Perogrulladas

Carora

Apenas tenía diez años cuando Carora cumplió cuatrocientos…pero recuerdo que, como en la canción de Serrat, recogieron la basura, y las calles antes oscuras se sembraron de bombillas. Fue un gran momento para nuestra pequeña ciudad, el maestro Luis María Frómeta, mejor conocido como Billo Frómeta, le puso ritmo de vals a la lírica del poeta Tulio Noda y nos obsequio con la Orquesta Billos Caracas Boys, con Cheo García como solista, una canción: "Carora". Se inauguró la obra El Rotor, valiosísima creación del pintor y escultor cinético Alejandro Otero; icono de la ciudad.

En esos tiempos, con tan corta edad, salía de que mi tío Fulvio para la casa de mi tía Chelis, a escasas cinco cuadras y tardaba en llegar tres horas. Claro, me iba por la quebrada, por la playa del "musiú", despreocupado, a sacar peces de esos pozos, y hasta bañarme en los mismos. Aprendí a nadar en un estanque grande que se llamaba Lourdes y en el pozo de El Orégano. El quince de diciembre me amarraba una cabuya en el dedo y la otra punta la sacaba por la ventana, para que cualquier amigo la halara y me despertara a las cuatro de la mañana para acudir a la cita del patinaje que representaban las misas de aguinaldo. La Plaza Bolívar tenía en sus bancos arcos de trinitarias y la plaza Torres tenía paredes de cayenas.

Pocos años después anduve por un proyecto tan ambicioso como hermoso: el paseo de Los Ilustres. Podíamos caminar y trotar por un adoquinado dique. Aún no se caía a pedazos la iglesia San Dionisio. Y las ruinas que le hacen esquina, diagonal a la casa del maestro Juan Martínez Herrera aun no eran ruinas. Gracias a este maestro, viví el surgimiento de lo que hoy se conoce como la Red de Orquestas Sinfónicas en la Casa de la Cultura de Carora, donde además, en su fonoteca, disfrute de George Benson, una de las mejores guitarras jazz del mundo. Ví el Concierto de Aranjuez ejecutado por el Maestro Alirio Díaz (Salve Maestro!), acompañadopor la Sinfónica Juvenil del Carora dirigida por el joven maestro Felipe Izcaray. "Hoy se graduó la Sinfónica Juvenil", dijo el maestro Martínez Herrera.

Cuando el sol declinaba, subíamos al Cerro de La Cruz, aún sin la estatua de Don Chío Zubillaga, y disfrutábamos del ocaso con su infinitud de colores relampagueando con el lejano fenómeno del Catatumbo. De allí divisábamos las ruinas de La Pastora, sembrada en esas playas, soportando las embestidas de un rio Morere embravecido por las lluvias, saliendo de su cauce y tomando por asalto lo que por siempre han sido sus tierras de descanso. Teníamos cuatro salas de cine. En una mañana de un sábado presencié en el cine Estelar la película Gimme Shelter de los RollingStones, proyectaron en esos cines las mejores películas del momento. The Godfather con Marlon Brando, The Last Tango in París, con música del Gato Barbieri, galardonada con un Oscar de la Academia y hasta la mítica Cowboy Midnigth, con Dustin Hoffman y Jon Voigth. Salíamos a las once de la noche de la última función. Nos íbamos caminando hasta nuestras casas, casi doce cuadras. Felices, comentando las actuaciones de Liza Minelli, de Richard Harris, de Al Pacino en "Tarde de Perros" o de Robert De Niro en "Taxi Drivers". Mi prima Coromoto Graterol, me envió un recordatorio del cumpleaños de Carora, donde me hablaba del orgullo de ser caroreño. De la Carora que les hablo me siento muy orgulloso.

En la actual suceden cosas muy importantes. El Concurso Internacional de Guitarra Alirio Díaz, por ejemplo. Me enteré que en la Casa de la Diversidad Cultural acontecieron grandes eventos. El Ateneo Guillermo Morón, la Escuela de Música Juancho Querales y la Casa de la Cultura no ceden en su empeño de cambiar nuestro entorno socio cultural. El Caroreño, asumió el testigo de El Diario. Pero… en la actual Carora no puedo ir a los eventos nocturnos del Teatro Alirio Diaz y salir caminando tranquilamente a casa. Visitar el Cerro de La Cruz es una ruleta rusa, si lo consigues abierto. El Rotor no funciona. No hay una sala de cine. La última vez que fui a buscar y comprar unas cucas en Barrio Nuevo me dijeron que no habían porque no tenían harina para hacerlas. Ya no están las crujientes empanadas de Petrona. Ni el pescado frito que ya tarde podías comprar en la plaza Chío. No se me extravió la Carora del pasado, la que busco es la de las costumbres arraigadas, la familiar. La que produce la mejor carne de Venezuela, el mejor queso de cabra, no el de vaca que le colocaron orín de chivo para estafarnos y enfermarnos. Aquella con fuerza industrial y de servicios; con calles y plazas arregladas que se visten de colores e imágenes en navidad. La que no tiene sed, porque la represa de Atarigua es gigantesca, así como la que mientan El Ermitaño y la histórica represa Los Quediches. La que puedo caminar sin temor. Aquella cuya gente conoce a su gente, la importante… y la valora y la respeta. La que no vive de las sobras de la mesa sino que sirve la mesa. La que no se hunde en el egoísmo y empecinamiento de los que pretenden imponer un criterio que lentamente nos va alejando del bien común. Han pasado veinte años de corrupción y diecisiete años más de corrupción … de corrupción de la sociedad. Antes de eso no la conocía. Se han corroído nuestros cimientos. Fuimos creciendo y poco a poco fue naciendo esto que tenemos, la Carora que sigue teniendo la hospitalidad de su gente pero encerrada entre cuatro paredes.



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