05 de noviembre 2007. - El periodista y ex vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela en su programa dominical "José Vicente Hoy" alerta sobre una ofensiva violenta que prepara la oposición para impedir el referendo constitucional. A continuación las declaraciones de José Vicente Rangel:
De nuevo las cartas están echadas sobre la mesa, me explico: la oposición avanza indetenible, hacia otro error de impredecibles consecuencias. El discurso de sus dirigentes --con excepción de los de Primero Justicia-- se orienta a la abstención en el referéndum aprobatorio de la reforma constitucional, previsto para el próximo 2 de diciembre. Cito dos declaraciones que confirman esta aseveración, una de Henry Ramos Allup (AD); otra de Herman Escarrá (Comando de la Resistencia). El primero dijo textualmente lo siguiente: "el fraude constitucional es igualmente malo en Diciembre, Enero, Febrero o cualquier otra fecha. De lo que se trata es de impedir su consumación". Mientras que Escarrá sostuvo textualmente: "nuestra posición es invariable. Se trata de impedir que este proceso fraudulento se realice y consume el golpe de estado. Nuestro llamado- afirma el dirigente - es al desconocimiento de cualquier convocatoria fraudulenta, así como también prepararnos para la restauración del orden constitucional y democrático". Estas palabras fueron pronunciadas el miércoles 24 de octubre durante una rueda de prensa a la que asistieron todos los integrantes -menos, repito, Primero Justicia-- del organismo que liderizó pasadas experiencias opositoras: La Coordinadora Democrática: AD, Copei, Un Nuevo Tiempo, Bandera Roja, Comando Nacional de la Resistencia (Ledezma y Oscar Pérez), Alianza Popular (Álvarez Paz) y otros. En síntesis: la resurrección de la estructura y de la política que, reiteradamente, condujo al desastre a los sectores opuestos a Chávez.
No sé sí a última hora, con la propuesta de Chávez de votar por bloque la reforma, ese grupo de dirigentes tendrá un momento de lucidez y será capaz de recapacitar y actuar con sindéresis. O simplemente hará lo que hizo en las elecciones parlamentarias, con las consecuencias que aún lamenta, en vez de asumir una política democrática que le facilite construir una alternativa. ¡Ojalá hiciera esto último! de lo contrario sucumbirá otra vez a la irracionalidad. Pero lo que ahora expresan esos dirigentes se corresponde con lo que han estado practicando. Un discurso tremendista y desfasado; la caracterización equivocada del tiempo que el país vive y, sobre todo, la subestimación del proceso bolivariano. Cuando se descalifica por igual a todas las instituciones; por ejemplo, cuando se cubre de agravios al órgano rector de las elecciones, el CNE, se está disparando contra el árbitro. Se está dando por seguro que todo acto comicial es fraudulento y que resulta imposible competir. Además, la radicalización de importantes sectores sociales, inoculados con el mensaje fatalista de los medios de comunicación y de dirigentes plegados a éstos medios, ha generado escepticismo y total rechazo a la participación cívica. En ellos existe la soterrada esperanza de que no participando se deslegitima el gobierno y se acelera su caída. ¿Cómo cambiar esa actitud cuando más bien se la alienta con discursos delirantes?
En el marco de ese escatológico mensaje político, hay que evaluar lo dicho por el sacerdote jesuita Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica y, probablemente, el ideólogo más influyente en las posiciones extremas de la oposición. En artículo publicado en el Nacional (jueves, 25-10-07), comienza por definir el contexto, textualmente: "Chávez ha decidido imponer una nueva Constitución (abandonando a la bolivariana) para llevarnos forzados a una sociedad totalitaria que la mayoría de los venezolanos rechaza". Queda claro, entonces, que lo que Ugalde quiere decir es que la reforma constitucional es inconstitucional (lo afirma usurpando atribuciones del Tribunal Supremo), y que marchamos hacia el totalitarismo (habría que preguntarle cuales son las pruebas). Luego admite que en la oposición existen dos tendencias que se expresarán por la abstención y por el no que harán mayoría (él la estima en más de 70%). y luego se refiere a lo que considera más importante, - oigan esto - : "el día después", ese es el título del artículo. Su razonamiento: "…..el día después ha sido después de 1998 el punto más débil de los demócratas opositores. En cada elección, los candidatos y los líderes se desaparecieron en la tarde de los votos y se desbandaron al día siguiente. Políticamente no hubo día después opositor. – Esto lo dice Ugalde, lo escribe- Ahora es imprescindible para verse y contarse como mayoría e impedir la imposición de una Constitución antidemocrática y el socialismo de hambre, sin justicia ni libertad. Para ello se requieren dos cosas- afirma el rector de la UCAB: que la abstención y el voto negativo desde ahora se acepten mutuamente (aunque no se gusten) y se sumen como dos formas complementarias del mismo rechazo. Hay que prever y preparar el día después". Y agrega: "el día después es la clave para salvar la democracia venezolana y ésta sólo puede ser victoriosa si desde ahora se trabaja sabiendo que Chávez no reconocerá la derrota al verse en minoría frente al no y la abstención". Es realmente inconcebible algo intelectualmente tan inmoral como es éste planteamiento, en este caso de un sacerdote y educador, a través del cual se quiere preparar a la opinión pública para el desconocimiento de un resultado electoral que, de antemano, se considera adverso para ellos. Ugalde ofrece como combustible para preparar la reacción de "el día después" --en el que pone todas sus esperanzas-- la sumatoria del porcentaje de abstención (siempre elevado en este tipo de evento) y el voto negativo. Esta directriz del inefable ideólogo de la católica, sumada al discurso de los dirigentes de oposición y al calentamiento de la calle que ya comenzó a operar, presagia la determinación de llevar la situación para diciembre al plano de la violencia. El chavismo, y todo el país que ama la paz, tienen que estar conscientes de la amenaza que se cierne y prepararse para evitar sorpresas.