Tecnologías del poder

Los individuos se organizan históricamente con la finalidad de preservarse bajo un mando que garantiza ese propósito. A lo largo de la Historia del Hombre puede verse la evolución de esas formas de organización desde las tribus, bandas, hordas hasta llegar a las democracias occidentales con el esplendor del capitalismo y el libre mercado.

Michel Foucault (Poitiers, 15 de octubre de 1926 - París, 25 de junio de 1984) que dedicó gran parte de su vida al estudio del “poder”, no desde la esfera del Estado sino en sus tramas y redes a nivel de las interacciones de individuo a individuo; encontrando una multiplicidad de poderes que se ejercen en la esfera social, los cuales se pueden definir como poder social.

Foucault, aborda con lucidez en “La verdad y las formas jurídicas”, lo que define como el “subpoder”, "una trama de poder microscópico, capilar", que no es el poder político ni los aparatos de Estado ni el de una clase privilegiada, sino el conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo.

No existe un poder; en la sociedad se dan múltiples relaciones de autoridad situadas en distintos niveles, apoyándose mutuamente y manifestándose de manera sutil. Advierte el filósofo francés, que uno de los grandes problemas que se deben afrontar cuando se produzca una revolución es el que no persistan las actuales relaciones de poder. El llamado de atención de Foucault va en sentido de analizarlas a niveles microscópicos. En palabras más simples: no se puede erigir una transformación político-social utilizando los cachivaches que han quedado de la devastación de un sistema obsoleto, como por ejemplo el “Puntofijismo”.

En su “Lección sobre la Ilustración”, Foucault va a establecer la distinción entre una filosofía universal y el análisis crítico del mundo en que vivimos, en la que ubica su quehacer en el seno de la filosofía contemporánea, contraponiendo, a un lado, la filosofía entendida como analítica de la verdad -en la que se incluirían la mayor parte de la filosofía anglosajona y demás tendencias fuertemente epistemologizantes- y la ontología del presente (que se reclamaría, en el dominio de la filosofía de la cultura, de una tradición que remontándose a Hegel o Nietzsche, pasa a través de M. Weber o la escuela de Francfort). ¿Cuál es su objetivo? El objetivo es: la creación de libertad.

Mediante la pregunta ¿qué es esto?, aplicada a establecer (los protocolos necesarios para determinar) la verdad de lo que son las cosas; seguida de la pregunta ¿qué nos pasa?, dedicada a dirimir el sentido y el valor de las cosas que nos pasan en nuestro presente. La dirección que abre esta segunda pregunta es la que, caracterizada como ontología histórica de nosotros mismos, enmarca todo el trabajo de Michel Foucault.

Foucault dejó bien claro que el problema del poder no se puede reducir al de la soberanía, ya que entre hombre y mujer, alumno y maestro y al interior de una familia existen relaciones de autoridad que no son proyección directa del poder soberano, sino más bien condicionantes que posibilitan el funcionamiento de ese poder, son el sustrato sobre el cual se afianza.

"El hombre no es el representante del Estado para la mujer. Para que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien específicas que tienen su configuración propia y su relativa autonomía".

En una conferencia dictada en Brasil 1978 (“Las Redes del Poder”), Foucault destaca dos grandes revoluciones en la tecnología del poder: “descubrimiento de la disciplina y descubrimiento de la regulación, perfeccionamiento de una anátomo-política y perfeccionamiento de una bio-política. Todo ello surge a partir del Siglo XVIII. La organización de las naciones con sus componentes básicos: Estado, territorio y población, configura ya esa realidad: para Foucault en ese siglo se descubre que el poder se ejerce no sobre el individuo (entendido como sujeto/súbdito, tesis de la monarquía), sino sobre la “población”.

¿Qué es población?

La población, según Foucault, es un grupo de seres vivos que “son atravesados, comandados, regidos por procesos de leyes biológicas”; “tiene su curva etaria (…), tiene una morbilidad, tiene un estado de salud; una población puede perecer o desarrollarse”.

La relación de poder con el sujeto, con el individuo, no debe ser simplemente esa forma de sujeción que permite al poder recaudar bienes sobre el súbdito, riquezas y eventualmente su cuerpo y su sangre, sino que el poder se debe ejercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie de entidad biológica que debe ser tomada en consideración si queremos precisamente utilizar esa población como máquina de producir todo, de producir riquezas, de producir bienes y de producir otros individuos.

“El descubrimiento de la población es, al mismo tiempo que el descubrimiento del individuo y del cuerpo adiestrable, creo yo, otro gran núcleo tecnológico en torno del cual los procedimientos políticos de Occidente se transformaron”.

Foucault tiende su análisis a cuestiones relativamente poco probables, como que existan mentes macabras que orquesten un progreso utilizando a seres humanos de una manera que vivan en condiciones de higiene y seguridad óptimas a fin de que vivan más y por consiguiente, dentro su individualización, produzcan y reditúen altos beneficios a sus patrones. La idea foucaultiana, a nuestro juicio, no es para nada descabellada.

Es ente punto donde Foucault acuña el término “Bio-política”. Las técnicas, los métodos, las maneras de los poderosos de dominar se hacen más sofisticadas.

El hábitat, las condiciones de vida en una ciudad, la higiene pública o la modificación de las relaciones entre la natalidad y la mortalidad pasan a ser asuntos importantes del poder.

“Fue en ese momento cuando apareció el problema de cómo se puede hacer para que la gente tenga más hijos o, en todo caso, cómo podemos regular el flujo de la población, cómo podemos controlar igualmente la tasa de crecimiento de una población, de las migraciones, etc. Y a partir de allí toda una serie de técnicas de observación entre las cuales está la estadística, evidentemente, pero también todos los grandes organismos administrativos, económicos y políticos, todo eso encargado de la regulación de la población”.

Los resultados son visibles en países como Dinamarca, Nueva Zelanda, Suiza, EE.UU., Francia, Inglaterra, donde la “bio-política” ha logrado organizar a los individuos en objetivos nacionales claros, dentro de una macro-estructura de producción global.

El contraste entre un Primer Ministro de los países ricos y un presidente sudamericano son notables. Mientras Inglaterra mide la Felicidad como objeto de las políticas públicas; Venezuela no ha podido crear en la ciudadanía el más mínimo respeto a las leyes: los jerarcas, que pululan como actores de Hollywood, azuzan demagogias y rumian palimpsestos que nada tiene que ver con los postulados revolucionarios.

El presidente con todo el rococó dieciochesco de los caudillos continúa entumecido en la diáspora del comandante eterno; intenta ejercer el “poder pastoral” en la dimensión del extinto; pero no tiene ni el “punch” ni la plata ni el enmantillamiento del barinés. La astucia, y no la ciencia política, suplen las artimañas; distienden las tensiones sociales producto de las carencias alimentarias, la delincuencia desaforada, la escasez, la amenaza de invasión obámica, con noticias y propaganda donde se victimizan. En ese caldo implosivo, dirige la campaña para las parlamentarias e intenta mantener la unidad bajo la coerción nacionalista: si no apoyas a la Revolución eres un apátrida. Ardua tarea de mantener unidos por las colas a caimanés hambrientos.

La supina y crasa actitud política que interpreta el poder como una hoguera donde los pueblos deben inmolarse por un concepto y por un gobernante no es concordante con la Era el Derecho de los Pueblos. La sutil habilidad de gobernar occidental, como lo ha demostrado Foucault, mantiene a los grupos humanos “ocupados” en producir el futuro para los suyos. Buenos salarios, alta esperanza de vida, esparcimiento, ahorro y trascendencia emocional y espiritual.

Gobernar en este siglo requiere de ciencia y tecnología, más que de entusiasmo y viveza. Los pueblos no son tan pendejos como creen los maduristas.

Foucault estampó un sello para la filosofía y el gobierno. Desde Kant el papel de la filosofía fue de impedir que la razón sobrepase los límites de lo que está dado en la experiencia ; pero desde esta época —es decir, con el desarrollo de los Estados modernos y la organización política de la sociedad —el papel de la filosofía también ha sido el de vigilar los abusos del poder de la racionalidad política, lo cual le confiere una esperanza de vida bastante prometedora.



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