Hace cincuenta años, y un trazo de nuestra historia

El 28 de agosto de 1964, Ernestina Duque Maldonado, mi esposa y yo egresamos como sociólogos de la Universidad Central de Venezuela, integrantes de la Promoción Josué de Castro, distinguido científico social brasileño, en el campo de la demografía social, y autor de la obra “Geografía del hambre”.

36 sociólogos y 9 antropólogos recibíamos nuestro título de manos del Dr. Jesús María Bianco, el “Rector magnífico”. Con esta credencial, nos sumamos al cuadro profesional de nuestro país y nos regamos por los distintos caminos de nuestra geografía.

Han pasado cincuenta años; y con nuestra juventud y adultez, ya en el umbral de la vejez, las distintas vicisitudes y angustias que el acontecer del país ha ido sembrando en nuestros corazones. Pero también hemos visto nacer y crecer los hijos y los nietos, nuestra contribución para el amor de la familia y cuota de esperanzas para el país de hoy y de mañana.

Formamos parte de las primeras hornadas de profesionales que llegan a Cumaná, en los albores de la Universidad de Oriente. Médicos, abogados, oceanógrafos, paleontólogos, geólogos, biólogos, farmaceutas, químicos, físicos, matemáticos, ingenieros, bioanalistas, psicólogos, educadores, trabajadores sociales, antropólogos, sociólogos, economistas, administradores,…vinieron a contribuir con sus luces para que “La Casa de Cerro Colorado” se convirtiera en “LA CASA MAS ALTA”. La Universidad de Oriente, que en su historia se ha convertido en factor fundamental de la vida del Oriente del país; de modo que puede hacerse el inventario de realizaciones de estos pueblos bajo la referencia de antes y después de la Universidad de Oriente, dispersa en sus cinco Núcleos por la vasta geografía oriental.

En los avatares de nuestra historia, al unísono del ejercicio de la docencia y la investigación en las aulas universitarias vivimos inmersos en la Venezuela de cambios fundamentales, en su inestable vida política, a la sombra de la torre de petróleo, bajo la escudriñadora presencia de insaciables potencias extranjeras, gravitando siempre como aves de rapiña sobre nuestros valiosos recursos naturales.

Años de protestas universitarias, desde la década de los sesenta, cuando la vida estudiantil era motorizada por altos ideales que eran necesario alcanzar para una nueva Venezuela, de signo distinto a las materializaciones del pasado.

Años de la pugna abierta entre capitalismo y comunismo, en el ámbito latinoamericano, ideales anidados profundamente en la  mente de quienes se abrigaban bajo el manto de estas tendencias contrapuestas.

Años de impulsar la nueva Universidad, más allá de los ya decadentes principios reformistas de Córdoba, y con las nuevas, hoy olvidadas, inquietudes del mayo francés, para plasmarla además de popular y democrática, como asiento de desarrollo científico y faro de luz incandescente, para el impulso de las nuevas generaciones hacia un país que soñaba con los alcances del desarrollo social y económico.

Años de combate abierto contra los viejos políticos, que empezaban a dar muestras de entreguismo hacia los intereses de la dominación extranjera y de cansancio de los ideales que motorizaron sus impulsos juveniles.

Años de denuncia y lucha abierta contra la creciente corrupción en el ejercicio de la política estatal, y la entrega a la molicie y el manejo dispendioso de los recursos estatales por políticos inescrupulosos, atentos sólo al enriquecimiento fácil, con la siembra y abono de una semilla, todavía hoy difícil de erradicar.

Años en que después de tantas luchas y sus tremendas consecuencias de muertes, prisiones, torturas y desapariciones, se nos vino encima la inercia en la marcha del país por derroteros, que no fueron los soñados por las generaciones que iniciaron su accionar, con los acontecimientos de 1958.

Y fue un llover sin escampar, una ristra de problemas sin resolver que reflejaban la existencia de un país en bancarrota, y en medio de ese desolador panorama, la Universidad venezolana retrogradando, pidiendo también a grito su real transformación.

Y ante los ideales marchitos, surge de improviso un nuevo llover, se retoman viejos ideales, se insuflan otros nuevos, y en los finales del milenio, se siembra el nuevo pensamiento para motorizar el siglo XXI. La Revolución Bolivariana toma asiento en el país, impulsada por su líder Hugo Chávez Frías.

Es la historia reciente de nuestro país, con nuevas esperanzas; en abierta  lucha las generaciones manirrotas del pasado con los que sueñan y buscan materializar otros ideales, bajo la prédica del socialismo bolivariano del siglo XXI.

Y Cumaná, con su Universidad, también en busca de esos ideales, cuando ahora se apresta a alcanzar sus primeros 500 años, con el mote de “La Ciudad de Oro”, que le señalara el gran soñador, de muerte prematura.

50 años de vida profesional, en el ejercicio de la docencia y la investigación, que parecieran ser nada para la vida de un pueblo; pero que a lo largo de ellos, soñamos, luchamos, creamos y procreamos, en el cumplimiento de nuestro sueños como miembros de un mismo país y una misma sociedad. ¡Venezuela plena!

 

 



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