Niccolò Macchiavelli
en su obra “El Príncipe” diseña una serie de teorías que han
servido para que muchos se orienten por el escabroso camino de lo que
se llama Ciencia Política. Y a veces con buenos resultados. Pero, a
estas alturas del Siglo XXI esas enseñanzas resultan, si bien útiles
como referencia histórica, en la práctica resultan inoperantes, no
tanto porque Macchiavelli estuviera equivocado, sino porque es un libro
cuya lectura es difícil de acometer.
Desde hace algunos años se ha dado a conocer un profesor norteamericano de nombre Gene Sharp, presentado así:
“… es sin
duda el más importante de los teóricos de la noviolencia (sic), superando
la profundidad y rigor de sus obras al propio Gandhi, cuya fama se debe
más al ejemplo práctico que al conocimiento de su pensamiento. Así
pues, Sharp es considerado como el creador de la corriente pragmatista
dentro de los teóricos de la noviolencia. Esta corriente se caracteriza
por apologetizar el uso de la noviolencia no por criterios de legitimidad,
como haría la corriente moral que tiene en Gandhi o Jean Marie Muller
sus principales exponentes, sino por criterios de efectividad en la
lucha contra la tiranía.”
Eva Golinger (http://www.aporrea.org/tiburon
Thierry Meyssan, en
un artículo bastante interesante y de lectura obligada para tener una
idea de Sharp, (http://www.voltairenet.org
“Desconocido
para el público, Gene Sharp elaboró una teoría sobre la no violencia
como arma política. Por cuenta de la OTAN
y más tarde de la CIA,
formó a los líderes de los golpes de Estado suave de los últimos
quince años. Desde los años 50, Gene Sharp estudió la teoría de
la desobediencia civil de Henry D. Thoreau y Mohandas K. Gandhi. Para
estos autores, la obediencia y la desobediencia son cuestiones morales
o religiosas antes que políticas. Ambos oponen una ley
superior a un orden civil. Sin embargo, la práctica de sus convicciones
tuvo consecuencias políticas, de manera que lo que consideraban como
un fin en sí puede ser percibido como un medio. La desobediencia civil
puede ser considerada entonces como una técnica de acción política,
incluso militar.”
Fíjense bien, que el
propio Gandhi es desechado, porque sus principios son morales y religiosos.
Recomendamos no seguir a Gandhi, pues resultaría contraproducente,
sobretodo si se delega en el cardenal Castillo Lara y en la jerarquía
católica venezolana la ejecución de tales principios.
Gene Sharp ha sido tan
popular y tan útil para la derecha que sus libros son divulgados gratuitamente
en Internet, lo que es bastante inusual en esta sociedad capitalista.
Los asesores de Gene Sharp han estado en Venezuela, se han cansado de
dar charlas y nada. Pero, después de todo ya había logrado su consagración
con su obra "The Politics On Nonviolence" (1973), conocida
en español como “La Lucha Política noviolenta” (sic).
De la teoría a la práctica no hubo sino un paso. El gobierno de los Estados Unidos, vista la mala fama que tenía invadiendo países en forma tan descarada, violenta y costosa, aceptó poner en práctica esta teoría en países conflictivos. Todavía tenemos presente las atrocidades cometidas en Panamá, Somalia y Grenada, donde con una inusitada crueldad masacraron esos indefensos países. Caso patético es el de Grenada, donde arrasaron con todos sus dirigentes y asesinaron al primer ministro de entonces, Maurice Bishop, quien resultó “suicidado” misteriosamente.
Como no quiero inventar ni interpretar nada me limito a reproducir el siguiente comentario:
“Hay dos razones principales para la no-violencia. Una es práctica y la otra ética. Sharp sostiene sencillamente que la no-violencia es más efectiva que la violencia. La violencia lleva a más violencia, mientras que la no-violencia la contrarresta. Por supuesto el movimiento de resistencia sufrirá pérdidas, incluso humanas, pero tales pérdidas seguramente serían mucho mayores si se usara la violencia. Una variante de este enfoque es la opinión de que la no-violencia es la única forma efectiva de lucha en nuestras sociedades hoy. Quienes mantienen esta postura a veces aceptan la violencia ejercida por algunos grupos guerrilleros o la violencia militar cuando se sufre una invasión extranjera. Otros abogan por la no-violencia por razones éticas. Si uno asume que cada persona tiene un valor infinito, entonces una persona posee tanto valor como dos o tres mil personas. Muchos sostienen lo opuesto. Que dos personas tienen más valor que una y que una persona puede, tal vez, ser sacrificada para salvar a otras dos. En este caso se asume que el valor del ser humano es limitado, no infinito, sin que por ello se deje de aceptar que dicho valor sea sumamente alto. Sin embargo, restringiendo el valor de un ser humano se puede justificar sacrificar a alguien a favor de la sociedad.
La contaminación de la desobediencia civil con violencia sólo fortalece el poder de quienes ejercen la violencia. Cuando algunos expertos en defensa social afirman que es posible combinar la resistencia civil con la resistencia violenta, lo único que están haciendo es revelar que no han comprendido en lo más mínimo el principio de la desobediencia civil. Es simplemente ilógico ofrecerle una taza de café a un policía durante un acto de desobediencia civil, si en una ocasión anterior las galletas estaban envenenadas.
Se dice que el primer
país donde comenzaron a experimentar con las teorías de Sharp fue
en Serbia (ex-Yugoslavia), donde lograron derrocar a Slovodan Milosevic,
lo que no pudieron hacer antes con tantos hechos violentos que incluyó
en bombardeo de las principales ciudades del país durante semanas,
aunque ya este señor había dado sus primeros pasos en Birmania. Luego
vino Ucrania, con su “Revolución Naranja”, Georgia, con la “Revolución
de Terciopelo” y Kirguizia, con la “Revolución de los Tulipanes”,
pero se estrellaron estrepitosamente en Bielorrusia, donde Lukachenko
y su pueblo comenzaron a poner en duda la eficacia de esa teoría, cuya
debilidad más notoria es sobre la concepción del poder, porque todo
puede funcionar muy bien hasta que es derrocado un gobierno, pero ¿y
después? Para ejemplo veamos en caso de Pedro Carmona.
Protestas, persuasión,
intervención y no cooperación. En Cuba, se ha puesto en práctica
esta teoría con pocos resultados prácticos, aunque no desdeñables.
El problema es que estas actividades no son espontáneas de la población
sino que son inducidas y financiadas por la CIA. El periodista Rafael
Rubio reseña en http://www.libertaddigital.com
“…
durante el año 2005 se han documentado 3322 acciones de resistencia
pacífica. El número casi duplica las 1805 del año 2004 y culmina
una evolución vertiginosa desde que comenzó a documentarse este tipo
de acciones, con las 44 tímidas protestas realizadas en 1997.
Entre las acciones más destacadas encontramos 52 protestas públicas,
29 huelgas de hambre, la fundación de 14 nuevas organizaciones cívicas
y 13 bibliotecas independientes, y la promoción de 4 peticiones generales
de grupo ante entidades gubernamentales. Estas acciones de resistencia
cívica son una prueba palpable que pequeños grupos de hombres y mujeres
pueden luchar sin armas contra una dictadura feroz.
Por eso amigos de la oposición, les recomiendo leer, eso sí, con avidez el libro de Sharp, que como antes dije, se consigue gratis en Internet, pero por sobre todo, y se los repito nuevamente, tengan en cuenta lo siguiente:
“Cuando algunos
expertos en defensa social afirman que es posible combinar la resistencia
civil con la resistencia violenta, lo único que están haciendo es
revelar que no han comprendido en lo más mínimo el principio de la
desobediencia civil.
Ustedes fracasaron con
el golpe de estado, con el paro petrolero, con la guarimba, etc. ¿Van
a seguir con eso?
No quiero ser un aguafiestas, pero me permito informarles que nuestro presidente Chávez también ha leído ese libro, y según me informaron, lo tiene muy bien subrayado y colocado ahí, en su mesa de noche.