¿Quién husmea la basura?

En la intención de ahondar en el ejercicio periodístico actual es imposible soslayar el hecho de que en sociedades polarizadas, cada parcela política se percibe como poseedora de la verdad y nos convierte en un país de dos medias verdades que avanzan en paralelo. Se excluye toda posibilidad de entendimiento con el adversario, un enemigo a eliminar.

Últimamente, el equilibrio en la polarización producto de un curioso pacto social de “no-convivencia” se ha visto roto. ¿Cómo “no-convivir” en ausencia de elecciones y con medios que ahora ni reseñan ni alimentan la polarización?

La venta de algunos medios y el cambio de estrategia informativa, afecta la quiebra del pacto de “no convivencia”. Para unos, haber desmantelado la oposición mediática, es un triunfo político. Para otros, se impone un periodismo soso, estandarizado y complaciente con el poder político. El país opositor en una suerte de orfandad, sufre de abstinencia político-informativa y acrecienta la dependencia de determinados medios, que se radicalizan aun más.

En la intención de entender el resquebrajamiento del pacto de “no-convivencia”, la dependencia de la polarización y el síndrome de abstinencia mediática radical, recordamos a los “muckrakers”, literalmente “husmeadores de basura o rastrilladores de estiércol”. Término acuñado por el presidente Roosevelt (1906) para designar al tipo de periodistas que "sólo sabían hurgar en lo negativo de las personas" para denunciar y escandalizar a la sociedad, sobre todo cuando de funcionarios públicos se trataba. Ampliando la concepción inicial, define un estilo movido por un impulso de denuncia y una sed de escándalo colectivo, que disemina información escandalosa, real o no, sobre otros, usualmente en la procura de ventajas políticas. Por tanto, no se restringe a una mediática de oposición desafiante y escéptica ante el poder político y funcionarios públicos. Se refiere a aquel periodismo que enfangado en la batalla política coloca la ética de rodillas, cae en la sordidez y lavado de trapos sucios, aquel que hace del ejercicio una obsesión política por descubrir y denunciar escándalos, traspapela el compromiso con la vigilancia del interés público, la obligación de la verificación y pone en peligro la legitimidad de la prensa y la credibilidad de sus profesionales.


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Maryclen Stelling


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