Maracaibo rumbo a sus 485 años en el peor estado de su historia

Supongamos que sea cierto que Maracaibo cumple años para estos primeros días de septiembre. Más allá de los debates respecto de su fundación, convengamos en que esta sociedad y su espacio geo/histórico que habita echó sus raíces en la ribera occidental del Lago hace casi quinientos años. Sea ésta o cualquier otra la fecha que escojamos para celebrar su efeméride, hay una verdad como el brillo del sol a mediodía: Maracaibo presenta hoy la peor cara de los últimos cien años, en todo caso desde que hay registros modernos de su urbanismo y desde que tiene conciencia de su orgullo regional y de su especificidad como pueblo. Jamás en el recuerdo de los que hoy vivimos la ciudad había padecido una situación parecida.

La situación es dramática. Muchos factores se unen para que la ciudad pionera en muchos adelantos en la historia contemporánea venezolana, cuna de científicos, artistas de todas las especialidades, médicos, deportistas de gloria nacional y mundial, sea hoy un basurero a cielo abierto. Ésta ciudad de luces, de poetas, escritores y artistas, que ha contribuido de manera decisiva al desarrollo de la vida nacional, hoy se encuentra sumergida en el más profundo de los atrasos. De todos esos factores hay uno tan a la vista como el sol o la basura en la calle: todas las explicaciones y salidas para revitalizarnos como pueblo, ciudad y sociedad, confluyen en la responsabilidad de las autoridades municipales y la terrible gestión en los últimos períodos. De manera especial, en los últimos 6 años el deterioro de la ciudad ha sido impactante. Incluso la herencia más reconocida del que se fue, el rescate del ornato y el reverdecimiento de parques y jardines, fue destrozada por su consorte en un dos por tres. Ya ni eso existe; mucho menos algo parecido a un plan de desarrollo urbano o socio/económico o de rehabilitación de barrios.

El PDUL, por ejemplo, que se aprobó en el 2005 para Maracaibo dejó por fuera y sin condiciones de desarrollo urbano al oeste de la ciudad. Hoy requiere de su revisión y actualización; pero más que eso, la ciudad requiere de una idea, de un sueño, de un motivo que ilusione y movilice a lo mejor de sus talentos para hacer la convivencia urbana más vivible. Es obvio que necesitamos de un plan en el que converjan un horizonte compartido y unas formas de lograrlo, pero especialmente nos urge una bandera que nos rescate de la anomia que vivimos y de Eveling.

Hay que rescatar la ciudad de las manos de Eveling. Si, de Eveling. Porque en ella se resumen buena parte de las responsabilidades y competencias que medianamente bien gestionadas no nos harían la vida de la ciudad tan dura. Porque la piratería con la que gobierna la emparenta con aquellos piratas que sembraron terror y desolación en sus embestidas sobre la ciudad en el siglo XVII. Aquellos no sabían de leyes; ella no sabe de sus competencias señaladas claramente en la Ley Orgánica del Poder Público Municipal. Aquellos burlaban los acuerdos; ella desconoce que la mayoría la escogió para que atendiera a la ciudad. Aquellos embestían y dejaban la ciudad destrozada; ella embiste sobre Maracaibo y nos la deja atestada de basura, hecha un caos para transitarla, sin gas doméstico, con las cañadas sucias. Aquellos asaltaban y se iban con los tesoros a Panamá. ¡¡Ella también!!! Maracaibo no se merece esto. La ciudad requiere de una generación de líderes de todo tipo que le cambien el horizonte oscuro que se avizora en manos de la piratería. Brotan experiencias e iniciativas que apuntan hacia esa posibilidad, de las que daremos cuenta aquí, porque hay toda una atmósfera social de descontento y frustración por la situación de la ciudad.

Ya no es suficiente con que tengamos un conserje de la ciudad, porque ni siquiera un mal conserje tenemos. El Alcalde de la ciudad tiene que ejercer un liderazgo social que aglutine recursos, gentes y oportunidades y sume las voluntades y el trabajo de los maracaiberos para que Maracaibo sea una ciudad de buen vivir, decente y moderna, en la que las historias de piratas sean un recurso turístico y comercial y no una tenebrosa presencia en el Palacio Municipal.


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Henry Ramírez


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