Estremecer al mundo: Entre lo culto y lo popular

 Hablar, a estas alturas del partido, de un género popular y otro culto podría significar un verdadero dislate. La impronta del concepto oligocrático de cultura expresa  en esa clasificación su visión más excluyente, y de una  perspectiva limitada, o para decirlo en una auténtica antinomia: se incluye para excluir, aún más. Se trata de La Enciclopedia del Estudiante. Tomo 15. Literatura española  e hispanoamericana. 2006. Buenos Aires. Editorial Santillana. Trata de dos literaturas: una culta, cultísima, y otra popular. Una escrita y otra oral.

El libro constituye un disfrute intelectual, un gozo visual, un mágico encuentro con la palabra, particularmente para quienes pudieran ir de regreso al reencuentro con aquellas lecturas de adolescencia entre piedras y combates, de la década de los años setenta. En la parte preceptiva del tópico se puede leer: Literatura popular y literatura culta. Llamamos literatura popular al conjunto de manifestaciones  literarias que el pueblo adopta como propias y en las que, a menudo, participa creativamente de forma oral. Frente a ella, la literatura culta se caracteriza por tener un autor conocido y por transmitirse fundamentalmente de forma escrita.

El sustento conceptual, que sobre cultura expresa semejante diferenciación, cabalga la esfera de las Bellas Artes y las Humanidades. El viejo concepto de cultura como arte, ciencia o literatura, que diría Ludovico Silva. Y lo  peor, el pueblo acoge manifestaciones para hacerlas suyas. En consecuencia, un coñazo de desposeídos, que decidió, en un determinado momento, adoptar la palabra, y su participación apenas es oral. Gracias a Dios, por lo menos, asomaron lo de creativamente. Por esa rendija se puede colear un elemento fundamental que es la condición de demiurgo. Expresada en aquello que escribiría nuestro Aquiles Nazoa: Creo en los Poderes Creadores del Pueblo. Creo en la poesía y, en fin, creo en mí mismo, puesto que sé que hay alguien que me ama

Según la caracterización que hace uno de los nueve autores que participan en la escritura de tal obra, es posible deducir que los chismosos y chismosas son los literatos populares de mayor celebridad en el mundo. Parla, parla, parla. Lo diametral opuesto es  escribir  y, por supuesto, de autor conocido. Aún quienes escriban y no se conozcan serán, en todo caso, unos anónimos letrados y, de seguro el pueblo, siempre carente de autoría. Enredadito el asunto. La historia de la cultura, según la citada clasificación, transita antes de la escritura y luego de la escritura: La oralidad define lo popular; lo culto lo define la escritura. ¡Analfabetas de todos los países del mundo, uníos! y comiencen a escribir porque de lo contrario quedaréis incultos hasta que la muerte los separe. Las consecuencias teóricas-prácticas de tal clasificación resultan dramáticas.

Limitar lo popular a lo, exclusivamente, oral constituye un desastre teórico-conceptual. La oralidad hizo su aparición,  de seguro, en un determinado momento del desarrollo de las fuerzas productivas y su salto cualitativo hacia la escritura no resultó otra cosa que una maravillosa continuidad histórica, hasta alcanzar hacer un todo, una totalidad. Al llegar a una relación dialéctica e, intrincadamente, antropológica, la escritura es oralidad gráfica y la oralidad escritura sonora. Y todo ese proceso significa un hecho socio-cultural multidimensional. No puede ser culto lo exclusivamente escrito y de autor conocido. Tampoco puede ser culto lo únicamente oral. Las variaciones que se suceden con la oralidad no son otra caso que versiones, válidas, es cierto que las versiones escritas son menos, pero existen. Las variaciones constituyen lecturas de las obras y la particular forma de entromparlas. Lo vital, según George Lukács, es la totalidad y en este caso es válido trasladar su visión de la formación económica social

El sustrato de la anterior caracterización, literatura popular y culta, parece contener y expresar la heredad epistemológica del concepto oligocrático de cultura, las obras nobles de la humanidad: las artes, en su sentido clasista. Son manifestaciones, ojo, culturales y de literatura, que el pueblo arroga, ampara, adopta como propias, la hace suyas, andaban extraviadas, aviesas. En otras palabras, tales expresiones ni siquiera son creadas por ese pueblo. Seguramente tales expresiones vienen de los montes áridos y el pueblo, que está allí quietecito, sin moverse, zas, las atrapa y las hace suyas. Manifestaciones, quizás bondadosas, algo inocentes, pero que recitan la letra de la canción popular: …yo no tengo madre, yo no tengo padre, yo no tengo a nadie que me quiera a mí… Auténticas manifestaciones huérfanas y un pueblo, también desamparado, culturalmente hablando, las acoge, las adopta. Fin de mundo.

Lo popular se considera, generalmente, en términos de su extensión cuantitativa. Y ello no deja de ser válido pero no única. Otra lectura de lo popular se coloca en lo que pudiera brindarle sentido de pertenencia a una comunidad étnica. Lo popular pertenece a la cosmovisión, a una manera común de asistir a la vida. Y es allí donde se encuentra el sentido cualitativo de lo popular. Por supuesto, ello tiene consecuencias de extensión numérica pero unida a una cualidad cultural que define y caracteriza un específico ser social. Esta comunidad étnica es en tanto que… Este ardid matemático está dedicado a los rancios positivistas.

El problema podría tener su asiento en la visión y en el concepto que se maneje de cultura. Cada postura, posición, gesto, enfoque, perspectiva, visión, o punto de vista; un ápice de la expresión del ser social en su contexto histórico determinado lleva implícito una concepción cultural. No obstante, a la noción de cultura popular le ha ocurrido como a otras nociones de las ciencias sociales. Comenzó apareciendo con minúscula; tuvo dificultades para que se la reconociera en el saber académico; luego se la exaltó e idealizó al punto de escribirla con mayúscula; finalmente, de tanto usarla, su significado se volvió errático y acabamos escribiéndola entre comillas (Canclini, s/f). Al parecer, las categorías, que alguna vez fueron revolucionarias se transformaron en reaccionarias u olvidadas. La caída del Muro de Berlín también tuvo sus consecuencias lingüísticas. El neocapitalismo impuso su lenguaje pero la categoría, culturas populares, hace su aparición en la Venezuela del año 1999.

En la Venezuela del siglo XXI, el tema alcanzó  consideraciones de carácter fundamental. En las historia de las Cartas Magnas desde 1811 hasta finales del siglo XX, en un total de 25 Constitucionales, en ninguna se había incorporado un noción semejante. La palabra cultura en la Bicha del año 61 sólo aparece 4 veces en quince artículos que se relacionan con el campo cultural. El término en la Bicha del año 1999, entre el Preámbulo y las 4 unidades normativas que se refieren al tema cultural, aparece 17 veces. Pero se encuentró algo, que tiene una contundente significación, se trata del siguiente texto constitucional, el cual precisa: las culturas populares constitutivas de la venezolanidad gozan de atención especial, reconociéndose y respetándose la interculturalidad bajo el principio de igualdad de las culturas, (Art. 100. CRBV.) Quien no entienda la dimensión de esta disposición constitucional, váyase al carajo.

¿Qué acciones impone y exige, en materia de gestión pública cultural, tal precepto fundamental? Una de las líneas estratégicas de la política cultural pública debe ser la Investigación Cultural, a nivel de los municipios, los estados y nacional. En consecuencia, proponemos el registro y actualización de los Calendarios de Fiestas Populares Residenciales. El censo y registro de las cultoras y cultores populares. Emprender su historia de vida. Publicarlos, en su más amplio sentido y iniciar un programa, que podría llamarse: Sentido de Pertenencia. Todo ello bajo un amplio concepto de Identidad-Diversidad Culturales. No podemos seguir mascullando poemas indecibles e irrealizables. Poesía viene del griego antiguo poiesis, que significa creación, aprendimos de Ludovico Silva. Esto que se llamó Revolución se la está comiendo los horrorosos precios, la ausencia de creación, los corruptos y los eunucos mentales. Diría el Apóstol, José Martí: de vez en cuando es bueno estremecer al mundo para que lo podrido caiga a la tierra.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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