Sobre el debate y la permanencia de la revolución en los espacios del pueblo

Antes de hacer entrada al tema central me iré por las ramas de la teoría que a veces intento abordar para entenderme y entender realidades. En primer lugar, hablo de “pueblo” y no de “popular” en tanto que el primero reclama la esencia de sujeto activo colectivo que es masa crítica ante un proceso revolucionario que puede formarse, organizarse y asumir tareas de transformación; el segundo, en cambio, tiene un carácter genérico que puede ser tan banal como la pésima definición neoliberal de “populismo”.

En cuanto a “espacio” hago referencia a una noción más política que espacial, es decir, lugar donde los ciudadanos se reúnen para decidir sobre asuntos que les son inherentes. Agrego que la categoría sociológica espacio público también tiene un sentido político que hace referencia a la necesidad de estar en reunión, comunidad, colectividad y de este tipo hay muchos que pueden ser catalogados como tal, aunque sean virtuales.

Ahora bien, el proceso de revolución venezolana tiene raíces en la dicotomía entre Estado representativo, que degeneró en dictadura de partidos, y pueblo, que delegó su soberanía en estructuras que no tuvieron o no quisieron asumir la responsabilidad de retransferir el poder al sujeto originario de toda democracia, de todo Estado.

La apropiación del espacio público por parte del sujeto “pueblo” ha sido y es la estrategia que fundó la revolución venezolana, vale decir “Bolivariana”, para abrir cauces de discusión y proyección, al mismo tiempo, de una nueva política fundada en los principios del poder constituyente originario del pueblo que es la característica de este proceso que hoy tiene 15 años en el Gobierno, que no es el Estado.

Así cuando el presidente Hugo Chávez ganó y promulgó la nueva Constitución Nacional en 1999, no solo reivindicó en el discurso la participación y el protagonismo de los venezolanos sino que además impulsó cuántas estrategias y directrices para que ese sujeto ajeno al poder, se organizara y trabajara en función de crear un nuevo orden político que garantizara precisamente esa facultad soberana.

Decir que la soberanía reside en el pueblo fue una carta blanca utilizada en el pasado para elegir y reelegir representantes mediocres que solo satisfizo los deseos de la clase minoritaria rica y especuladora, siguiendo la línea unidireccional de la política de los Estados Unidos, antes y después del Consenso de Washington.

Ahora bien, la revolución bolivariana conquistó la voluntad del pueblo al garantizarle la voz, el voto y el espacio para que esta sea expresada y tomada en cuenta, pero hubo ensayos y errores, propios de una transición en la que se mueven intereses bien o mal intencionados, y nadie tiene la verdad en sus manos.

Al principio se hablaba de instituciones nuevas como los Consejos Locales de Planificación Pública, no obstante el vicio de los alcaldes, concejales y técnicos que servirían de apoyo político, legal y económico para las comunidades que presentasen proyectos se desvió para manipular a dirigentes sociales, alterando la idea original de transferencia de poder al pueblo.

Posteriormente, surgen los comités populares, mesas técnicas de distintos ámbitos que afecten a los sujetos sociales en las zonas más deprimidas del país. No se duda su éxito relativo, pero la fragmentación dio paso a la inconcreción de proyectos macros y los intereses individuales quedaban libres para imponerse al calor de las discusiones.

Luego los consejos comunales, las comunas y ahora las alianzas que, si bien constituyen las bases de la creación del nuevo Estado Comunal ya definido en el Plan de la Patria, pueden quedar en la inactividad al tomar en cuenta el poder, especialmente económico, que conserva el viejo establishment: Alcaldías, gobernaciones, ministerios “del poder popular”, incluso parlamento nacional, asambleas estatales y consejos municipales.

Los espacios que se disputan entre el pueblo y la burocracia dejan un pequeño margen al primero, a costa de los avances necesarios para que la toma de decisiones realmente dependa del pueblo, y es allí donde la Revolución Bolivariana corre su mayor peligro. Seguramente se dirá que no es el único riesgo, ciertamente es así, pero lo que se trata es de restituirle el poder al pueblo, y parte de ello, se logra en la definición, creación, apertura y defensa del Poder Popular, es decir el Estado Comunal. Claro está que en la definición es necesario incluir la formación permanente de los sujetos que hacen posible este factor organizado, así como también de los miembros del gobierno que trabajan directamente con el pueblo, es una relación dialógica.

agnosticodg@gmail.com
Comunicador Social/ Docente


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