Ciencia, razón, postmodernidad y feminismo

El avance del reconocimiento de la igualdad de género ha sido notable en el siglo XX y parte del XXI, pero aún falta mucho camino que recorrer, en especial por las amenazas a los derechos de las mujeres encarnados en el fundamentalismo cristiano e islámico y en estructuras institucionales que, pese a lo declarativo, siguen reproduciendo los modos patriarcales.

Estos avances no han sido fáciles, como lo atestiguan la vida de notables  investigadoras como Marie e Irene Curie, Kathleen Lonsdale  y la menos conocida Emmy Noether, sin duda una de las mentes más brillantes de la humanidad del siglo XX, al punto de compararse sus aportes con los de Albert Einstein. Emmy Noether si bien fue reconocida en su tiempo por notables físicos y matemáticos, debió enfrentar el doble prejuicio académico de ser mujer y judía en plena época del nazismo alemán. Fue ella la que mostró la identidad profunda entre los principios de conservación de las magnitudes físicas y la simetría en el universo, además de realizar notables aportes en el campo de las matemáticas, conocidas hoy como álgebra abstracta.

Para mediados de los años XX, existía unanimidad en la izquierda en celebrar tales logros en procura de la eliminación de la discriminación hacia las mujeres, en especial que la investigación científica no fuera más un coto exclusivo de los hombres. El renacimiento del relativismo en el pensamiento occidental, como expresión cultural del predominio financiero y parasitario del capital, generó una reacción anticientífica y antiracionalista, que aún no merma, y que gracias al decadentismo postmodernista, ha logrado difundirse hasta el pensamiento de izquierda y colonizar intelectualmente incluso parte del movimiento feminista.

En algunos sectores del feminismo se pasó de luchar por el acceso de las mujeres a trabajos antes exclusivos de los hombres, a desalentar la presencia de las mujeres en la ciencia, a la cual se le acusa de ser parte del discurso de corte eurocéntrico, patriarcal, racista y colonial, tal como lo señala Noreta Koertge.Esta autora al comentar la obra de las feministas Belenky, Clinchy, Goldberger, y Tarule, critica que “en vez de argumentar que las mujeres jóvenes necesitan ayuda especial para aprender como debatir y tratar con abstracciones, o investigar como aliviar la ansiedad hacia las matemáticas o la fobia hacia la ciencia, o en vez de deplorar las fuerzas que amenazan con hacer a las mujeres científicamente analfabetas y sin destrezas matemáticas, las autoras argumentan que la sociedad debe simplemente darle mayor valor al ´pensamiento maternal´”.

Los extremos han sido tales que algunas feministas como Sandra Harding llegaron incluso a preguntarse ¿por qué no es tan iluminador y sincero referirse a las leyes de Newton denominándolas ´manual de violación de Newton´ como cuando se alude a ellas como ´mecánica de Newton´?, o señalar como lo hizo Luce Irigaray que los retrasos en la investigación de la mecánica de fluidos se debe a su íntima relación con los procesos menstruales de las mujeres. Afortunadamente la propia Sandra Harding se retractó de tales afirmaciones y ella junto a Donna Haraway, han abogado, por rechazar el relativismo radical asociado al constructivismo social en todas las instancias, ya que después de todo, la ciencia contribuyó y contribuye a desmontar buena parte de los prejuicios seculares en contra de las mujeres. Recordemos tan solo algunas: las demostraciones de que las mujeres hacen un uso más eficaz de ambos hemisferios cerebrales en la solución de problemas, su mayor fortaleza para soportar la fatiga, el dolor físico y emocional, y su mayor capacidad de resiliencia.

Afortunadamente parece que el discurso antirracionalista de la postmodernidad, no ha calado en las mujeres en Venezuela, siendo alentadora la creciente presencia femenina en la educación universitaria, al punto que más del 63% de las personas que ingresan a dichos estudios son mujeres. Incluso algunos campos, antes monopolizados por hombres, como el caso de la ingeniería y la química, se ha llegado al punto que las recientes promociones son mayoritariamente integradas por mujeres. En 2010, se reportó que el 52,03% de los investigadores venezolanos eran mujeres. Estas tendencias coinciden con el fenómeno mundial de existir campos científicos de vanguardia, como la astrofísica, que son casi que monopolios de las damas.

Las críticas a la ciencia y sus instituciones, que se hacen en el mundo y en especial en nuestro país, son esenciales, sobre todo por los desastres ya causados y los graves riesgos a la humanidad y a la vida, debidos a su uso instrumental para beneficiar a los más poderosos. Ahora bien, esto no significa que debamos arrojar la bañera con el bebé adentro, al despreciar los beneficios que la actividad científica puede brindarnos cuando la encaminamos dentro de los valores y objetivos sociales que nos hemos propuestos. Se impone por tanto definir cuál es la política científica que debemos realizar, como lo planteaba el argentino Oscar Varsavsky, por los años 60. Es decir se trata de atar la actividad científica a los valores por las cuales luchamos los revolucionarios en el mundo entero. La política prela a la ciencia y esto es algo que jamás debemos olvidar, pero obrar en favor de la irracionalidad, es arrojarnos en brazos del idealismo y del oscurantismo y creer que las supercherías, típicas del postmodernismo, nos sacarán del lodazal intelectual en que nos mantiene el capital.



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Bernardo Ancidey

Licenciado en Física.

 bernardo.ancidey@gmail.com

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