Muy frecuente que un organismo heredado de una administración anterior venga plagado de resabios; más, cuando estos fueron el matiz fundamental de la administración originaria. Y Cormetur (Corporación Merideña de Turismo) venía con el resabio básico de responder a un concepto de turismo malvado por clasista y excluyente, muy alejado del socialismo, preñado de contenido estético alienado, ideologizado, retrógrado, inerte, por el que irían a la hoguera Florencio Porras y Marcos Díaz. Salvo el nombre, este organismo es, detalle más detalle menos, el prevaleciente desde que, por allá la temprana Cuarta, se decretó el “destino turístico” de Mérida y se creo un organismo para conducir a Mérida hacia ese objetivo. Hoy no vamos a discutir si el turismo es el destino manifiesto de Mérida; creemos que no, por lo menos con el concepto de turismo prevaleciente hasta ahora, pero este artículo tiene otro fin.
Pero el mantenimiento o no de los resabios de un organismo heredado, depende del paquete doctrinario de “los que saben de (en este caso) turismo”, sobre quienes suele recaer la conducción de la entidad heredada… y aquí es donde tuerce la puerca el rabo. El concepto de turismo prevaleciente es uno de los contenidos más queridos de la “ideología merideña”, que lo ha venido amasando desde el anuncio a que hice referencia antes: el turismo es el destino de Mérida; y no gratuitamente, porque sus más preclaros guardianes son las clases privilegiadas merideñas que, especialmente desde la “Cámara de Turismo” sacan la gran tajada económica de la actividad, trabajando al alimón con Cormetur.
Cámara de Comercio y Cormetur son los protagonistas del mantenimiento de ese concepto de turismo, del cual es uno de los componentes básicos la pervertida práctica de la diversión mediante la tortura animal. Que nimiedades de las ventajas sacadas por las clases dominantes se compartan mediante políticas como las posadas rurales, la promoción de tradiciones y de artesanías, no modifica para nada el panorama. Lo que una posada gana en un año, lo recoge un hotel en tres días, un empresario de feria en un día, una agencia de viajes en siete, un comerciante en lo que despabila un cura orate.
No tocamos aquí, por extenso, la inveterada acción de matar la gallina de los huevos de oro a que se dedican los establecimientos "turísticos" dedicados a esquilmar a los turistas, otra de las manifestaciones del capitalismo que penetra hasta lo más recóndito el concepto de turismo vigente.
En una oportunidad coincidieron gobernación y alcaldía en manos de “chavistas” (Porras, León) y la gobernación, con más recursos, le metió una mano a la alcaldía, colocando a Cormetur en función de suplir obligaciones de esta. La situación política cambió, pero no así el objetivo que se había planteado, continuando Cormetur cabalgando tareas eminentemente municipales. Era como si no le consiguiesen sentido a su existencia si no cumplía con la función municipal de “embellecer” la ciudad, además de la cercanía ideológica (y de otra naturaleza) de Díaz y Rodríguez, gobernador chavista y alcalde opositor, sobre todo en el concepto de turismo que compartían detalle a detalle. ¡Ven!
Si en enero de 2011 alguien hubiese analizado a Cormetur, hubiese concluido que el organismo había nacido para lo que estaba haciendo, manteniendo los jardines y zonas verdes, en una lucha desaforada contra la exuberancia tropical que hacía que cuando el mantenimiento llegaba al Sur de la ciudad, el Norte ya estaba “enmontado” y con un olor apestoso a corrupción en varias de las tareas que cumplía, tan apestoso como el de la basura que después daría al traste con el concepto de “Mérida, la ciudad más limpia de Venezuela”, y era frecuente que en los “jardines” se amontonasen las bolsas de basura.
Mientras tanto, loas de los turistas para el alcalde opositor, porque en todas las ciudades de origen de los turistas, tener “bonita” la ciudad es tarea del alcalde. Con lo inútil que es Léster B, me imagino la situación de Mérida sin la ayuda “desinteresada” de Cormetur. Lo demostró con la crisis de la basura, que de paso sólo está resuelta a medias, pues se comió al alcalde, al Ministerio del Ambiente y al gobierno regional, salvo que la menor gravedad actual también se achaca al alcalde, olvidando la participación básica del Ministerio y el gobierno regional.
En fin, el gobierno de Alexis Ramírez heredó a Cormetur con todos los resabios adquiridos en tres gestiones de gobernadores “chavistas” y, básicamente, no ha sido des-resabiado. Ha prevalecido el uso histórico del organismo, como si fuese lo natural y existiese para eso, como si no pudiese dedicarse a otra cosa. Pero en verdad lo que ha prevalecido sin objeción es el concepto ideologizado de turismo; si este se pusiese en discusión, bien pronto se le encontraría razón de ser a Cormetur.
En un estado cuyo “destino” es el turismo, cuando sea gobernado según los principios del Plan de la Patria, el concepto de “turismo” tendrá necesariamente que ser revisado. Mientras tanto, hemos venido planteando sólo objetivos políticos tácticos para que la función de Cormetur sea reorientada, sea puesta en función de aportar decididamente al triunfo electoral de diciembre, obviando una discusión que no se puede improvisar ni rematar en un lapso corto.
Se puede hacer, como lo hemos adelantado en otros artículos, donde hemos pedido dejar al alcalde con sus obligaciones y volcar los recursos de Cormetur a las parroquias que pueden aportar los votos para evitar la catástrofe para Mérida que significaría el triunfo del clon de Coproles, Carlos García, carajito que ni sabe donde está parado pero sus promotores fascistas sí, que los recursos que Léster R ahorra de las tareas que le hace Corpoandes lo promueve con unas tácticas dignas de aprendiz de Fouché.
¿Cuáles parroquias de Mérida están definitivamente “congeladas electoralmente” y en cuáles están los votos que permitirían derrotar el fascismo? Se lo diremos en el próximo artículo, adelantándoles que la acción de Cormetur actual se desarrolla exclusivamente en las “congeladas” y excluye las capaces de aportar votos. Y es lo que se quiere, política y coyunturalmente, invertir.