Los pueblos militan e inocentes sufragan de unos partidos a otros partidos, de una ideología a otra y van quedando rezagados; siempre el Estado no le pertenece, lo alquila por una paga barata, limosnera, por la demagogia que envuelve al político de oficio y no de hecho. Proliferan, pululan trajeados de sus exóticos coloridos, atrayentes y despampanantes propagandísticos que inspira la ilusión del condenado, que fungen como el atrapa moscas o como telaraña política que teje e inutiliza de toda movilidad al libre pensamiento.
Lo encausa al delirio del fanatismo dejándole postrarse sobre la acumulada ignorancia necesaria que permita con frígida flacidez mantenerle en ese estado de descomposición y al margen de su real naturaleza política. Dos como mucho son las primarias tendencias mundiales que se disputan el reclutamiento, a saber, se le denominan: Derecha e Izquierda; una, la derecha, con el sumo descaro protagonista del capitalismo-neo-liberal, responsable único de todo el desastre que azota a la humanidad, otra, la izquierda controversial, con pasos no heterodoxos, reparos e intenciones no conclusos e idos desproporcionalmente de consignar el Estado Pueblo. Nace a final del Siglo XX e inicios del XXI un coadyuvado socialismo pueblo, se da un vuelco a la metodología de cómo hacer política; insurrecciona un líder desde las entrañas del pueblo venezolano.
Chávez pasa a revolucionar todo el espectro de una desacreditada y descompensada derecha, y de una izquierda adormecida en su lecho letal de la conformidad y de los pactos desleales contra el ideal y en contra un pueblo avasallado. Chávez aglutina fuerzas pasionales y de lucha, antes imposibles de imaginar, el pueblo se desboca con fiel esperanza de borrar 40 años de suplicios y reiniciar la independencia frustrada por la oligarquía felona y reinante desde el 17 de diciembre de 1830 al 6 de diciembre de 1998. Nace entonces la firme posibilidad a punto realizable de consignar al pueblo el poder: Constitución, poderes: Ejecutivo, Legislativo, Electoral, Judicial y Poder Popular como irrevocable en su derecho a suplir instancias burócratas y a ejercer el Poder
