Volver a Chávez ¡Ultraje de cuadros e ideas!

Recientemente, en una tarde de brisa fresca, se escuchó un rugido espeluznante. Provino de las entrañas de la tierra en aquélla ciudad de raídos techos rojos. La tierra se movió, las calles se agrietaron, los semáforos se inmovilizaron. Todo se paralizó; sólo la angustia y el terror movió a los espíritus expectantes.

Los rumores circularon rápidamente. Las redes sociales se congestionaron: ¡Fue un terremoto! ¡Quizás los efectos del experimento nuclear allende los mares! ¡La ira de los dioses se desató en la tierra de Guaicaipuro! Fotos más y fotos menos alarmaron a muchos; otras provocaron risa como la del boquete por donde resbaló el petrimete con silla y todo, suerte que sufrieron también otros parlamentarios y funcionarios asiduos al Palacio de Misia Jacinta. Nadie sabía nada; ninguna explicación oficial.

Todo se congestionó mientras el miedo circuló libremente. La locura fue total. Mientras retornaban a sus hogares, el silencio se interrumpió con el ruido infernal de los vehículos oficiales que circulaban a alta velocidad. Se detuvieron sólo en dos lugares: en el Mausoleo y en el Cuartel de la Montaña. Desplegaron inmediatamente la OLBCH; interrogatorios, allanamientos y detenciones no se hicieron esperar. El motivo: habían desaparecido los cadáveres del Padre de la Patria y del Líder Gigante de los humildes y del Socialismo.

Las conjeturas no se hicieron esperar. ¡Se los robaron por órdenes del lechugino! ¡Quizás fue un traidor disfrazado de rojo rojito! ¡A lo mejor fue una banda de guarimberos manitas blancas! Mientras esto acontecía en la convulsionada Caracas, en la humilde casa de Matías, guardián del Guaraira Repano, conversaban animadamente dos viejos amigos mientras degustaban una exquisita taza de guayoyo.

El parlanchín comentaba: "Otra vez la misma afrenta; la marmolización, el desprecio. Apenas si tuve tiempo para ordenar y acompañar la investigación de tu probable asesinato mientras que los míos, a quienes encargué investigasen la inoculación del cáncer que me separó violentamente de la revolución, recularon". "Así es -respondió el hombre de frente amplia- las revoluciones son asunto de valientes y consecuentes con el proyecto libertario, dignificador de los más humildes. Yo lo inicié y no lo pude concluir por mi temprana muerte temprana; tú lo retomaste y tuviste igual destino. Nuestros aparentes seguidores extraviaron el camino".

Se quedaron pensativos. De repente y al unísono, afirmaron: "Aramos en el mar. Retornaron los siglos de calma, la postergación del sueño de millones. Santander y Páez pactaron de nuevo". Bebieron un sorbo de café mientras escuchaban, a lo lejos, ladridos de perros. "Son cazadores -les dijo Matías-; sigan".

"El pueblo es instrumento ciego de su propia destrucción cuando escoge la ignorancia y no la sabiduría" -afirmó el más viejo- "Ciertamente -comentó el coplero- estudié hasta el agotamiento, invité a mis colabores a hacer lo mismo, tal como hizo el Che. Divulgué tus ideas y también las de Martí, Rosa, Mariátegui, Zamora, Rodríguez. Sé que los humildes aprendieron y fortalecieron sus conciencias pero ése, nuestro esfuerzo, se extravió. La estulticia y la frivolidad copan los espacios del debate. Tu Patria, que es la nuestra, Bolivariana y Socialista, se postergaron nuevamente. Triunfó el capitalismo; no supimos derrotar la enajenación de la hegemonía burguesa".

Cabizbajos, hicieron silencio. Al elevar sus miradas los ojos penetraron la profundidad de sus almas mientras una tierna lágrima surcó sus cansados rostros. El abrazo de la historia en la ternura de Padre e Hijo se trastocó en luz refulgente, en eternidad sublime.

Matías despertó bruscamente; la conversación lo adormeció un instante. Los perros ladraban cerca; era señal que alguien se aproximaba. Abrió la puerta y allí estaba la OLBCH interrogándolo si había visto pasar por allí a dos cadáveres. Sorprendido, ocultó lo vivido.

Pasaron los días, las semanas, los siglos. Los cuerpos de Bolívar y Chávez nunca aparecieron. Sus ideas, sí; reposan, momentáneamente, mientras los millones de bolivarianos y chavistas auténticos secan sus lágrimas por tanta afrenta y traición. La Estrella Gigante les ilumina desde el firmamento para esparcirlas, espada en mano, por todos los rincones del planeta.

elgaropa13@gmail.com

 



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