Ya he mencionado en estos escenarios como uno de los mitos urbanos que aquejan a Mérida el agotamiento de terrenos urbanizables en la terraza y sectores aledaños. Clase dominante e instituciones que controlan se han encargado de establecer esa premisa como verdad absoluta, hasta el punto de que con la evidencia en contra delante de los ojos suele ser defendida por la mayoría de la sociedad. De esta manera queda justificada socialmente la tendencia a sustentar el crecimiento urbano en áreas alejadas, deficientemente dotadas de servicios, sin real planificación y control.
Y nada más lejos de la realidad, porque son muchas las hectáreas de terrenos aptos que están sin uso, generando esa modalidad de renta de la tierra proveniente del acaparamiento de tierras urbanas, bien de primera necesidad. Esta, como muchas prácticas dolosas, siempre han gozado de la más desesperante impunidad, reforzando la propensión de las clases dominantes a evadir el uso social de sus capitales, paralizándolas en la práctica de engordar terrenos urbanos. En otras latitudes capitalistas no se permite tal inversión o se desestimula esta propensión, socialmente perversa, mediante el establecimiento de impuestos que superan cualquier aumento de valor de los terrenos. En nuestro caso, los impuestos son ridículos y las normas municipales de cercado, desmonte, mantenimiento, etc. burladas impunemente.
La situación expuesta comenzó a ser modificada cuando el pueblo despertó del letargo histórico gracias a la prédica revolucionaria del Líder de la Revolución Bolivariana. Se produjo una primera ola de custodia de terrenos, salida social y legal contra el latifundio urbano, que condujo a algunas victorias: se expropiaron lamentablemente con indemnización a precio de mercado algunos terrenos y se procedió a la construcción de viviendas. En estos momentos en Mérida comenzó el movimiento de tierra en tres de los terrenos más significativos por los intereses que estaban tras ellos.
Uno estaba destinado a la construcción de un hotel con casino; otro estaba zonificado como de uso escolar, sin proyecto ni futuro, y en cuyo destino actual la alcaldía opositora está jugando al juego macabro con que suele divertirse la oposición, amenazando con nunca dar permiso de habitabilidad a las viviendas que se construyan en él. El último, muy pequeño, lo tenía en comodato la iglesia católica que lo aplicaría a fines sociales, y sigue oponiéndose a la construcción de un edificio porque cuando conviene a los intereses del partido jerarquía eclesiástica, la vivienda digna no es un fin social.
Pero la ola de ocupación de terrenos ociosos remitió, bloqueada por los intereses aunados de la oligarquía merideña, sus instituciones conexas y los gobernantes e intereses revolucionarios que le seguían sirviendo. Las modalidades de salvar los terrenos de invasiones rayó en lo increíble. Generalmente sacaban de debajo de la manga un proyecto de viviendas y trasladaban hacia los terrenos andamios, una grúa y otros artificios de construcción para demostrar la inminencia del inicio de los trabajos que nunca se concretaron; pero se llegó a pagar ocupantes mercenarios que custodiaron los terrenos mientras duró la crisis.
Como el problema de la vivienda en Mérida está muy lejos de resolverse y no todos los necesitados están dispuestos a ser replegados hacia áreas poco dotadas o no aptas, decretadas por la oligarquía como de expansión de la ciudad, estamos viviendo nuevos casos de custodia de terrenos ociosos en la mera terraza y sus valles más próximos, que sin duda se multiplicarán al calor del ejemplo.
Atención, María Alejandra, lo expuesto no era gratis, y el propósito es el de empatarlo con el proceso electoral para alcaldes y concejales. En tu programa, ese que tarda en aparecer pero que es ineludible y terminará en la calle, debes establecer la realización de un catastro fiel de las tierras de engorde, el cambio de zonificación donde sea preciso, plazos exactos y razonables para la realización de los proyectos que han servido para eludir la justicia popular, la declaración de terrenos sólo urbanizables por la Gran Misión Vivienda y, claro, el reordenamiento urbano total de las zonas más alejadas para convertirlas en destino digno.
María Alejandra, ya tu apoyo decidido a los custodios de terrenos debía estar declarado, lo que es mejor que continuar andando por las ramas de la estrategia general y caer en la especificidad del caso merideño. Cada uno de los ocupantes de terrenos ociosos debía estar convencido de tener tu respaldo y el de la alcaldía que puedes llegar a presidir. Es una coyuntura que no se puede desperdiciar. ¡Da el paso! Acompaña esta iniciativa con el anuncio de lo previsto para el apoyo municipal a la Gran Misión Vivienda y las medidas sobre el tema propias de la alcaldía.