¿Cuántas veces en su vida Baltazar Porras se habrá cargado el octavo
mandamiento “No levantarás falsos testimonios ni mentirás”? Bueno, basta
considerar el por qué del calificativo de Chávez cuando le llamó “adeco
con sotana”, ya que no hay nada más mentiroso en este mundo que un adeco.
Y el Presidente se lo dijo porque Baltazar andaba de programa en programa
de televisión atacando el gobierno con su sarta de viles y asquerosas
mentiras. Era una de las cabezas más visibles de la oposición, junto con
Ugalde, con el cardenal Velasco y Mickey de Viana.
Dice las Sagradas Escrituras: "No darás testimonio falso contra tu prójimo
(Ex. 20,16), porque la mentira es decir falsedad con intención de engañar,
y la Iglesia en Venezuela se plegó grosera y vilmente a las mentiras que
propalaban los medios de comunicación, para aquí provocar muerte,
desolación y una guerra civil. La Iglesia jamás condenó el criminal paro
petrolero del 2002 (sino que se unió a él) en donde no tuvimos navidades,
ni aguinaldos, ni hallacas, ni celebración de las misas de madrugada, ni
transporte ni comida, ni mucho menos paz. Más bien, la Conferencia
Episcopal dirigida por Porras se mantuvo firme en dar su apoyo a cuanto
hacían los criminales de los medios y los monstruosos capitanes
terroristas de la oposición; durante más de dos meses del 2003, los
colegios católicos y la Universidad Católica Andrés Bello se plegó al
paro, negándose a darles hasta clases de religión a sus estudiantes.
De modo que nada ha lesionado más los vínculos con Dios y con los hombres
que la posición de CEV que dirigió Porras, y su peor crimen fue inducir al
error a sus feligreses, cometer infidelidad y socavar las bases de la
propia alianza cristiana, porque Dios es la verdad y el diablo la mentira.
Pero la más grave de las falsedades dichas por Porras, es que él acudió el
día 11-A por la noche a Fuerte Tiuna para proteger y salvaguardar la vida
del Presidente Chávez; en realidad ya su función estaba prevista por los
mismos cuarteleros que estaban dando el golpe de estado. Esto lo viene
diciendo Porras año tras año, desde el mismo 2002. Dice que Chávez le
solicitó su mediación, porque indudablemente peligraba su vida, pero sin
embargo se llevaron al Presidente con el fin de matarle y, ¿Porras qué
hizo? El obispo Porras se fue a reunirse con los agentes de Fedecámaras y
de la CTV para luego coordinar el sarao en Miraflores que estaba previsto
para las 7 de la mañana, porque había que actuar con mucha celeridad. Ya
para las 10 de la mañana del día viernes 12, se suponía que Chávez debería
estar muerto, y bueno, a rey muerto, rey puesto. Carmona Estanca cuando
llegó a palacio, lo primero que hizo fue preguntarle a los militares
encargados del caso cómo estaba el “prominente reo”, y le contestaron:
“tranquilo, todo marcha según lo pautado”. Porras estaba en palacio de lo
más sonriente, abrazándose con su carnal de Mérida, William Dávila
Barrios, con Carlos Ortega, con Mickey de Viana, con el cardenal Velasco.
Por la tarde se supo que todavía al reo no lo habían eliminado, y al
cardenal Velasco, quien ya había firmado el Acta de proclamación de
Carmona, se le tuvo que dar la fastidiosa encomienda de que fuera a
arrancarle la renuncia al prominente reo. Aún tenían esperanzas de que lo
mataran, pero es que los militares encargados de este monstruoso asesinato
se negaban.
Esa es la historia de otro de los crímenes de la Iglesia y de sus
espantosas mentiras, que bien vale la pena revisar.