La nueva candidatura de Capriles, supone uno, pensando con muy buena fe, resultó de lo contingente de la situación derivada de la ausencia absoluta del presidente constitucional. Planteado el asunto de esa manera, había que salir ya, sin enredos ni distracciones, con un candidato y, Capriles, ya lo fue de la oposición, apenas para las elecciones del 7-0.
Es decir, de nuevo la agenda la puso Chávez y a la oposición a bailar el son que quiso. Por eso también, uno se reíe, como el pueblo, cuando el candidato opositor nos pide que olvidemos a Chávez. ¡Vaya mayor contrasentido!
Pero al lado de ello, la parte, que por decir algo convencional, podríamos calificar de positiva, corre paralela otra historia. El candidato opositor perdió de manera casi humillante. Si no es exagerado decir eso, sabiendo que fue aventajado por Hugo Chávez, por más del 12 por ciento de los votos. Pero también que, pocos días antes se produjese la muerte de éste, los integrantes de la MUD, intentando adelantarse a los acontecimientos, no pudieron ponerse de acuerdo sobre un candidato único y ni siquiera acerca de la forma de escogerlo. Es decir, cuando el entonces Vicepresidente Maduro anunció la muerte del presidente en ejercicio, en la oposición no había unidad, digamos simplemente para no pecar de exceso, de criterio sobre asunto tan importante.
De manera que Capriles, resulta un candidato obligado por los hechos que se adelantaron a los planes y ¡hay qué ver cuánto pesa uno obligado! Imponerle un candidato a alguien, sin que se produzca la discusión que las partes ansiaban y esperaban, es como ponerle a aquél, plomo en el ala. ¿Cómo concebir que la gente de AD, Un Nuevo Tiempo, Copei, por sólo nombrar esos, dentro de una larga lista, puedan digerir que de repente se vean obligados a votar por un candidata que no les place?
“No hay nada más pesado que un matrimonio obligado”, se dice en lenguaje coloquial.
Me adelanto cuando afirmo que, ese no es el caso de Maduro. Chávez fue y sigue siendo el gran líder y cualquier escuálido tiene la libertad de llamarle, si eso le satisface, el “gran elector”, en lo que ese mismo personaje llamaría “el oficialismo”. Fue ese influyente hombre, quien antes de morir, pidió a sus seguidores votasen por Maduro. Es decir, dejó a los suyos, quienes le adoran y dispuestos han estado a acompañarle y ahora a complacerle con más firmeza por el impacto de los acontecimientos, la “herencia” de esa candidatura. Por supuesto sin hablar, porque ya lo hemos hecho en demasía, de la solidaridad derivada de la gestión del gobierno, la hecha y por hacer, el programa y estrategia revolucionaria chavista. En pocas horas el chavismo decidió la presentación de su candidatura y pudo hacerlo con una manifestación gigantesca en prueba de su potencialidad.
Es sintomático que los opositores, con la misma velocidad que se “pusieron de acuerdo” alrededor de Capriles, como aquel chiste gomecista de “General le mando los voluntarios pero me devuelve las cabuyas”, también lo hicieron en lo que respecta a la tarjeta única. Aspiración esta que no pudieron alcanzar antes, pese al abundante tiempo que dedicaron a discutirla.
Hay varias maneras de interpretar ese gesto de la tarjeta única. La derecha, para su satisfacción, lo leerá como una manifestación de unidad; esa unidad de la cual hablan mientras se comportan como una junta de gatos en un saco. Una unidad, por la cual “su candidato”, aparece sólo y hasta sólo su jefe de campaña. Mientras importantes personajes opositores han repudiado el discurso agresivo, irrespetuoso e irreverente de Capriles contra la familia Chávez, a la cual acusó de participar en un aquelarre o contubernio por demás asqueroso. Aparte que el candidato presentó su candidatura de manera clandestina, por intermedio de un tercero, alegando una necedad propia de las suyas, que es también una irreverencia e irrespeto, como que “estaba de luto”.
De manera, que la tarjeta única, podría producir el efecto contrario al que Capriles aspira. Ningún grupo o partido allí se medirá, solo el candidato y sus más cercanos partidarios. Esa alternativa, ofrece fácilmente, como en “bandeja de plata”, a quienes en la oposición no quieren a Capriles y además, le saben perdedor, abstenerse de votar por él y no dejar constancia de su proceder. Tampoco, nadie sabrá cuánto aportó o dejó de aportar cada partido o grupo político.
Solamente se puede garantizar que con Capriles andan, la gente de PJ, Leopoldo López, comandante de la fracción de guerra declarada, guarimbas y el escudero, “novato y si se quiere nonato, jefe de campaña”, Henry Falcón, quien al fin y al cabo no es más que un advenedizo.
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