3 Mar. 2006 - Bastó que
Estados Unidos tocara la campana de alarma para que el mundo temblara
de miedo ante la perspectiva de una pandemia. A pesar de que han
transcurrido nueve años desde que el famoso virus de la gripe aviar
fuera detectado en Vietnam y no llegan aún a cien las víctimas
mortales. Una media pues de once fallecimientos al año... ¡en todo el
mundo! Un detalle insignificante que no impidió a George Bush emprender
su segunda 'guerra preventiva' en poco tiempo, esta vez para luchar
contra otra arma de destrucción masiva tan vaporosa como las
'encontradas' en Irak: el virus H5N1.
A
fin de cuentas había hallado también una poderosa 'arma preventiva', un
antiviral llamado Tamiflu que comercializaba la empresa suiza Roche y
que en apenas unos días se convirtió en la gallina de los huevos de
oro. De hecho, los ingresos por su venta pasaron de 254 millones en el
2004 a más de 1.000 millones en el 2005. Y su techo es imprevisible
dada la grotesca reacción de los gobiernos occidentales con peticiones
masivas del producto. La realidad, sin embargo, es que la eficacia del
Tamiflu es cuestionada por gran parte de la comunidad científica.
Muchos se preguntan cómo se espera que pueda servir ante un virus
mutante cuando apenas alivia algunos síntomas -y no siempre- de la
gripe corriente. Obviamente la respuesta al protagonismo del Tamiflu en
nuestras vidas no es científica sino puramente comercial.
El
Tamiflu era hasta 1996 propiedad de Gilead Sciences Inc. empresa que
ese año vendió la patente a los laboratorios Roche. ¿Y saben quién era
entonces su presidente? Pues el actual Secretario de Defensa de Estados
Unidos, Donald Rumsfeld, que aún hoy sigue siendo uno de sus
principales accionistas. ¿Y recuerdan que pasó el año pasado? Pues que
en cuanto empezó a hablarse de la gripe aviar Gilead Sciences Inc quiso
recuperar el Tamiflu alegando que Roche no hacía esfuerzos suficientes
por fabricarlo y comercializarlo. Y que tenía 'fuerza' para lograrlo lo
demuestra que ambas empresas se sentaron a 'negociar' y acordaron en un
tiempo récord constituir dos comités conjuntos, uno que se encargase de
coordinar la fabricación mundial del fármaco y decidir sobre la
autorización a terceros para fabricarlo y otro para coordinar la
comercialización de las ventas estacionales en los mercados más
importantes, incluido Estados Unidos. Además Roche pagó a Gilead
Sciences Inc unas regalías retroactivas por valor de 62,5 millones de
dólares.
Y por si fuera poco la empresa norteamericana se
quedó con otros 18,2 millones de dólares extra por unas ventas
superiores a las contabilizadas entre 2001 y 2003. A lo que hay que
añadir un dato: Roche se ha quedado con el 90% de la producción mundial
de anís estrellado, árbol que crece fundamentalmente en China -aunque
también se encuentra en Laos y Malasia- y que es la base del Tamiflu.
El escenario, qué duda cabe, estaba completo. Sólo había que empezar a
encontrar poco a poco aves contagiadas con el virus en distintos países
-un ave aquí, otro par más allá- para crear alarma mundial con la ayuda
de científicos y políticos poco escrupulosos o de escasa capacidad
intelectual y de los grandes medios de comunicación -que como todo el
mundo sabe no se caracterizan precisamente por investigar lo que
publican o emiten-. ¿Y qué tiene que ver Donald Rumsfeld en todo esto?
Pues absolutamente nada. Según un comunicado emitido el pasado mes de
octubre por el Pentágono el actual Secretario de Estado norteamericano
no intervino en las decisiones que tomó el Gobierno de sus amigos Bush
-el presidente- y Cheney -el vicepresidente- sobre las medidas
preventivas que había que adoptar ante la amenaza de pandemia. El
comunicado afirma que se abstuvo, que no tuvo nada que ver en la
decisión de la Administración estadounidense de apoyar y aconsejar el
uso del Tamiflu a nivel mundial. Y nosotros le creemos. Como cuando
aseguró solemnemente que en Irak había armas de destrucción masiva.
Además el hecho de que su nombre aparezca unido a una vacunación masiva
contra una supuesta gripe del cerdo durante la Administración de Gerald
Ford en la década de los 70 -que dio como resultado más de 50 muertos a
causa de los efectos secundarios- no es más que una coincidencia. Como
lo es que la FDA aprobara el aspartamo a los tres meses de que Rumsfeld
se incorporase al Gabinete de Ronald Reagan a pesar de que tras diez
años de estudios no se había tomado ninguna decisión.
El papel del Vistide
Sólo
alguien muy mal pensado puede plantearse que tuviera algo que ver el
hecho de que poco antes de incorporarse al Gobierno norteamericano
Rumsfeld fuera el presidente del laboratorio fabricante del aspartamo.
Y, por supuesto, tampoco tuvo nada que ver con la compra tras el 11-S
del Vistide, fármaco adquirido masivamente por el Pentágono para evitar
los efectos secundarios que podía producir la vacuna de la viruela
entre los soldados norteamericanos a los que se les aplicó masivamente
antes de enviarlos a Irak. Que el Vistide fuera también un producto de
los laboratorios Gilead Sciences Inc, creador del Tamiflu, es otra
coincidencia. Así que siga usted de cerca todas las informaciones que
aún van a darse sobre la gripe aviar y llene su botiquín casero de
Tamiflu. Y si hay que comprar algo más, se compra. Faltaba más.
Fuente:
José Antonio Campoy
Director
Discovery DSalud
www.dsalud.com