Interpreto brevemente a Maracaibo desde la Sociología, Antropología y la Economía

De nuevo las razones familiares me conducen a mi querida Maracaibo, tierra de excelentes poetas, compositores, deportistas, académico y profesionales de gran talla. Todo esto me hace sentir orgulloso y me apega aún más por el amor que siento por aquellas cotidianidades que me envolvían de un gran esplendor de vida entre vecinos solidarios, por aquellas señoras que no se apartaban de la ventana para enterarse de los que hacia el vecino y vociferar a los cuatro vientos que si fulana o fulano tenía una apuesta de suerte que le favorecía su status en el vecindario. Era la tradición del diario vivir, de lo cotidiano, porque había entendimiento, donde allí cabíamos todos y donde las bellas muchachas eran territorios sagrados y respetados. Bochinche entre amigos de esquina unido a los gritos del vendedor de chicha, cepillado o del pregonero que vendía café y el periódico local.

La cocina de la dueña de casa siempre apartaba un rico menú tradicional, bien de plátano maduro con queso, unido a una rica sopa de costilla o de mondongo y sin falta, una rica caraota con arroz para la vecina del fondo. Esos tiempos, que hoy se han convertido en pequeños espejismos de la historia cotidiana de nuestro entorno pueblerino, hoy no existen en muchas conciencias. La transmisión del rico y sano pasado fue descarriado por la fuerza depredadora del vicio rentístico del petróleo y por la imposición implacable de la globalización. Ya, aquella cuadra no es la cuadra de antaño, donde se acostumbraba a sentarse al atardecer en el frente de la residencia para aliviar un poco la cotidianidad del día.

Este proceso depredador de la historia, de la tradicionalidad, de la cotidianidad fue puesta a la orden del olvido, el tiempo se encargó de despreciar lo que tanto gustaba por el diario trajinar. Mi comunidad familiar, el compadrazgo como instrumento de cohesión social, de unión entre familias, fue sustituida por fieles y compulsivos consumidores del capitalismo acabando con una existencia cotidiana de comunidad por las garras venenosas del capitalismo y hoy, en este preciso momento, acabada por el bachaquerismo que ha venido deshomogeneizando nuestra sociedad costumbrista, de valores para convertirse en valores inextricables.

Otra de mis observaciones, que para nada me han impresionado, pero que invade mi condición de venezolanidad es la circunstancia de la familia. Es evidente, como lo afirmó mi maestro Rodolfo Quintero en su libro “Antropología del Petróleo”, se perdió la familia por imposición de una estructura de poder. En este caso, una estructura impuesta desde afuera, desde un comando muy poderoso que establece las líneas para que sus aliados “venezolanos”, sus acólitos desmembrados de una oposición que tienen como único rumbo que es exterminar el ejercicio bolivariano de nuestro gobierno impulsado por el comandante Chávez y continuado por su fiel seguidor, Nicolás Maduro. “Hay que destrozar el país para que Maduro renuncie y se vaya”, es el diario decir de algunos que no entienden la dinámica social y de cómo se manipula la historia a través de la mentira y la de la conciencia hasta hacerla vulnerable.

El capitalismo depredador está acabando con más fuerza a mi país, se le ve sin anteojos el rostro inhumano por el poder del dólar y el poder comunicacional, con el objeto de apropiarse de nuestros más valiosos recursos energéticos. El Maracaibo que yo deje, en mi última vista, hacen cuatro años, apenas pude apreciar ciertos síntomas de sociedad en plena descomposición donde sus gobernantes de turno se destacan por su ausencia en disposiciones políticas. Era una ciudad abandonada en todo los extremos. Carreteras en mal estado, semáforos sin ninguna función, simple objeto de adorno u obstáculo para detener conductores ebrios. Las principales avenidas, como la Limpia, en total desastre, los espacios públicos, como plazas, parques y cominerías estaban a la orden del día para generar una teoría del desastre político. Cada estructura que veía, identificaba el nivel político de sus gerentes públicos locales.

Pues hoy, en mi segunda visita, he podido notar el fracaso de la idiosincrasia de quien hoy habita este histórico espacio, el sujeto no demanda cambios en su entorno por estar entretenido en otras actividades, ha perdido la sintonía. El rentismo petrolero que genero un tipo de economía, de sociedad y de personalidad producto del modernismo, es evidente que lo haya separado de su  entorno, tal ejemplo, los Consejos Comunales, como figura pública, dispuesta a diseñar las estructuras espaciales para una mejor relación social y acabar con la vieja estructura del capitalismo, no han logrado los tan ansiados cambios de los que tanto hablaba nuestro comandante. Estos entes fueron creados para combatir la perversión cultural del capitalismo y para difundir localmente el plan revolucionario.

El momento que vive Maracaibo, es el momento que vive el país, sumido en una crisis estructural que responde a los intereses del capitalismo en crisis. Una sociedad desintegrada que ha dado pies para que algunos economistas hablen de “crisis económica” o una crisis inducida desde el comando imperial o de una crisis producto del rentismo petrolero en su fase de agotamiento. Una sociedad sumida en una crisis de valores en respuesta a la nueva tecnología globalizada que ha convertido al hombre en egoísta, en consumista desmedido, todo bajo el componente del capitalismo promotor del fraccionamiento. Esta inercia se ha hecho sentir en Maracaibo como ejemplo de ser la segunda ciudad del país en importancia económica.

Maracaibo, en anarquía, es el reflejo intacto de una estructura colonizada con una organización que responde a los intereses del capitalismo con una fuerte influencia de fuerzas colonizadoras donde domina los valores coloniales-imperiales ante un gobierno que lucha contra la especulación, acaparamiento que está desintegrando la normal convivencia de las relaciones entre los vecinos. Es por decirlo a la manera antropológica, se está terminando de extinguir una cultura de pueblo y de convivencia. Aún seguimos respondiendo a las necesidades del sistema capitalista mundial y (repito), donde las estructuras coloniales son la base fundamental para la explotación de nuestras conciencias.

juanpablomitre@yahoo.com.ve



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