Banco Mercantil y Soberanía Tecnológica, para todo lo demás, use la lata de leche

Recuerdo cuando era chico que tenía una alcancia con forma de gallina, elaborada en yeso y pintada de verde, en la cual iba guardando los medios, nicas y puyas que familiares me daban para ahorrar y comprarme el estreno de diciembre; todos los días la levantaba y la hacia sonar creyendo que de esa manera se unirían más compañeros a las monedas que reposaban en la panza de mi gallina.

Con el tiempo, abrí una cuenta de ahorro en el extinto Banco Latino y allí empezó mi calvario con los bancos: relación de odio-odio en la cual ellos me odian a mí y yo los odio a ellos.

Quizás mi yo campesino se rebele contra las prácticas instituidas por los bancos y mi yo venezolano no pueda comprender cómo conciliar el discurso de que somos soberanos cuando, en el fondo aunque tratamos desesperadamente de ir hacia allá, retrocedemos y sutilmente caemos en una fina, pero no por ello débil, telaraña que nos envuelve y mantiene vivos con el fin de exprimirnos cada día más y más.

Ahora bien, el caso que me obliga a escribir es un examen detenido que he venido realizando al Banco Mercantil en función de elementos que merecen ser analizados a la luz de muchos ojos y no sólo de los mios, que bien miopes están.

Por ejemplo, podríamos detenernos en algunos puntos de los indicadores que exhiben en su página [1] y encontrar numeritos como estos

Oficinas en el exterior: 20, empleados en el exterior 1018
Oficinas en Venezuela: 319, empleados en Veneuela 9114

Una simple división de estos valores nos arrojan cifras que podrían ayudarnos a identificar el origen de las interminables colas de las oficinas del Banco Mercantil, que dicho sea de paso no son exclusivas de esta entidad sino de casi todo el sistema bancario nacional: promedio de empleados por oficina en el exterior 50, promedio de empleados por oficina en el Venezuela 28; es decir, cada oficina del exterior tiene casi el doble de empleados que una oficina en Venezuela. Esta práctica, la de tener pocos empleados para desembolsillar menos y producir más ganancias es de capitalismo salvaje puro, por lo cual, mal puede encontrarse en una entidad de este tipo un aliado en la construcción de un proyecto país en el cual el bienester de la comunidad sea uno de los nortes.

No obstante, lo anterior palidece ante actitudes que recuerdan los hechos del sabotaje petrolero: la carrera firme pero sostenida hacia una pérdida de soberanía tecnológica aupada por intereses que están por encima de los del proyecto país y una profunda estrategia comunicacional que trata de opacar cualquier signo de reflexión, duda o análisis sobre dicha carrera.

La soberanía tecnológica es un concepto inconcluso, en creación, pero vital para nuestro país ya que mediante su comprensión, las dependencias tecnológicas que tenemos con respecto a los llamados países de “primer mundo”'se debilitarán dando paso a la generación, a la creación de condiciones en las cuales proyectos tecnológicos esbozados desde perspectivas socialistas se hagan realidad.

No obstante, si de algo estamos claros es que el tema de la soberanía tecnológica (en todos los ángulos que puedan ser estudiados tales como saber hacer -el hecho tecnológico sobre el cual se aplica el precepto-, el saber usar el artefacto tecnológico, el comprender que su uso no es fortuito y que su uso nace de necesidades reales del individuo, del colectivo y no por imposición de una transnacional [2]) es un tema de política de Estado [3]

En este orden de ideas, la soberanía tecnológica ha encontrado en el software libre un aliado fundamental ya que éste es el único que por sus cualidades permita basar un plan de apropiación del conocimiento, de desarrollo endógeno, de soberanía tecnológica.

Escribir la revolución con un editor de textos de Microsoft es una falacia en función de que esta compañía se ha convertido en uno de los paladines de lo que es la privatización del conocimiento, de los monopolios y de la negación de la apropiación del conocimiento por parte de muchos pueblos.

Pretender ir hacia derroteros de soberanía tecnológica basando procesos operativos en plataforma de Microsoft es una mentira, una oda al neocolonialismo en el cual se acepta el producto de una transnacional y se venera sin criticar su esencia, su necesidad, lo que representa.

Partiendo de esta reflexión, llegamos al punto que sirve de título a esta tertulia-escrito: ¿Podemos hablar de soberanía tecnológica, tanto dentro del sector público como de la ciudadanía en general, sin criticar el sistema bancario?

Examinemos el caso del Banco Mercantil, en específico de su plataforma tecnológica, que al fin de cuentas es de ellos y nada, al menos en una primera vista, les obliga a cambiarla.

Muchas instituciones públicas usan los servicios del Banco Mercantil para realizar las transacciones financieras propias de la dinámica institucional, por ejemplo, el pago de nóminas de sus empleados; no obstante varios preceptos priman sobre el uso de esta plataforma: sólo puedes usarla con los sistemas que ellos indican, que ellos te señalan.

Hasta acá todo va funcionando muy bien, bajo la óptica de modelos capitalistas tecnológicos tradicionales, de hecho tan es así, que si un usuario normal se queja, simplemente se le indica que use el producto que ellos indican o que busque otro banco.

Es, desde esta posición, que proclamar la soberanía tecnológica en el ámbito de la administración pública nacional que usa la plataforma del banco Mercantil es una mentira; para apoyar la premisa anterior basta que cualquier directivo verifique el proceso de pago de nóminas utilizando la plataforma antes nombrada para que note el grado de obligación que exige el Banco Mercantil al, unilateralmente, exigir que este proceso sólo puede ser realizado usando como sistema operativo Windows y como explorador el Internet Explorer, cualquier otra herramienta, simplemente, _no_sirve_. Lo anterior se corrobora en muchas instituciones que ya casi han migrado totalmente a software libre pero tienen una máquina reservada para hacer estas transacciones quince y último.

Aguas abajos, si un usuario desea afiliar un servicio para, por ejemplo, hacer una transferencia desde Internet, deberá, igualmente, poseer una máquina con Microsoft Windows e Internet Explorer, cualquier otra herramienta _no_sirve_

En este punto, entonces, es válido que nos preguntemos, ¿cómo podemos llamarnos soberanos cuando nos obligan a usar una herramienta que durante su historia ha exhibido un historial de errores graves [4], es fabricada por una empresa monopólica y desleal? ¿cuál es el compromiso país de las instituciones públicas que permiten que un tercero proveedor de servicios les inste _públicamente_, a viva voz, a desobedecer un decreto presidencial, al obligarle a usar un producto que va en contra de todo lo que expresa el decreto 3390 y no ofrecer ninguna alternativa? [5] ¿Dónde queda la capacidad de negociación del sistema administrativo público nacional ante un proveedor de servicios cuando va, cual cordero a sacrificarse, ante las oficinas de aquel?

Sólo cuando internalicemos que otro mundo es posible, que las relaciones que median las negociaciones no son eternas y que las mismas están en función de las necesidades de los colectivos, de los proyectos país esbozados en un momento determinado, entonces podremos decirle a estos grupos que lo que nos ofrecen no es lo que necesitamos y que si no nos pueden proveer, en función de nuestras condiciones, entonces mejor que se dediquen a otras actividades.

Por si las moscas, recordando a mi abuelo quien tenía una lata de leche Klim, tengo mi lata debajo de la cama, no para usarla como vacinilla sino para guardar las 3 lochas que me ahorré no pagándole comisiones inmorales al sistema bancario nacional.


[1] http://www.bancomercantil.com/mercprod/site/inversionistas/03_cifras.html
[2] “El blacberri y el consumismo tecnológico “ http://www.aporrea.org/tecno/a68480.html
[3]http://www.cnti.gob.ve/index.php?option=com_content&view=article&catid=44:nacionales&id=256:chavez-la-soberania-tecnologica-es-una-politica-de-estado&Itemid=88
[4] Incluso, hace unos días se descubrió una falla grave en todas las versiones de Internet Explorer, http://barrapunto.com/articles/08/12/16/1812207.shtml
[5] http://www.gobiernoenlinea.gob.ve/directorioestado/decreto_3390.html


hcolina@gmail.com


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