¿Dónde está el piloto?

Es increíble. Hace ocho años Héctor Rodríguez fue nombrado Ministro del despacho de la presidencia y fue relegado del cargo el mismo año extenuado de trabajo –considerando su juventud y el ritmo de trabajo que exigía esa responsabilidad. Al decir de Chávez, trabajar con él era casi como vivir con él. No poder dormir, no contar con horarios de trabajo, vacaciones, descansos programados. Casi todos sus ministros fueron evaluados sobre esa capacidad de trabajo. Ministro vinieron y ministros se fueron. Podríamos decir ahora que solo aquellos que fueron ratificados en sus cargos por mucho tiempo cumplieron con la condición de ser ministros de Chávez, verdaderos herederos de Chávez. Chávez fue un auténtico comandante de tropas como presidente del país.

No hubo manera que su gabinete se desviara de sus pensamientos e ideas sin que él no lo notara. Más tarde o más temprano hacía cambios y correcciones que tomaban por sorpresa a todos: La salida de Giordani del gabinete fue sorprendente, pero su reposición en el gobierno un tiempo después fue más sorprendente aún. Así como lo fue la salida ("razonada" en público por el Comandante) de Héctor Rodríguez, por cansancio.

Podemos decir, sin lugar a dudas que Hugo Chávez Frías gobernó a este país. Mal que bien, bien que mal, él gobernó a este país. Hasta el momento de su enfermedad fue el comandante absoluto de la revolución. Al agravarse la enfermedad que lo mató comenzaría una conspiración que terminaría con su vida y con la revolución misma. El carácter más resaltante del equipo de gobierno que lo sustituyó después de su muerte sería el de no saber ni poder gobernar. El carácter resaltante fue la ausencia de carácter, si vale plantearlo así.

Estos tres años han sido tres años de falso gobierno. Ha sido el gobierno del tuiter, de los hashtag, o etiquetas, de las mediciones de las tendencias, del rating y del nuevo rating que miden las redes sociales. Ha sido el gobierno de las campañas publicitarias. Como toda propaganda que oculta la realidad, si quisiéramos tener una idea de lo que no hace o de lo que adolece el gobierno, solo debemos orientarnos con todo lo que publicita en televisión. Ese ha sido su estilo hasta ahora, mediático y discursivo. Desde el evento más nimio hasta los actos oficiales son una puesta en escena para distraer a la población de algo. Claro que nunca falta un torpe que desmienta la pulcritud con la cual se presenta el gobierno todos los días ante la gente en televisión (en radio, en las marchas y actos públicos) y termine confesando la trampa, develándolo todo. Porque hay niveles de engaños, existe la pacatería, donde es difícil distinguir entre el truco mismo y lo que oculta. Es de ahí donde salen los tontos pacatos, que se creen su propio engaño, a hablar con la verdad, a pesar de ellos mismo. Es el caso del diputado Sanguino cuando confesó la adulteración del Plan de la Patria, o de Freddy Bernal, cuando reconoce que se están abandonado gradualmente todas las políticas socialistas adelantadas por Chávez: las expropiaciones de tierras y empresas, por parte del Estado, y que se están devolviendo a los privados.

No hay gobierno, no hay piloto, el avión va a la deriva, ¿O podríamos decir que el autobús no tiene chofer?

Con Chávez se hizo política, se pensó políticamente, cuando Chávez se trabajaba por la idea del socialismo, como guía política y moral. Por eso se sintió la presencia del conductor, del líder, el que pensaba sin disimulos, el que reconocía errores incluso sobre la marcha, que reflexionaba todo y sobre todo. Pero, sin socialismo y sin una franca adhesión al capitalismo, el avión está dando tumbos, el autobús se dirige irremediablemente hacia un precipicio.

¿Dónde está el piloto? Nadie lo sabe. Porque ni siquiera está activado el piloto automático del capitalismo. Nuestro destino parece ser una caída política definitiva y una cruenta matazón fascista, alentada por esta parálisis mental que practica el gobierno.

Este fin de semana presencié en un supermercado algo que en otros tiempos sería realmente insólito. Una señora quejándose de la falta de algún producto terminó diciendo en voz alta y clara que se lamentaba de lo pendejo que era Obama, que prefería a Trump porque ese si estaba dispuesto a invadir a Venezuela y acabar con esta cuerda de marginales. Sospeché que lo que siempre se ha dicho en privado ya estaba llagando a ser público, y eso es un mal síntoma. Y un síntoma social. Esta señora puede ser clase media pelabolas, y de hecho lo era, con la cara lleva de Botox y el estómago lleno de cocacola, pero como ellas hay en Caracas muchas, hay miles y con sus respectivas familias, perdiendo la vergüenza y ocupando en la calle los espacios que ha dejado la revolución.

Llegar a estos extremos de pasividad, impavidez, de ausencia de gobierno ante lo que pasa en las calles y en el país; creerse el cuento de la "Venezuela exportadora" –que va arrojar muy pronto "numeritos" favorables para la economía- sin pensar en la gente, sin pensar en lo desmoralizada y radicalizada que está la gente, sin pensar que el engaño ya no es tal y que, de no reaccionar, de no despertar el gobierno, cualquier "cabo primero" de la policía de Chacao es capaz de dar un golpe en este país; que cualquier cosa puede pasar, desde un golpe de derecha, otro caracazo o más bien un venezolanazo que termine, no en una guerra civil, sino más bien en una persecución implacable al chavismo. Y todo a causa de un discursito barato y ambiguo, o más bien ambivalente. Nosotros preferimos un golpe de timón dado por un piloto despierto y hacia el socialismo.

El ministro Jesús Farías habla como un tonto sobre un asunto serio, delicado. Si este año no se perciben cambios en la economía y efectos tangibles en el abastecimiento y en actitud mental de la gente, el gobierno cae. Pero si no, es una idiotez alimentar de esperanzas vanas, de sacrificar un país completo, con hambre e incertidumbre, mientras se cumple una promesa tan vana y peorra como la de la mano invisible del mercado que todo lo regula, lo equilibra (pero en el entretanto se muere la gente de hambre y mengua). Habla convencido de algo que no convence a nadie, y eso da miedo.

¡Por Dios! ¿Dónde está el piloto? La gente en la calle no sabe ni siquiera quién es Almagro, o Shannon. La gente en la calle no entiende lo que pasa porque nadie en el gobierno se atreve a decirle lo que pasa, por miedo a perder su cargo o puesto o por miedo a que la gente indignada reaccione con furia. Por temor a un pueblo desengañado. Que aparezca el piloto, tome el mando y rectifique el vuelo hacia el socialismo, si no estamos perdidos.



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Héctor Baiz

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