La noticia de la muerte de cuatro (4) abominables antisociales, entre ellos el pavoroso azote apodado “El Dominicanito”, fue tomada por buena parte de la sociedad guaireña como un Regalo de Navidad de los cuerpos de seguridad del estado Vargas que el pasado 24 de diciembre en la mañana pudieron ubicar y someter a esa peligrosa banda de criminales en la Urbanización Soublette de la parroquia Catia la Mar.
La acción quedará registrada en las páginas de la historia policial de Venezuela por la intensidad y las armas de guerra utilizadas por los protagonistas y por la curiosa superioridad de los delincuentes que utilizaron armas cortas, largas y granadas para resistir una refriega de más de cuatro horas y media lo que constituye un verdadero record nacional.
La muerte del “Dominicanito”no es cualquier cosa porque se trata de un hombre de una agresividad excepcional, un experto en el manejo de la puntería, casi una leyenda tejida sobre esa capacidad que lo ubicó entre los más temidos en las últimas dos décadas de acción criminal en Venezuela. En todos los círculos sociales del litoral se habla de este suceso como algo insólito, es decir, que es difícil de creer porque el tipo hacia temblar a los policías por su accionar macabro y por su habilidad en negociar su libertad a punta de billetes tal como ocurrió hace algunos meses cuando se fugó del Reten de Caraballeda para aumentar su fama de forajido amparado por comandantes policiales vulgares.
No hay un solo sitio donde no se hable de este escalofriante enfrentamiento navideño donde la banda del “Dominicanito dominó" las dos primeras horas y media con un saldo a su favor de tres Poli Vargas y tres Guardia Nacionales heridos de balas y más de 20 personas civiles lesionados al ser alcanzados por balas, esquirlas y las ondas expansivas de las granadas que los malhechores hicieron detonar.
Tienen razón los que se asombran por este acontecimiento donde se emplean a casi todos los cuerpos policiales para derrotar a cuatro criminales con largas listas de muertos que son difíciles de creer. No es fácil aceptar los grados de depravación moral que deja ver un suceso de este tipo que es digno de ser estudiado con profundidad para fortalecer la seguridad que todas las ciudadanas y ciudadanos merecemos.
La única forma de aceptar estas cuatro muertes como un extraño regalo de navidad es si se produce una investigación a fondo que les permita herramientas a las autoridades para explicar porque permanece en las calles tanta gente sedienta de sangre, cómo obtienen sus arsenales de guerra, por qué actúan libremente para aumentar sus temibles prontuarios, que tipo de protección policial o vecinal reciben, de que tamaño es la desmoralización de los policías que los capturan y el goce del jefe que los suelta en esas fugas fingidas complacientes para que el dolor sea mayor. El verdadero regalo debe ser la reflexión profunda sobre este evento que conmocionó al pueblo de Vargas, cruzar los dedos para que la experiencia sea más provechosa para ese policía que cada día se convence de la difícil tarea que deben enfrentar para que sus ascensos no sean post mortem. Lo más triste es que esta película de terror no culmina con la muerte del sanguinario personaje mientras permanezca el abominable caldo de cultivo que los reproduce y los alimentan. Sin embargo, es bueno reconocer la decisión del Gobernador García Carneiro quien ha dicho que será implacable con ladrones y policías ligados en tramas aterradoras y pedirá la colaboración de los concejos comunales para que ayuden a bajar los índices delictivos mediante planes de prevención e inserción social porque entiende perfectamente que la inseguridad es un tema altamente complejo.
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