Del docente y luchador Roberto López Sánchez

Presentaron el libro "El protagonismo popular en la historia de Venezuela", en la FILVEN 2015

Roberto López Sánchez y Amilcar Figueroa en la Filven 2015

Roberto López Sánchez y Amilcar Figueroa en la Filven 2015

23 de marzo de 2015.- El pasado viernes 20 de marzo se presentó en la sala Jacinto Convit del Museo de Ciencias, en el marco de la FILVEN 2015 celebrada en Caracas, el libro "El protagonismo popular en la historia de Venezuela", de Roberto López Sánchez, publicado por la editorial Trinchera y presentado por Amílcar Figueroa.

El proceso de transformaciones sociopolíticas que atraviesa Venezuela a partir del triunfo electoral de Hugo Chávez en diciembre de 1998 ha sido presentado por las fuerzas opositoras como un rayo en cielo despejado. Como si la sociedad venezolana hubiera marchado por décadas en perfecta armonía social, como si las contradicciones y conflictos de orden político, económico, social y cultural hubieran sido hasta ahora cuestiones de escasa relevancia en el país, quienes se opusieron a Chávez, y ahora al gobierno de Nicolás Maduro, acusan al chavismo de haber dividido a la sociedad en pobres y ricos, en oprimidos y opresores, de fomentar un odio de clase nunca antes visto en estas tierras, y de azuzar un enfrentamiento entre clases que no tendría precedentes históricos.

Esta presentación de la realidad hecha por los opositores a Chávez y a la revolución bolivariana es, en el mejor de los casos, inexacta, y muy probablemente, tendenciosa.

Nuestra historia es exactamente todo lo contrario a como pretenden presentarla ahora. Si algo ha destacado en Venezuela desde la época colonial es precisamente el espíritu de rebeldía de sus pobladores. La lucha de clases en Venezuela no la inventó Chávez, como tampoco la inventaron los historiadores, marxistas y no marxistas, cuando realizaron sus estudios durante los siglos XIX y XX.

La confrontación entre grupos sociales antagónicos existe desde la época colonial, presentándonos un panorama de rebeliones populares reiteradas a lo largo de los siglos, cuyas repercusiones en lo social y cultural han incidido en el proceso de cambios que hoy atraviesa Venezuela. Como pretendemos argumentar con el presente ensayo.

El proceso que encabezó Hugo Chávez hasta 2012, y que hoy dirige Nicolás Maduro, constituye la reiteración de un proceso de insurgencia popular que se inició en Venezuela desde finales del siglo XVIII. La crisis de la sociedad colonial en Venezuela permitió la irrupción protagónica de las masas populares en nuestra historia. Y desde esa época hasta el presente, el pueblo llegó para quedarse, pues cada vez que un régimen político se ha colocado de espaldas a los intereses populares, la insurgencia social ha vuelto a manifestarse por medio de reiteradas revoluciones políticas que en su momento han desplazado del poder a la elite dominante.

Nuestra historia está caracterizada por las continuas revoluciones políticas en las cuales un grupo insurgente de raíces populares derroca al previamente existente. Así ocurrió en el proceso independentista, y continuó con la Guerra Federal en 1859-1863, con la Revolución Restauradora de los andinos en 1899, con la revolución democrática en 1945 y 1958 y finalmente con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia en 1999, aunque en éste último año el desplazamiento de la elite en el poder se haya realizado mediante un proceso electoral (a diferencia de todas las revoluciones previas en las cuales la violencia fue la determinante para la sustitución de las élites en el poder).

El chavismo no ha dividido a la sociedad venezolana. Ella siempre ha estado dividida, como lo están todas las sociedades del mundo capitalista globalizado. Lo que ha hecho el chavismo es retomar las ancestrales tradiciones de lucha popular, apoyándose en el discurso crítico que el movimiento revolucionario venezolano elaboró durante la década de los ochenta, y en la propia protesta social de esos años. La lucha popular está inseparablemente ligada al nacimiento de Venezuela como república.

La lucha popular en Venezuela, manifestada desde hace más de dos siglos, alcanzó considerables logros en la guerra de independencia y en la guerra federal, al destruir el bloque social dominante del período colonial y a sus herederos del período republicano, contribuyendo a fortalecer el espíritu igualitario que anida en todos los habitantes de estas tierras, y enraizando los principios democráticos que forman parte fundamental de nuestra cultura.

El proceso de independencia permitió la irrupción del único proyecto nacionalista burgués de nuestra historia, el enarbolado por Simón Bolívar y sus seguidores, quienes perseguían la construcción de una superpotencia hispanoamericana que enfrentara de tú a tú a las grandes potencias de la época y garantizara nuestro desarrollo soberano e independiente. La República de Colombia, la independencia de un inmenso territorio desde Venezuela hasta Bolivia, y el Congreso de Panamá, fueron las más destacadas realizaciones de este proyecto.

El triunfo federalista en 1863 aplacó por varias décadas la participación popular en el proceso histórico venezolano, al hacer suyas constitucionalmente las consignas fundamentales que en 1781, 1812-1814, 1816, 1846 y 1859 se habían enarbolado como objetivos de la lucha del pueblo. Así lo reconoce Germán Carrera Damas al afirmar que “los sectores populares y los ex­-esclavos habían salido de la escena política por obra de los logros sociopolíticos de la Federación” (Carrera Damas, 1995: 13).

Pensamos que esa lucha popular no se revitalizó hasta 1928, cuando en un contexto social transformado por la explotación petrolera y la consolidación del Estado burgués, la lucha social resurgió nuevamente planteando las mismas aspiraciones democráticas e igualitarias que habían caracterizado al siglo XIX.

Sin embargo, en la propia Revolución Liberal Restauradora encabezada por Cipriano Castro en 1899 se produjeron escenarios de lucha nacionalista como fue la confrontación contra la conspiración de la denominada “Revolución Libertadora”, mezcla de los intereses de banqueros y comerciantes criollos y de las aspiraciones imperiales de las compañías y potencias europeas y de los propios Estados Unidos.

Luego de las jornadas de lucha que encabezaron estudiantes, jóvenes oficiales y activistas obreros en 1928 contra Juan Vicente Gómez, al fallecer el dictador en diciembre de 1935, se produce un renacimiento de las luchas populares en Venezuela, que van a determinar los acontecimientos políticos en el siguiente medio siglo.

1936 fue el año estelar de este renacimiento del movimiento popular, influido ahora por las teorías revolucionarias marxistas. La revolución de octubre de 1945 permitió finalmente alcanzar las consignas democráticas decimonónicas, y el 23 de enero de 1958 consolidó dicho logro en un sistema democrático representativo. Este proceso de nacimiento de la democracia burguesa en pleno siglo XX tuvo entre sus características las manifestaciones insurreccionales del pueblo caraqueño y de otras ciudades del país, cuyas fechas más significativas fueron el 14 de febrero de 1936, el 18 de octubre de 1945 y el 23 de enero de 1958. Junto a esta participación popular, se manifestaron igualmente rebeliones militares de la joven oficialidad comprometida con proyectos de transformación social, como ocurrió en 1928, 1945, 1952, 1958 y 1962.

La democracia liberal burguesa surgida de los acontecimientos de enero de 1958, nació traicionando los intereses populares. El Pacto de Punto Fijo significó la hipoteca de todas las posibilidades de cambio implícitas en el nuevo régimen. Y nuevamente las fuerzas populares intentaron realzar los intereses de las mayorías, recurriendo a la lucha armada, pero los errores cometidos por el vanguardismo y el oportunismo de una dirigencia incapaz y tránsfuga condujeron a una derrota cuyas consecuencias durarían décadas.

Luego de tres décadas de hegemonía partidista y democracia liberal burguesa, el 27 de febrero de 1989 el pueblo nuevamente se hizo presente en nuestro proceso histórico. Ya estaba anunciado por el resurgir de la lucha social desde mediados de la década de los 80. Y el régimen respondió desatando la más sangrienta represión de la Venezuela del siglo XX.

El 27-F hizo renacer el espíritu de lucha que dormitaba en la memoria histórica de nuestro pueblo. A partir de febrero del 89 Venezuela comenzó a ser otra. El protagonismo popular, usurpado por los partidos políticos puntofijistas, recobró su identidad propia. Y la represión gubernamental dividió definitivamente al país en dos, como había ocurrido antes en 1812, en 1859 y en 1928. La reiterada lucha popular manifestada entre 1987 y 1991 aportó el discurso y la justificación que necesitaban los militares que insurgieron en 1992.

Las decenas de venezolanos que ofrendaron su sangre en las calles de la patria, los centenares de heridos, detenidos y perseguidos, las organizaciones populares que valientemente, sin mayor apoyo de la izquierda institucional y de los intelectuales “progresistas”, conducían la conflictividad social, enfrentando la opresión y la corrupción de un régimen que se había colocado totalmente de espaldas al sentir popular, fueron los grandes creadores del proceso de cambios iniciado a partir del 27 de febrero de 1989.

Pretendemos con el presente trabajo presentar un breve repaso por las diferentes facetas de ese protagonismo popular a lo largo de nuestra historia, intentando suministrar las herramientas básicas para un análisis global del proceso político que actualmente atravesamos. Creemos que en el seno del pueblo venezolano existen, como legado del pasado, una serie de elementos culturales y sociopolíticos que nos colocan como una sociedad donde la conciencia de igualitarismo social y de derechos democráticos de la población están profundamente arraigados, y aunque hay momentos en que dichos valores permanecen aletargados, pudiendo durar décadas así, también constituyen una reiteración histórica las revoluciones políticas[3] y los alzamientos e insurrecciones populares. Lo único nuevo en el proceso chavista es que los cambios, por ahora, se han dado sin que haya mediado una confrontación violenta[4].

Es imprescindible reescribir nuestra historia; lo que se conoce es la versión burguesa de la misma. No podemos elaborar una propuesta de cambios basándonos en interpretaciones que son movidas por intereses ajenos a los de las grandes mayorías populares. Postulamos un conocimiento histórico que reivindique nuestra identidad latinoamericana, para volver a creer en nosotros mismos, valorar nuestras culturas y poder crear las condiciones de soberanía que permitan el desarrollo y el bienestar tanto material como espiritual de nuestros pueblos. Cada pueblo, al encontrar sus propias raíces, construye su identidad y busca afirmarse e insertarse en la historia mundial con su perfil original. Recuperar la memoria histórica de los oprimidos es una de las tareas teóricas principales de esta hora de cambios.


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