Carta de una Cristiana a la Conferencia Episcopal Venezolana

“Dígnate, oh Dios, líbrame; apresúrate, Señor en socorrerme. Queden avergonzados y humillados los que buscan mi muerte. Que retrocedan, confundidos, los que se alegran con mi desgracia…”

Salmo 70-Clamor del Perseguido

Como venezolana, cristiana, bautizada, comulgada y confirmada, bajo la fe de su Iglesia, exijo a los altos representantes de la Conferencia Episcopal Venezolana que levanten su voz, como lo hiciera San Monseñor Romero de América, para que cese la violencia política que sectores fascistas adelantan en nuestro país.


Hoy, su silencio los hace cómplices y mancha sus conciencias con la sangre de jóvenes inocentes como Eliécer Otaiza, Robert Serra y María Herrera. Los cristianos hacemos votos en defensa de la vida y es nuestro deber condenar todo acto dirigido a sembrar odio, destrucción y muerte. Demuestren un ápice de la calidad humana y el valor necesario para llamarse cristianos y clamen por la paz de la Patria y la vida de nuestros hermanos, independientemente de su militancia política. Demuestren merecer la confianza de quienes levantan la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, quien fue perseguido, muerto y torturado por defender sus ideales.


Como pueblo sabemos que sólo el amor nos hace inmunes ante el odio y la violencia: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios”. Mateo, 5,9. Junto a millones de venezolanos, clamo al cielo:


¡Protégenos Señor, porque nuestros sacerdotes nos han abandonado!


(No se remitio el correo de la autora)



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