El atajaperros sucedido durante el tradicional encendido de las luces que se realiza anualmente en la avenida Bella Vista de Maracaibo llevó al día siguiente a un enrratonado gobernador a decir en rueda de prensa que "…en ningún momento le he tocado las nalgas al cantante del grupo gaitero; ese es un montaje de Mario Silva mandado por Chávez…" y agregó que “yo te lo juro que yo no fui”.
Sin embargo, el bochorno corría raudo por el ciberespacio y ya el bojote etílico se le había visto. Pablo Pea se convertía por obra y gracia del viejo Thomas Parr, en el temerario vengador de todos los borrachos del mundo. ¡Ese sí es un Presidente! gritó “Garganta e´Lata” Martínez, un asiduo de los botiquines de la calle Apure en Barinas. Así hay que entromparle a la gente, prosiguió el beodo, que no quiere escuchar ni un vallenato llorón y se andan con las mariconadas de las tradiciones.
Poco a poco en el Bar Limoncito fueron agolpándose ante el televisor los borrachines que, arrobados por la rudeza del precandidato majunche, gritaban hasta el delirio. ¡Déle puño Pablito!, decía uno; “agárrele ese jopo”, gritaba el otro; “así, así, así es que se gobierna…¡como Juan Charrasqueao!, casi gritaban a coro. El movimiento insurgente, lamentablemente, fue abortado por el malhumorado dueño de la cantina que cerró el tugurio no sin antes despachar “unas latas pal´ estribo” o “una botella de Ventarrón para cerrar la farra”.
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¿Se imagina UD a este tipejo de Presidente? Arrogante, bruto, pendenciero, borracho y de poca virilidad. Sin embargo esta conducta no es inesperada: Pablo Pea como animal político (o político animal) constituye la fase superior de una clase política envilecida, que vestida de Armani oculta la cabilla tradicional de los adecos en su faltriquera. Recordemos que PP es hijo dilecto del filósofo Manuel Rosales, el mismo que “iba a trabajar las 24 horas del día y de la noche”; quien nos explica que “una isla es una porción de tierra rodeada de agua por todas partes” mientras nos aconsejaba “no pedir peras al horno” y otorgaba como principalísima promesa electoral el “rescatar los domingos para que el venezolano juegue sus carreras de caballos”. ¡Qué horror!
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