Venezuela, la ciencia, su conexión con la tecnología, la industria y la sociedad

En el mundo antiguo y el moderno la tecnología ha hecho y hace la diferencia entre los distintos pueblos del planeta. La tecnología no sólo sirve para mejorar la calidad de vida de los humanos, sino que aquellos países que se rigen por el capital poseen salarios estándar muy altos, porque la relación producto terminado y el costo de los insumos producen una gran ganancia. Lamentablemente, el dinero producto de la tecnología dentro del mundo del capital llega a unos pocos y las migajas se reparten entre las mayorías.

El gran cambio del siglo 21 viene con la tecnología aplicada al componente social, en el cual el modelo de desarrollo va de acuerdo con los ideales más excelsos y puros del ser humano sobre la humanidad y el planeta. Soñamos con un mundo de felicidad (paz, salud, vivienda, alimentos, trabajo no alienante, ocio, mayor conocimiento (cultura) etc.) para todos y todas, incluyendo otros seres que no sean humanos (tecnología aplicada a la ecología).

Estamos y hemos estado en la historia de procesos con constantes revoluciones. Heráclito decía que el fundamento de todo está en el cambio incesante. Actualmente este no es el mejor mundo y por lo tanto hay que cambiarlo (ser revolucionario), usando herramientas poderosas como son la ciencia y la tecnología en comunión con los valores que identifican al ser humano. No hay ninguna prueba de que el modelo darwinista que explica la evolución de las especies pueda ser aplicado a sociedades humanas, donde los valores de fraternidad, solidaridad y amor son contrarios a los de la fría y simplista lucha por la supervivencia. El filósofo empirista David Hume nos escribió mucho sobre la «benevolencia natural» de los seres humanos y pocos conocen que Charles Darwin atribuyó a nuestra especie un «instinto de simpatía» [1].

La pregunta dentro de un esquema revolucionario es cómo conectar la investigación y la innovación (ciencia) con los sectores productivos de forma eficaz y eficiente de manera de que produzcan bienes que mejoren la calidad de vida humana, aumenten la productividad, desarrollen la tecnología y su aplicabilidad a resolver problemas sociales. Esto no descarta la idea de percibir la investigación como el goce de conocer y la satisfacción de descubrir nuevos mecanismos, métodos novedosos, entender fenómenos, proponer modelos, así como la satisfacción de ser protagonista, de alguna manera, en los procesos de cambio de la humanidad (el Yo inherente al ser humano).

Hay dos vertientes para el desarrollo de programas de investigación científica con conexión y pertinencia social. En la primera, la sociedad o el estado decide resolver un problema que afecta a la comunidad y propone financiar investigaciones para tal fin. En la segunda, el grupo de investigación descubre un producto o un proceso más eficiente, un nuevo principio, etc. y desea que se aplique dentro de la sociedad. El gran dilema que poseen los científicos con compromiso social es poder hacer al mismo tiempo actividades de investigación, docencia, tecnología y estudios de factibilidad económica.

Aun cuando creo que el desarrollo de la ciencia y la investigación deben ser auspiciados por el Estado; pienso que su aplicación a la solución de problemas sociales y humanos no está implementada eficientemente. Como se dice coloquialmente, lo importante no es lo que se tiene y lo que se sabe, sino lo que se hace con lo que se tiene y con lo que se sabe. La pregunta que surge es: ¿Qué hacer con todo el conocimiento y la experiencia de los profesionales de cuarto nivel en Venezuela para lograr el desarrollo de una sociedad más justa y humana? Yo pienso que la conexión práctica ciencia-sociedad cuesta lograrse porque faltan una serie de pasos o etapas desde un descubrimiento novedoso o la solución de un problema hasta la aplicación tecnológica a través de un desarrollo industrial con vinculación social. Esta cadena es fundamental para lograr nuestra verdadera independencia económica y salir del colonialismo de la tecnología foránea.

La investigación en nuestro país se realiza principalmente en las universidades y centros de investigación. Aunque esta actividad crea un personal con experiencia y capacidad asesora (por cierto, poco utilizada por el Estado), sus productos y resultados se quedan en el aire porque faltan al menos dos etapas: (a) el desarrollo de la tecnología relacionada a la investigación. Esto significa que debe haber un grupo de tecnólogos (expertos, ingenieros y técnicos) asociados a los grupos de investigación que escalen productos junto con economistas y especialistas en mercadeo que evalúen la factibilidad; y políticos que consideren y divulguen su valor estratégico para la sociedad. (b) la creación de un fondo de inversión orientado a la creación y fortalecimiento de industrias de interés social, de interés estratégico, de propiedad privada y mixta, de organizaciones comunitarias, corporaciones del estado, cooperativas, etc. Una vez que la tecnología ya ha sido probada a nivel piloto y se apruebe el estudio de impacto económico y social se realiza la inversión para alcanzar su industrialización.

Existe una gran variedad de áreas en las cuales el proceso de ir desde la investigación hasta el producto industrializado es evidente. Insumos para la industria petrolera, minera, metalúrgica, medicina (instrumentos médicos), la agricultura, alimentación (nuevas elaboraciones), la biomedicina (diagnósticos), software de informática, productos farmacéuticos de origen natural o sintético, nuevos materiales para la construcción, técnicas matemáticas para optimización, robótica, nanotecnología, descontaminación ambiental, etc. Otra área de aplicación directa sería la industria educativa que genera los instrumentos para la enseñanza de primaria y bachillerato en áreas como: biología, química, física, matemática, etc. y también; por su puesto, para la educación universitaria.

En el área de biomedicina en el IVIC contamos con algunos ejemplos que pueden generar una gran variedad de productos después de haber realizado los correspondientes estudios tecnológicos y análisis de factibilidad. Ellos pudieran generar múltiples industrias: kit diagnóstico de mal de Chagas y de leishmaniasis visceral, antígenos de enfermedades infectocontagiosas y/o transmisibles, tales como: malaria, toxoplasmosis (parasitarias); HIV, fiebre del dengue, fiebre hemorrágica, diarreas por rotavirus (virales); tuberculosis, sífilis, ántrax, estreptococos [2]; además de estuches comerciales para las hepatitis B y C [3]. Esta muestra no incluye otras áreas de la biomedicina, química, física, matemáticas, antropología, nuevos materiales, ingeniería, entre otras. Las universidades, el IVIC y otros centros de investigación tienen un potencial inmenso para ayudar a crear nuevas industrias, el reemplazo de importaciones, y la creación de productos para la exportación, sin embargo, este desarrollo ha sido muy tímido.

Algunos intentos han comenzado a darse; por ejemplo, la instalación de una planta de producción de biomateriales (hidroxiapatita) y plantas pilotos para la producción de sustancias de uso en la industria petrolera (furfural) están en proceso. La creación de estos ejemplos debe acelerarse, principalmente para elaborar productos estratégicos y de gran valor agregado. Por ejemplo, si a Venezuela se le aplica un bloqueo en productos fundamentales para la refinación (catalizadores), estaríamos en serios problemas.

Deberíamos crear pequeñas y grandes industrias dirigidas a la elaboración de productos estratégicos y de muy alto valor añadido (ahorro de dólares). La eficiencia en estos programas de desarrollo es fundamental y hay que evitar la corrupción, pues muchos productos tecnológicos importados se pueden producir en el país; y lamentablemente algunas personalidades explotan y se enriquecen con el comercio de importación innecesario. Por ejemplo, aquí existe la experiencia en la producción de surfactantes; sin embargo, en muchos casos se prefiere importarlos.

Es bueno resaltar que el desarrollo de la tecnología en la sociedad no descarta la utilización de saberes ancestrales y la inclusión de los aportes de individuos con gran capacidad inventiva que no tienen un grado universitario (por ejemplo, Thomas Alba Edison). Para alcanzar una independencia y soberanía tecnológica necesitamos miles de industrias derivadas de investigaciones e innovaciones tecnológicas que puedan generar beneficios económicos y sociales, los cuales a
su vez se inviertan en nuevas empresas. Mayor cantidad de empleo, menos gastos en dólares, mejor calidad de vida y mayor soberanía, son muchos de los beneficios que generaría una forma eficiente de usar el conocimiento y los descubrimientos de la ciencia que actualmente hacemos en el país.

Para finalizar es bueno añadir que la aplicación de la ciencia al desarrollo de industrias tiene que tener fundamentalmente el componente ecológico (ecosocialismo). Como nos pregunta Flores en “¿Cuál desarrollo? [4], ¿Ciencia para el Pueblo? [5]. No es suficiente afrontar el desarrollo industrial con la implementación de la tecnología y su conexión con la ciencia, sino que hay que tomar en cuenta en primer lugar la inserción del ser humano como parte de este proceso.
Fernando Ruette

Nota: Esta una opinión estrictamente del autor.
[1] Andés Schuschny, Altruismo vs egoismo
http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2008/07/30/altruismo-versus-egoismoaltruismo-versus-egoismo/
[2] Prensa Fonacit, Publicado el 27/04/2013 en NOTICIAS.
[3] N. E. Cardona, K. V. González, D. J. Garzaro, C. L. Loureiro, María Carolina Duarte, D. M. García, M. C. Pacheco y F. H. Pujol, Revista de la Sociedad Venezolana de Microbiología 2010; 30:72-77.
[4] 21/04/11-www.aporrea.org/actualidada121869.html.
[5] www.aporrea.org/tecno/a80956.html


fruette@gmail.com


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