Pero tenemos patria

Quienes así dicen se creen brillantes. Cumplo con el penoso deber de explicarles que no lo son.

En primer lugar porque parten de la falacia de la falsa causa. Es decir, no hallas pañales desechables y algún cabeza frita dice la frasecita. Vamos a ver… ¿Quién escondió el producto? ¿El gobierno? ¿Verdad que no? El gobierno más bien anda batiendo acaparamientos, contrabandos y otras baraterías. Es como los supermercados que esconden los cajeros para que la cola aumente y con ella la irritación.

Pero la irritación no se produce en el momento de la cola o la ausencia de un producto. La irritación viene de antes, ya hecha. Es la gente a quien molesta este gobierno que provee viviendas a gente «marginal», salud a «cerrícolas» y educación a analfabetas. Eso es lo que les acalambra el cerebro. Al ver un CDI o un nuevo desarrollo habitacional no dicen «pero tenemos patria». Ahí callan, ahí es cuando te cambian el tema. Obviamente les irrita que una criatura de meses cure su falla cardíaca y pase feliz el resto de su vida. Guardan esa arrechera para descargarla a la menor perturbación, chikungunya, falsa alarma de «enfermedad misteriosa», «ébola venezolano», que hay que ser bien torpe para creer patrañas tan ramplonas. Les molesta la escasez pero más les crispa la mera idea del captahuellas, que protege de la escasez inducida por quien no come arepas y compra diez paquetes de harina de maíz. Así de mentecata es la «gente decente y pensante de este país».

Tener patria o no es asunto que mantiene sin cuidado a mucha gente. Estoy bastante lejos del patrioterismo, porque me parece de poca luz aquello de «con mi país con la razón o sin ella». Soy bastante cosmopolita más bien, «patria es humanidad», decía Martí. Pero es que quienes desprecian esta patria venezolana se arrastran ante la patria gringa y tienen orgasmos múltiples en Miami, ese territorio en donde se garantiza imbecilidad para chicos y grandes. Debe haber gente inteligente en Miami, como en todas partes, pero conjeturo que la tienen asediada y execrada porque lo que allí predomina es Posada Carriles y los hermanitos Alonso, que tú me dirás de cuánta inteligencia gozan. No tienen patria aquí pero la imbecilidad mayamera sí es su patria o muerte. Más muerte que patria. Por eso se violentan cuando cualquier cosa amenaza la hegemonía yanqui, como que la China es ya la primera economía mundial. O les dices algo en francés. Les entra una ardezón y sangran por las encías.

No son las únicas manifestaciones de lucidez de esta gente. Profieren insultos racistas contra Marvin Blanco y en la misma respiración te declaman que «Chávez dividió a Venezuela». Tengo poca paciencia para la imbecilidad, sobre todo cuando viene empatucada con arrogancia. Es una mezcla explosiva porque imbecilidad y arrogancia se alimentan mutuamente. O son la misma cosa. O la imbecilidad tiene su clímax en la arrogancia. Y no se puede ser arrogante sin ser imbécil.

Dicen que el fracaso es cuestión de método, pero también lo es la imbecilidad. Hay que concentrarse, tener disciplina, porque en cualquier descuido se escapa una idea inteligente.

No tienen patria pero fracasan con disciplina.


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Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras y presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa "Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.

 roberto.hernandez.montoya@gmail.com      @rhm1947

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