctica como el guerrillero del conocimiento del terreno y de la sorpresa. 

Un Ministro de Defensa sin conocimiento del arte militar, y eso es la guerra, suele dar opiniones o llegar a conclusiones desprovistas de objetividad. Toda guerra que se fundamente, para el triunfo de su estrategia, en las maniobras termina su Estado Mayor envuelto en un remolino sin saber nadar en contra de la corriente. No neguemos la capacidad política del Ministro de Defensa de Colombia (Juan Carlos Pinzón) pero, en relación con el arte militar, da pruebas de nunca haber disparado ni siquiera una metra con una china. Los pájaros han debido saber agradecérselo. El mediatismo del cual hace uso frecuente para engañar al pueblo colombiano, sobre hechos y personajes de la guerra, concluye en autoengaño para tratar de dormir en paz con su inconsciencia luego de buscar cumplir a conciencia con su comandante en jefe, el Presidente Juan Manuel Santos.

 Sin duda, a las FARC le produjeron un golpe militar que tiene que haber dolido más allá de las fronteras del corazón y del alma de la insurgencia colombiana, en general, y de las propias FARC, en lo particular. Lo que es más: dolió en el corazón y el alma de los millones de millones de personas que en el mundo anhelan la redención social de todos los explotados y oprimidos por el capitalismo salvaje. Y a quien no le duela, jamás entenderá las bondades del socialismo o del comunismo, por lo cual luchan y mueren los guerrilleros en Colombia. La muerte de más de treinta guerrilleros en una misma región y en el mismo día no es cualquier cosa, eso no se produce en la cotidianidad de la guerra en Colombia. Sucedió en Arauca, un departamento donde hay más militares que civiles y donde más se invierte en la guerra que en obras sociales para la paz. El azar, en la guerra, termina siendo costoso para el bando que no lo medite y lo tome en consideración. El azar llevó al genio de Napoleón a presentar una batalla (Waterloo) dándole la espalda a la objetividad del terreno y de las nuevas circunstancias concretas creadas por la lluvia. No es lo mismo correr un caballo en seco que en fango. Eso requiere de tácticas diferentes y no de la misma para las dos circunstancias. Por eso Napoleón, según Víctor Hugo, perdió los estribos y con éstos, la batalla y, desde allí, se le escapó de sus manos toda probabilidad de ganar la guerra.

 No es cierto, como dijo el Ministro de Defensa de Colombia, que el elevado grupo de camaradas y guerrilleros de las FARC muertos en Arauca fue el producto de una correcta aplicación del “Plan de guerra <Espada de honor>”. Demasiada punta le sacan al lápiz para describir sus mentiras. Tal vez, las FARC me reprochen meter la cuchara en sancocho donde no me invitaron. Aceptaría con conciencia si eso fuese así. Sin embargo, creo que el ejército y la policía colombianos tuvieron de su lado el azar no tomado en consideración por la guerrilla. No es cierto, tampoco que la “…operación que llevaba dos meses de planeación…” se llegó a concretar con la muerte de más de treinta camaradas insurgentes en el Arauca. Fue, a mi juicio aunque otros digan no sea cierto, el azar más que la planeación quien les permitió obtener el resultado ya conocido. Ningún ejército que se considere imbatible y todopoderoso ofrece recompensas económicas para que le digan el paradero sus enemigos. ¿Acaso no les basta con la súper inteligencia y súper contrainteligencia (y, además, con los centenares de infiltrados que dicen tener a su favor) para descubrirlos o dar con sus paraderos?

 Sin duda, las largas caminatas producen cansancio y un casi indescriptible deseo por dormir para la recuperación de fuerzas, fundamentalmente, físicas. Más de treinta camaradas mandos, bajo la orden del comandante de más alto rango del grupo, decidieron colgar sus hamacas bajo la protección de los dioses más pequeños y vulnerables de la selva, esos que conforman lo que se conoce como rastrojo. Los dioses altos estaban cerca y son esos que forman un bosque elevado y tupido. Al cortar madera quien esté cerca escucha el sonido o el eco de esos machetazos que le quitan la vida a los árboles. El enemigo escuchó y envió una comisión a investigar y, precisamente, comprobaron la estadía de los camaradas guindados –como se dice en argot popular- en sus hamacas en un espacio acto para precisión de arrase o destrucción por efecto de estallidos de bombas. La información llegó al ejército y sus mandos ordenaron que inmediatamente volaran aviones y descargaran sus bombas en el sitio del cual ya tenían las coordenadas.

 Parecían los guerrilleros que venían de un exitoso combate mediante una emboscada y requerían y merecían un descanso. La sorpresa fue grande para los camaradas que inmediatamente trataron de salir con vida del rastrojo. Bajo el fuego concentrado de bombas es casi imposible salir de manera estrictamente ordenada. Cada guerrillero busca el lado o punto más seguro para abandonar ese infierno esperanzado en que, por lo menos, la mayoría de sus camaradas haga lo mismo. Ya el ejército tenía rodeada la zona con soldados listos para disparar seguros en la humanidad de los guerrilleros que fueran capaces de burlar el cerco. Parece que en el bombardeo los muertos no pasaron de diez. La experiencia de los insurgentes hizo que rápidamente abandonaran el lugar pero esperados a boca de cañón y capturados vivos fueron rematados por los soldados. No había que dejar muchos con vida. Sin embargo, pocos guerrilleros tuvieron la “suerte” de que no los remataran. Había que dejar pocos vivos y, fundamentalmente, heridos para que los hacedores de guerra pudieran especular sobre el “humanismo” del ejército. Entre los heridos y luego trasladado con fuerte custodia militar a Bogotá, estaba el comandante Misael.

 En el acto el Presidente Santos, por su twitter@JuanManSantos (léase bien: Man) dirigió las siguientes palabras a sus soldados: Gran golpe a las Farc en Arauca donde nos mataron nuestros soldados. Van 24 muertos y 10 capturados. Felicitaciones a nuestras fuerzas”. Luego, su alegría sería mayor al saber que fueron un poco más de treinta los camaradas guerrilleros muertos, de los cuales la mayoría lo fue por ajusticiamiento. Bueno, así actúa y describe la guerra quien nada quiere hacer para buscarle una solución política concertada al conflicto político armado en un país donde la guerra y el narcotráfico se han convertido en dos importantísimos negocios de la economía de mercado. .

La muerte huele a rastrojo cuando no tomar en cuenta el azar hace olvidar que los dioses más altos de la selva protegen mucho más la vida de los guerrilleros que los dioses más pequeños. Escuchar un ruido a tiempo es ganar parte del combate. Estudiar las posibilidades, a favor y en contra, de los azares es tener casi el triunfo asegurado antes del combate. ¡Honor a los camaradas caídos!



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Freddy Yépez


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