Letra desatada

Lucha de clases en Venezuela

Escuálidos y fascistas. Lo primero es el adjetivo calificativo que se autoendilgó la oposición cuando Chávez describió una manifestación, por allá a inicios del siglo XXI. Sacaron franelas y escribieron en carteles y pancartas: ¿soy escuálido y qué? Chávez les siguió el jueguito y de ser “gente de derechas” como dicen en el Sur, pasaron a ser escuálidos. Fue un error. Desde el primer momento debimos decir que quienes se oponen a Chávez son gente de derechas (AD, Copei, UNT, VP ,Primero Justicia, Bandera Roja… y los ex izquierdistas que dicen ser de izquierda pero que apoyan a los líderes de los partidos de derecha, la gran charada).

Ambos conceptos, derecha y fascismo, irritan mucho a cierto sector opositor, esos que ocultan su corazón derechista por vergüenza. Son tan contradictorios que se molestan porque la OEA ya no sigue las órdenes de Washington. Otros, como Henry Ramos Allup, nunca han fingido demencia, y se sabe de “derechas”. Unas, como María Machado, defienden y pregonan sus “ideales”: capitalismo popular de la gente “decente y pensante” de nuestro país. Los más, que a la vez son menos, son neofacistas y detestan al chavismo, al pueblo llano.

Esta nueva etapa de la guerra no convencional lleva cerca de dos meses. Violencia con recursos económicos. Violencia que cuenta con la complicidad de alcaldes de derecha, vecinos de derecha y estudiantes de derecha. ¡Gente de derechas! ¡Asúmanse! Pero que además ha sido permeada por mercenarios. Es una “revuelta de ricos”, al decir de un periodista británico. Es una lucha de clases, al decir de la realidad que vivimos a diario.

Los últimos días, al verse disminuidos, han realizado acciones desesperadas para hacerse notar. A las lamentables muertes de seres humanos se han sumado con fuerza las prácticas fascistas. Estigmatizan a los comunistas, a los rojos. A los chavistas. Cuelgan muñecos ahorcados con vestidos rojos y cruces blancas o negras en avenidas. Cada día es más evidente la presencia del paramilitarismo y los mercenarios en los pocos “focos” que quedan encendidos. La guerra psicológica y la propaganda de guerra hacen su trabajo. Atrás quedaron las razones de las protestas. Es una guerra contra el Gobierno “castrocomunista” de Maduro, financiada por los gringos, cuyo fin es el asalto al poder. El coco del comunismo vuelve a dispararles los miedos a las doñitas de los “estes” de Barquisimeto, Valencia y de la capital apoyados por alcaldes o gobernadores opositores. Siguen siendo menos pero aún creen que son mayoría.

Es una guerra prolongada, pero no es popular ni es civil. Cuando una esquirla de una bomba, de esas que anuncian los mercenarios por “Zello”, despeine a las doñitas o dé cuenta de sus hijos, de sus nietos, dejarán de llevarles comida y café y de jugar a la guerra. En sus conciencias rubias podridas de egoísmo y racismo tal vez aún haya espacio para la cordura. Ojalá. Sigamos.




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Mercedes Chacín


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