“Nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde”.
A tal conclusión, contenida en tan sabia sentencia del refranero popular, llegaríamos la mayoría de los venezolanos, sin excluir a muchos que militan en partidos de la oposición, si el imperio y sus lacayos dieran al traste con la revolución bolivariana.
No hay que ser demasiado acucioso para develar cuanto esconde cada una de las estrategias históricamente ensayadas por esa tendencia fascista nacional e internacional que ya una vez logro despojar de la primera magistratura a nuestro gigante eterno.
El peligro de que nuestro proyecto revolucionario concebido en función de redimir a los eternos excluidos de sus tradicionales penurias y, en su defecto, haberlos dotado de las bondades alcanzadas por las reivindicativas misiones sociales se pierda; no ha cesado.
La guerra económica como la expresión más acabada del imperio, tendente a inducir al soberano a dar la espalda al gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros, como lo hiciera en Chile con el presidente Salvador Allende, no deja de ser una carta peligrosamente fatalista y preocupante.
Si la ultra-derecha lograrse confundir al pueblo para que, obstinado de hacer colas en busca de alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad; cayera en el desespero y el desencanto por considerar inoperante al gobierno para impedir que tales humillaciones continúen azotándole, podría llevarlo a abstenerse de participar en las próximas elecciones legislativas y entonces sí, le dejaríamos la mesa servida a los propagadores del odio y detractores del amor.
Semejante escenario no es descarta-ble y el primer responsable de que eso ocurriera no sería otro, lamentablemente, que el mismo gobierno nacional.
Sin embargo, esto no significa que en la mira de la ultraderecha no se contemplen otra serie de envestidas extra constitucionales ante las cuales se debe estar alerta.
No tendría nada de particular, por ejemplo, que el propio imperio alegando un pretendido incremento del tráfico de drogas, atribuido a figuras destacadas de la revolución, encabezadas por el presidente del Parlamento, Diosdado Cabello Rondón, como ya lo ha anticipado CNN en español, utilizara esa infamia como pretexto para, en nombre de liberarnos de tal flagelo, proceder a una intervención armada, sin descartar el conducirnos a una guerra civil para en nombre de la libertad, violentar impunemente nuestra soberanía.
Como sostuve en mi artículo anterior, nunca como ahora la revolución venezolana ha estado más amenazada. Es menester ponernos las pilas a tiempo o no estaríamos siendo consecuentes con el legado de Chávez. Ese gigante nos enseñó que el lenguaje es acción y, en consecuencia, no puede momificarse en un discurso que promete acabar con la guerra económica y ésta, lejos de mermar, arremete cada vez con más fuerza.
Marx distingue dos clases opuestas e irreconciliables que en la práctica hace que las revoluciones triunfen o fracasen: “la de los intelectuales burgueses que solo miran a su propio pellejo, y la de quienes, (también por amor en la interpretación cristiana de Chávez) asumen toda serie de sacrificios porque se niegan a dar la espalda a las agonías de la humanidad”.
Sin temor a aparecer pesimista, esa y no otra es la disyuntiva en la que tendrá que jugársela en adelante el liderazgo del PSUV, si quiere preservar la revolución..
Solo quien actué conforme a lo que predica podrá cosechar lo sembrado y en eso el único que no tuvo contradicciones entre la acción y la palabra fue el hijo de un humilde carpintero en quien los cristianos, como el arañero barines, reconocemos como el hijo de Dios hecho hombre.
Manos a la obra y hagamos que la esperanza prevalezca sobre el pesimismo y el amor sepulte al odio de los resentidos, quienes diciéndose cristianos, ignoran el “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos”.
(Periodista jubilado)
aramaipuro2@hotmail.com
