El Hotel de Aguas Calientes de Ureña requiere con urgencia una inspección del Ministerio de Turismo

Tomando en préstamo del poema de William Osuna el dramatismo de La Calle, “La verdad sea dicha, si este Hotel fuera un hombre dolería”.

El Hotel Aguas Calientes de Ureña fue un emblema de la antigua CONAHOTU como hotel de aguas termales. Era sobrio, cómodo, plácido, muy limpio y bien dotado. Construido en 1957 ha visto decaer el prestigio, el servicio y la calidad como importante sitio de turismo y para propósitos de recuperación de la salud.

No es necesario describir las condiciones de instalaciones y servicio actuales porque haría grotesco el escrito.

Baste decir que requiere una inspección urgente del Ministerio del Poder Popular para el Turismo o INATUR, o simplemente una inspección sanitaria.

Quizás el SENIAT no sabe que allí se violan las disposiciones tributarias. Existe la seguridad que si las autoridades mencionadas y otras como INDEPABIS visitaran estas instalaciones que usurpan la denominación de HOTEL, lo cerrarían para procurar su adecentamiento.

Para encontrar alguna explicación a las precarias condiciones en que se encuentra la institución podrán argumentar que carece de clasificación del Ministerio de Turismo en cuanto a categoría, o que se le concedió en administración a una Cooperativa. Ambos subterfugios piadosos no alcanzan a ocultar que es un establecimiento que no llena los requisitos para explotar el nombre o denominación de hotel en ninguna de sus categorías.

Los ciudadanos que lo administran sencillamente no tienen formación de hoteleros, no están en condiciones de hacer mejor lo que hacen con grandes carencias. Las condiciones de mantenimiento de la infraestructura y de los servicios sanitarios por ejemplo, son deplorables. Y la piscina se encuentra en graves condiciones sanitarias.

No se trata de hacer un escarnio público a la carencia de formación de quienes administran lo que fue un bello hotel. Se trata de exigir que esta propiedad del Estado, es decir de todos los venezolanos, recupere el valor nominal como bien del pueblo venezolano para lo cual se requiere inversión en mantenimiento y dotación de equipos pero por encima de ello, en formación de las personas que asumen la responsabilidad de administrar bienes del estado. La impericia, la negligencia y la falta de disciplina en administración son formas de dilapidar los bienes y activos de la patria.

Para finalizar debe añadirse que el estado deplorable en que se encuentra no se debe precisamente a la oferta de unos precios modestos.

Antonio Rangel C.
mavet456@cantv.net
Mérida, 29 de Julio de 2013.


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