Querría aclarar un poco lo que le está sucediendo a la oposición venezolana con respecto a su nuevo error en oponerse a la enmienda constitucional. Argumentos, ausentes de validez institucional.
Recordando los hechos de la guarimba, se apelaba alegremente al artículo 350 de nuestra máxima carta magna, esgrimían –según ellos— la desobediencia civil, atornillaron falsamente sus discursos tanto nacional como internacionalmente contra la nación. Nunca se desarrolló tanto centimetraje en contra de tema alguno, tratando de alterar el desarrollo político e institucional de los últimos cien años.
El desarrollo político de la enmienda será un gran cataclismo para la oposición, saben, que después de su derrota ya no habrá argumento de roedor vagabundo en escalar la alta mesa y robarse el pan. Por eso tratan por medios no políticos de detener este proceso. El desespero es tal, que Federico Ravell, aparte de insultar vulgarmente a un periodista con soeces groserías, luego procedió a amenazarle con golpearlo cuando este lo tildo de palangrista.
Saben que la enmienda dirigida a todos los cargos es bien vista en amplios sectores tanto internos como externos, pero, como sus estrategias son salvajes no logran frenar en sus electores y medios de comunicación la propuesta constitucional. Quienes llevan a sus partidos o movimientos políticos actualmente a negar todas las ideas, están escribiendo en puro mármol y con letras de oro, el epitafio a sus organizaciones.
Por otro lado, sabían los militantes de la acomodada oposición lo que pasó, en los años de gobiernos anteriores debido a una especie de inflación en las sinrazones de sus dirigentes, llegando a una situación que bloqueo el desenlace de acontecimientos novedosos, únicos en el desenvolvimiento de sus estructuras partidistas.
La verdad inocultable, es que la discusión de democracia en la vieja República vagabunda se situó en los cargos alternados del parlamento, cuando uno de ellos tenía la presidencia de la República, el otro, que no tenía ideas ni propuestas, le dejaban el senado y sus cámaras de diputados. Ellos sepultaron aceleradamente lo que bien, otros lograron llamar en nuestro continente la modernización en las estructuras de los partidos políticos.
Sus militantes estaban obligados –en sentido estricto– a entregar sus votos en las contiendas electorales porque no podía perderse la alternabilidad. Igualmente, les exigían silencio y complicidad ante cualquier chanchullo que agazapaban con sus más destacados militantes contra la cosa pública. Sepultaron el respeto y la honorabilidad muy propia de aquella floreciente Venezuela.
Quienes votan por la oposición, saben que no hay partido político serio, donde militaban con anterioridad sus familiares. Soportan verdaderos suplicios. Ellos vieron la tragedia del desplome de sus organizaciones y el nacimiento de otras nuevas, que los niega como clase social y peor aún política. Los viejos militantes no tienen cupo en la nueva militancia.
Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y en Proyecto Venezuela, saben, que son perfectos escaladores, que unos y otros no identifican al pueblo, no son de su clase social, menos aún, quienes compartiendo los partidos de donde provienen se ponen zancadillas para apartarse entre ellos.
Las estrategias de la posición en vez de resultarles interesantes y coherente a sus militantes, transitan, contra la buena voluntad. La clase opositora se opone a nuevos espacios donde funcione un centro de salud o una nueva instalación deportiva, o más aún, bajo qué condición se oponen a una nueva pensión del Seguro Social, alguna operación de un familiar cercano, o ver, los papeles en regla de un amigo extranjero. La oposición no encuentra cómo salirse de la entrampada que se generó donde sus más radicales les han hundido las salidas.
Esta oposición inculca en sus militantes el desprecio por todas las cosas humanas que ven, mientras los logros avanzan aceleradamente, ellos hunden el freno de la intriga y del odio. Son muertos cargando su propia basura.
Ellos seguirán pasándose meses y años sin poder desenvolverse en el papel de una nueva oposición, sus mismos errores los han acercado a los más radicales de la política mundial, los republicanos en Estados Unidos, los del partido popular en España, la narco-para-política uribista en Colombia. Justifican lo que fue la otrora política militar de Pinochet en Chile. Aplauden los bombardeos del estado sionista de Israel contra indefensos niños y adultos en Palestina. El buen criterio les está ausente, como ausente o quizás perdido, está su sentido crítico.
Este buen sentido crítico que perdieron, se los da por dosis los comentaristas de Globovisión y los vulgares programas de Miami, todos charlistas provenientes del mundo de los patrones del narcotráfico, delito organizado y del sionismo-fascistas.
Miguel A. Jaimes N
M Sc. Ciencias Políticas
venezuela01@gmail.com