Hacia un contrato social de la política científica

Aant Elzinga y Andrew Jamison en un análisis fundamentada en la década de los 80, plantearon un "nuevo contrato social" que sustituiría a la antigua doctrina de “autonomía relativa” que dominó a la ciencia y la tecnología durante el periodo de la posguerra. Este nuevo contrato se caracterizaría por una política para la ciencia, vista desde la cultura académica, con valores de autonomía, integridad, objetividad y control de la inversión y la organización. Una ciencia integrada, tanto al Estado como al sector privado, y a la vez se otorgaría importancia a la investigación básica. Así como ocurrió con el informe de Vannevar Bush, que introdujo un conjunto de conceptos que llegaron a ser fundamentales en los estudios de política científica con una orientación más tecnocrática, el “nuevo contrato” aportó un conjunto de nuevos conceptos que los académicos adoptaron y le dieron vigencia.


Estos nuevos conceptos para la política científica, se abordaron pensando más en la sociedad y el impacto que produce la ciencia a su entorno. La integración y la colectivización con las comunidades hacen que el riesgo de la ciencia y la tecnología tengan menos impacto en la base social. Así que el cambio en las agendas políticas tenía su fuente ideológica desde la academia, y consideró que los cambios de la sociedad generaban cambios en la agenda científica.


Con el tiempo esta "nueva" agenda, mostró una política científica solo para el intercambio de información entre investigadores profesionales, que ya de por sí es importante, pero se fue disgregando el conocimiento en la sociedad. La sociedad en general, no pudo apropiarse de una política científica para cubrir sus necesidades.


De allí, que hoy se hace necesario un nuevo contrato social en las agendas políticas en ciencia y tecnología, que proporcione perspectivas e informaciones de particular relevancia para los países, en especial America Latina. Haciendo disponible y accesible la información científica y se permita la discusión en la opinión pública, se puede promover una real credibilidad de los nuevos agentes de la ciencia y se vea menos tecnocrática su valoración.


La idea es involucrar a la población no científica a la discusión. La exploración de formas novedosas de comunicación pueden favorecer a la apropiación social del conocimiento científico y tecnológico. Posiblemente, el desafío estará en lograr la mayor participación de la sociedad en los debates, acerca de las propuestas de ciencia y tecnología modernas, aumentando su habilidad de asegurar la contribución efectiva al bienestar económico de maneras esencialmente sustentables.


Por ello, en términos técnicos, la creación de instrumentos e indicadores donde el público pueda valorar y en verdad sentir el impacto de políticas públicas de ciencia y tecnología implementadas, puede ser directriz que solucionen los problemas de la sociedad. La experiencia que se expone en las líneas de investigación del Observatorio Nacional en Ciencia y Tecnología en Venezuela del año 2011, asociados a vivienda y hábitat, dinámicas, tendencias y desafíos del desarrollo urbano, Impacto del cambio climático, Eficiencia energética, fueron verdaderamente provechosas para la construcción de viviendas en espacios donde eran inimaginables el aprovechamiento del territorio.


Lo que hace particularmente este ejemplo, es la oportunidad de la participación de las comunidades científicas establecidas y además la participación de agentes de investigación universitarias o de creativa popular, que enriquecen la labor científica de un plan nacional de desarrollo económico y social de una nación.


De allí que el nuevo contrato debe tener coherencia con el papel que juega la planificación, en especial con los planes de desarrollo económico y social de cada país (si los tiene). Además de las lecturas políticas y económicas en las relaciones nacionales e internacionales. No se puede obviar el crecimiento económico, ni tampoco las necesidades del pueblo latinoamericano, que a su vez beneficia al pueblo venezolano. Hay que considerar que la construcción de nuevo contrato social de la Política Científica se hace indispensable, y debe partir de una nueva consulta pública, porque los actores y las necesidades han cambiado.


Hoy, el contexto político, cultural y económico es distinto al de los años 80 y 90 para latinoamerica. La evaluación de formas de integración política, estimulan a que el conocimiento local y regional, pudiera usarse como insumo en esfuerzos para una nueva ciencia y que han permanecido en gran medida desconocidos por los sistemas de investigación académicos como fuente potencial de innovación. Esto aproxima, una reflexión para la ciencia, “que se encuentra en proceso de construcción para América Latina, ante, la exigencia de resolver las cuestiones del desarrollo y las necesidades de los pueblos”. Es así, que se puede señalar a autores como, Jorge Sábato inventor del “triangulo” de interacciones entre el gobierno, la investigación y la industria; Amilcar Herrera, señalando la necesidad de desarrollar la investigación como una necesidad para el desarrollo; Heber Vessuri, buscando formar investigadores en ciencias sociales que sean capaces de reflexionar sobre las condiciones de desarrollo de la investigación y su relación con la sociedad, muy cercano a la postura de Vannevar Bush, de la promoción de jóvenes hacia la ciencia.

Cualquiera que sea la distinción del nuevo modelo de ciencia y tecnología, puede considerarse que algunos países han generado activismo hacia el desarrollo de una ciencia local. Por ejemplo, la cuestión de la transferencia de tecnología se ha convertido en la endogeneización de tecnologías; la cuestión de la innovación se ha convertido en la constitución de capacidades científicas locales portadoras de productos e ideas innovadoras; la autonomía universitaria se ha convertido en la cuestión de la inserción de la investigación en las instancias universitarias y en la sociedad.

Por ello, aunque muy atrevido reflexionar que “la ciencia ha sido una idea-fuerza en la región latinoamericana, capaz de reunir voluntades pero siempre en cantidad insuficiente para formar un aparato científico dotado de una dinámica propia”. Se hace indispensable la creación de espacios de reflexiones originales, institutos, centros universitarios, no importa la forma, que ofrezcan a los investigadores los medios de hacer otra cosa que no sea copiar. “O inventamos, o erramos”, he ahí el sentido de la sentencia de Simón Rodríguez, quien fuera el maestro del gran Simón Bolívar.

Viva la Patria Grande y una ciencia para la dignidad humana.

*Ingeniero Electrónico
Estudiante de Fundayacucho
Argentina Venezuela


yepezalfonso80@hotmail.com


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