No salgo de mi asombro. El "cara e' tablismo" del eterno candidato sencillamente no tiene nombre, ahora es el "jefe de campaña" para las elecciones municipales por parte de la oposición. Tratemos de comprender este asunto.
Las próximas elecciones municipales para la oposición tienen ciertos antecedentes, dignos de mencionar:
1. Fue el 12 de febrero del 2012 cuando se efectuaron las únicas primarias que ha hecho el sector opositor en pleno para la selección de sus candidatos a alcaldes, gobernadores y el candidato a presidente. En este sentido, los resultados hablan por sí solos, un año y medio después han perdido las presidenciales dos veces en menos de 6 meses con el mismo candidato, un caso inaudito en el mundo; y por otro lado pierden 20 de las 23 gobernaciones, lo que indica claramente que la selección de los candidatos efectuados en las primarias son a todas luces, selecciones perdedoras, que muy difícilmente vayan a ser diferentes en el próximo proceso.
2. Un año y medio después, sectores de la oposición demandan nuevas elecciones primarias para la selección de los candidatos a alcaldes, ya que la percepción de derrota que signa las primarias precedentes, más las pugnas y divisiones internas no soportan un nuevo fracaso electoral.
3. Pero lo más sorprendente es que aún a esta fecha, el candidato eterno y perdedor doble de las presidenciales no ha reconocido los resultados del 14 de abril, ha convocado a protestas contra el poder electoral que generaron muertos y heridos que aún están esperando por justicia, y "con todo y eso", exige ser el jefe de campaña electoral a nivel nacional de las municipales y la MUD lo complace.
La desfachatez de tan "refinado" personaje de la desvergüenza, y la fatídica dirección de la oposición venezolana, en definitiva, es la mejor ventaja que tiene el proceso revolucionario en este momento. Capriles, en su afán por "no lavar ni prestar la batea", no termina de ser Gobernador, no deja de ser candidato presidencial y ahora es jefe de una campaña electoral de unas elecciones organizadas por un ente que él desconoce en el marco del desarrollo de un gobierno que dice que es ilegítimo, pero no logra comprobar por qué.
Capriles en su laberinto, termina siendo la máxima expresión de la miseria política derechista, ambiciosa y egoísta, que condena a la oposición a un posible nuevo fracaso, aún a pesar de la crisis interna que también vive el proceso revolucionario, pero aún incomparable en su magnitud con la que vive permanentemente la oposición.