El secreto de los atributos oculares de HCR, el ungido del Imperio

Comienzo con una anécdota que por tan alejada de la historia parece increíble, pero doy fe. Por allá, en 1963, en plena campaña presidencial, quizá en septiembre, pues estábamos aún de vacaciones, al candidato Arturo Uslar se le ocurrió pasar por Zea para visitar la casa y saludar los familiares de Alberto Adriani. Su intención era sentimental y quizá también lograr una noticia de carácter en la prensa nacional; pero, al ver reunidos suficiente número de curiosos, decidió “dirigirnos unas palabras”, y comenzó. Estando en esas sale de detrás del grupo una voz que, en tono de acicalante rogativa, interrumpió la alocución expresando con mucha claridad: “Doctor Uslar, préstame tus ojitos para jugar metras”. No tengo que contarles que el mitin se terminó y Uslar y su comitiva se alejaron con prontitud. Nosotros, a celebrar la gracia y a brindar al atrevido, discutiendo cómo enfrentar los reclamos airados a la vuelta del único uslarista de la partida, quien se había marchado con la comitiva de su candidato. (Alguna vez aprovecharé a HCR para contarles otra, en las mismas elecciones, con Germán Borregales como protagonista)

¡Nunca le pediría los ojos a Capriles para hacer lo que mi amigo solicitó a Uslar, pero no dejo de sospechar que sus atributos oculares tienen un “secreto”, una capacidad asombrosa de encantar escuálidos. Y mi sospecha la asiento en la influencia ejercida sobre los mismos que sufrieron el más grave y prolongado síndrome de estrés traumático post electoral, que, pese a la pésima experiencia, ya están adoptando los mismos síntomas que los llevó a padecer esa enfermedad del siglo.

No se percatan de que en ese tipo de enfermedad las recaídas pueden ser fatales y pueden llevarlos definitivamente al reino de la irrealidad, y no a la virtual, infierno donde ya están, sino a la alucinación paranoica desatada. Siguen por TV en tiempo real la correría de Henrique, quedando como petrificados frente al televisor que la trasmite; un brillo extraño brota de sus ojos y de su boca brotan balbuceos como “ahora sí”, “échele Capriles, que Maduro no es Chávez”, “a comer maduro frito, Capriles”, “no hay mal que dure cien años…”, “prepárense chavurros, que lo mínimo va a ser purga” y otras muchas, no aptas para menores ni adolescentes.

Así andan dueño y empleados de una bodega que visito, donde no sé como los carniceros siguen con sus dedos completos, pues con un ojo supervisan el uso de sus filosos cuchillos y con el otro adoran a Capriles. Los clientes de todos los sitios de reunión con dueños escuálidos, casi todos, hasta los más insospechados, donde observamos grupos de estatuas vivientes en el mismo trance de hipnótico. Viandantes de calles que se inmovilizan frente a televisores de tiendas que trasmiten al hipnotista de escuálidos. Una vez ahítos de seducción, continúan sus actividades con una sonrisa irreal, manoteando, susurrando, como robots, como zombis. A rato de desaparecer Capriles de su vista, vuelven a su normalidad, pero absolutamente convencidos de que su candidato va a ganar y que sus frustraciones tendrán escape definitivo. Este convencimiento, a pesar de las encuestas, a pesar de la realidad de la campaña, a pesar de la manifiesta desventaja intelectual y política de su candidato, a la experiencia cercana vivida en su propia humanidad, a las advertencias de los amigos, a pesar de todo. ¡Están hipnotizados! Vuelven a ser candidatos seguros al síndrome, a recaer, con los peligros para la salud que esto encierra.

¿Quién detiene esa calamidad perturbadora? Por las consecuencias que traerá tendría que ser atribución del MPP para la Salud, como en varios países del mundo donde el ministerio encargado de la salud, y no el de medios, prohíbe cualquier noticia que tenga que ver con el suicidio. La tarde del martes 9 de octubre conversé con un médico que me trata, con una especialidad muy alejada de la psiquiatría, quien me contó que ya había internado a seis pacientes, una de las cuales mostraba pérdida del habla. ¿Cuántos pasaron por esta experiencia en Mérida? ¿Cuántos no acudieron a ayuda profesional y arrastraron sus síntomas durante días y días? Nunca se supo, pero el costo social de una recaída a cinco meses y poco de haber pasado el síndrome, puede ser grave, y como es imposible obligar a Capriles a hacer la campaña con los ojos vendados, que gríngolas tiene desde su juventud, ¡pobres opositores! Los compadezco. (190313/23:25)

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Fermín E. Osorio C.

Historifabulador socialista y antiimperialista.

 osorioc@gmail.com      @FrontinOso

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