Como sucede en el ámbito jurídico también ocurre en el comunicacional, donde a veces suele prevalecer, en el primero de los casos, la verdad procesal jurídica, sobre la realidad, real. En este que nos ocupa podríamos decir que muchas veces la realidad mediática o comunicacional establece prelaciones sobre la realidad real, y suele proporcionar este tipo de salpicaduras efectistas e inmediatas, momentáneas, genuinos artículos de desecho para engrosar la desmemoria.
Sin embargo, existen otro tipo de encuestas que se llevan de forma continúa, pertinaz y directa en su sondeo y cuyos resultados distan mucho de describir realidades complacientes, digamos, del tipo predecible, y que además son sospechosas de ser manejables que más bien parecieran describir una especie de mundo ideal y utópico, como los descritos por Aldlous Huxley en Un Mundo Feliz.
Esta es la encuesta que a diario responden el ciudadano común, de a pie, el taxista, el hombre del quisco de periódicos, el ascensorista, el portero, el conversador anónimo y espontáneo que surge en la barra de café de cualquier panadería, la señora que cada mañana se desplaza por las calles de la ciudad para hacer las comprar del hogar. Todos, en una medida u otra al hablar de la ciudad expresan en su conversación o dejan caer un comentario su verdadera frustración porque significativamente es muy poco lo que ha cambiado Valencia desde que el alcalde Parra asumió la Alcaldía. Para nada se ha visto en escena lo prometido por aquél candidato que en entrevista suscrita por el Frente de Comunicadores Bolivarianos de Carabobo, realizada por el periodista Johnny Castillo y quien suscribe estas líneas, publicada en este mismo portal de Aporrea, el 06-08-2008, en la que prometía ponerle fin a los 200 años de dominación oligárquica en la ciudad. ¿ Qué otras cosas más prometió? En realidad la lista es larga.
Esa encuesta de calle, del día a día, traduce el sentimiento colectivo del valenciano. La misma que asegura que desde que el alcalde Parra inició su gestión, Valencia sigue sumida en el caos que prevalecía en el gobierno de su antecesor. Es la misma encuesta que da cuenta de que la ciudad, para una nutrida mayoría, se hunde presa de sus mayores caos: suciedad, tráfico, contaminación ambiental, contaminación sónica, con niveles alarmantes, ambiente anárquico en las calles, alumbrado público, mediocre recolección de los desechos sólidos, y un sistema de transporte público deshumanizado y carente de normativas, que parece importando de Tumbuctu. Una ciudad que cada día se aleja más y más de su concepto civilizatorio para irse convirtiendo en una aparente tierra de nadie.
Ignoramos si el alcalde Edgardo Parra fue sorprendido en su buena fe, y le vendieron una encuesta maquillada. En todo caso esta representa uno de sus movimientos erráticos. En este caso la única recomendación que cabe es envíarla a auditar, con una institución de prestigio como la cátedra de post grado de mercadeo de la Universidad de Carabobo u otra con similares credenciales. Porque como históricamente ha asegurado el escritor Gabriel García Márquez, la realidad siempre suele superar a la imaginación, y este caso no sería la excepción.
Otros de los movimientos erráticos en la gestión del alcalde de Valencia y por demás emblemáticos fue el presentado por el caso de las toninas. Con todo aquél viacrucis comunicacional que representó el hacer efectivo un acuerdo entre el Ministerio del Ambiente y la República de Corea del Norte. Algo que debió cuestionar desde el principio el mismo alcalde para quien deben prevalecer los intereses y no en hacer ver –como hizo al principio de la polémica- que era un acuerdo ministerial sobre el que él poco podía hacer. Tuvo que morir Ulises para salir a decir que la última tonina que quedaba, hasta ayer, no iba para ningún lado. Hoy ya muertas las dos, Ulises y Artemis, las miradas colectivas por aquello de los sentimientos despertados recaen sobre su gestión.
El tercer caso que vamos a citar es el referido al Metro de Valencia, desde hace muchísimo tiempo que la colectividad valenciana se viene quejando no sólo de la lentitud en la ejecución de sus obras, sino de la carente planificación urbana existente en los pasos de obra, y sus alrededores. Parra al final del túnel cree ver una luz, y anuncia la apertura, con o sin Metro de la avenida Bolívar Norte, no habían pasado 24 horas cuando le jalaron las orejas en Caracas, parece ser en pleno Consejo de Ministros y no le quedo otra que dar marcha atrás a tan temerario proyecto. Quizá el alcalde Parra esté fraguado en intrincada lucha contra los 200 años de oligarquía, entretenido en esa entelequia como el Quijote luchó inútilmente contra los Molinos de Vientos que en un momento delirante confundió con gigantes amenazadores. En todo caso nadie ha visto retroceder a la oligarquía de la Alcaldía de Valencia, ahora parecen actuar bajo otros perfiles pero todo indica que siguen actuando, y la ciudad como siempre sigue igual 200 años después, sigue incorregible.
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