Quieren ver crucificado al pueblo

Hay que ayudar al pueblo a distinguir
entre cruz y cruz,
entre cruz bendita y cruz maldita…
Pedro Casaldáliga

La burguesía recalcitrante nacional e internacional quiere ver al pueblo venezolano crucificado. No por casualidad el alto clero habló palmariamente en estos días de semana santa; dijo que la amnistía es necesaria para alcanzar la paz, lo que pasaría por la condicionante de resolverles la situación a muchos presos políticos. De verdad, verdad, si en algún lugar del mundo no caben los reformismos, ese lugar es la República Bolivariana de Venezuela. La amnistía sería un tipo de reformismo fatal para nuestro pueblo. El reformismo niega la lucha de clases y prescinde de la revolución socialista, como lo afirmara Eduardo Gallegos Mancera.

Solicitarles a los cristianos que son la mayoría de los venezolanos y venezolanas que pierdan la memoria sería pedirles que pierdan su identidad. La Biblia toda no es más que una evocación viva, recogida, escrita sobre las maravillas del Dios Todopoderoso. El pueblo cristiano tiene memoria tanto del cautiverio como de la liberación. La amnistía es un desafío muy serio para el gobierno, para nosotros, ¡tanto!, que nos reclama un comportamiento resuelto frente a los enemigos del pueblo. ¿Cómo se puede olvidar delante de esos señores que no han cometido, precisamente, hurto famélico contra el prójimo, sino que han apagado vidas humanas a montones? La cruz tiene dos lados. Hay que saberla ver por los dos lados. Por el lado de los crucificadores, por su parte, toda cruz es inicua… Por ese lado toda cruz es muerte.

Las conmutaciones de penas niegan el proceso de los pueblos, son injustas y no son cristianas. Hasta la moral más tradicional reivindica la redención. La verdad precede cualquier amnistía, ha dicho el Padre Numa Molina. La justicia, la restitución, el juicio, el castigo… adquieren razón de ser, para beneficio incluso de los propios homicidas. Dejar al asesino, al terrorista con su propio arrepentimiento es infringirle un mal mayor… Los causantes de la cruz tienen rostro propio, nombres y apellidos.

¿Es que acaso, quienes quieren imponerle mediante un pacto palaciego al gobierno que preside Nicolás Maduro, una Ley de Amnistía para que haya paz en Venezuela, sienten piedad por cada uno de los muertos, por sus familias, por sus amigos? Mientras la izquierda revolucionaria más se detenga para hacer análisis objetivos permanentemente de lo que está pasando en nuestra realidad, más fácilmente podremos responder a los desafíos que se nos planteen con realismo, con sinceridad, con eficacia.

El asesinato doloso ha sido la regla de esta nueva aventura de la ultraderecha venezolana por hacerse del poder. Apoyada con abundantes recursos económicos y con mercenarios traídos desde el exterior, han puesto en marcha una operación policial internacional de envergadura, esto de acuerdo con las características que va presentando el desarrollo de su estrategia, ya que no puede considerarse claramente a un enemigo visible, sino que aparecen y desaparecen figuras internas, delincuentes, sicarios, a los cuales, sería imposible aplicarles la Convención de Ginebra, si fuese el caso.

Creo que ya estamos de acuerdo en que lo que existe en Venezuela, es una guerra de baja intensidad pero policial de alta intensidad. Esta guerra si se le permite que se instaurare, definitivamente, originaría demasiados muertos e iría destruyendo pueblos enteros. Por eso, dada la amenaza que representa no da para amnistías. Cómo será que ni siquiera los arboricidas dan señales de constricción. Mientras haya un pueblo en carne viva no puede haber amnistía. Antonio Negri es partidario de que a la guerra policial se le oponga la guerra social. La recuperación de la lucha social contra el capitalismo es tarea a ser emprendida, cuanto antes, por los revolucionarios y revolucionarias de este país.

Sin duda que esta guerra de baja intensidad o guerra policial cuenta con una política de comunicación en la que la sangre derramada agravia dos veces: en el mundo de los hechos y en su repercusión noticiosa. Por ejemplo, es notorio como Noti/Morgue de Valencia usa la violencia como propaganda. Observar la sangre en forma repetida, dice Juan Villoro, puede convertir la muerte en una forma de la costumbre, en un hecho banal o, por el contrario, llevar a una acobardada parálisis o paranoia absoluta. ¿Cuál de las dos busca el periódico valenciano con sus páginas teñidas con el rojo de la sangre que promueve? La verdadera noticia no es la sangre, sino la vida que se pierde con la sangre. El tremendismo da buenos dividendos, vende. Recopilar imágenes de los caídos solo tiene un sentido moral si contribuye a entender eso de otro modo.

El filósofo Jacques Derrida, enseña que cada persona que deja de respirar simboliza el fin del mundo. No por casualidad el tabloide de la capital carabobeña auspicia la amnistía en sus distintas ediciones, tal vez intuya que se acerca el día en que sus directivos tendrán que responder por estimular la violencia social y política. Valencia es una de las ciudades de Venezuela con mayor número de muertes producto de la guarimba golpista. Son muchas las enseñanzas que dejó Ruanda en relación a la utilización de los medios de comunicación para sembrar el odio.

La verdad es un acto de firmeza moral. La verdad debe servir para desnudar a quienes confunden la muerte con la paz. La impunidad carga a cuestas el fardo pesado de la vergüenza y la deshonra. Pretenden imponernos un vacío moral. Menos mal que los signos de dignidad de millones de ciudadanos venezolanos y venezolanas de a pie están intactos; por eso exigen la responsabilidad de quienes se han empeñado en gobernar a como dé lugar.

Esta Revolución Bolivariana es democrática, pacífica, por lo tanto, debemos saber defenderla. Una democracia que no se ejerce con cotidiana terquedad pierde la lealtad de sus ciudadanos y cae sin lágrimas. Debemos comprometernos con la cotidianeidad de los acontecimientos, salvaguardar los derechos a la vida, la libertad y la felicidad. La democracia no es invención de una clase social sino producto de un conflicto civil; de allí que la aprobación de una Ley de Amnistía sin llegar primero a una verdad incontestable, sin oír a las víctimas, sería la afirmación de la impunidad y nos conduciría a peligros más extremos. Nada de retirarnos al conformismo postmodernista. “Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón?, ¿y dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

POST/DATA: Cualquiera sea el acontecimiento, un amor o una catástrofe, hay gente que es indigna de lo que le sucede. Aliar el pensamiento a la vida es saber que sólo quien puede hacerse digno de este mundo es capaz de transformarlo. Esta idea de LEIBNIZ (1646-1716) la trabaja con maestría y desenvoltura GILLES DELEUZE en El Pliegue: Leibniz y el Barroco (1998), nos ayuda a hallar la fuerza para resistir incluso a lo peor. {[(El 19 de abril de 2013, RODOLFO DIVERIO, decidió, asistido de su propia razón acabar con la agonía de una enfermedad incurable que lo aquejaba, al igual que Deleuze en 1995. Diverio llegó a Venezuela procedente del Uruguay, fue un tupamaro ejemplar. Colaboró con sus escritos en aporrea.org y diversas publicaciones. Fue un hombre desprendido de lo material y solidario como pocos. Dio su vida a la causa de la Patria Grande sin esperar nada a cambio; él está vivo en nuestra memoria)]}.



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Isrrael Sotillo


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