Las palmaditas políticas
cruzadas entre los dos presidentes –que enfrentan fuerte oposición
interna- fueron diseñadas principalmente para mejorar juicios
domésticos. Obama buscaba un escenario en el cual promover la noción de
su compromiso con una reforma migratoria integral, mientras recibe
fuertes críticas de los votantes latinos por su falta de acción y por el
incremento de las medidas represivas en contra de los inmigrantes, y
Calderón enfrenta una crisis de confianza en su país, porque su
particular guerra contra las drogas ha elevado el índice de asesinatos
relacionados con ésta, sin mostrar indicios de estar debilitando
permanentemente a la delincuencia organizada.
Las oportunidades fotográficas
y las declaraciones de amistad binacional parecían marchar sobre
ruedas. Si los discursos y los eventos de la visita fueran nuestra única
fuente de información acerca de estos dos países, fácilmente se pudiera
de creer en su retorica que cuenta que los gobiernos de México y de
Estados Unidos, asumen valientemente los arduos problemas y avanzan
hacia soluciones conjuntas.
Sin embargo, no se requieren
demasiados datos empíricos para que esa imagen se desplome. Los dos
presidentes, cercados por crisis múltiples, reiteradamente nos recetaron
formulas predeterminadas y confirmaron estrategias fracasadas. No nos
ofrecieron ningún recurso realista para enfrentar los dos escabrosos
temas de la migración y del crimen organizado. Las escasas propuestas
concretas que emergieron de la reunión pronostican que los problemas se
van a agravar.
Los dos presidentes
reafirmaron su compromiso común en torno a la guerra contra las drogas.
Calderón dijo en el Congreso (más bien como a la mitad del Congreso, con
asientos vacíos ocupados por alfiles Republicanos) que la lucha para
restablecer la seguridad pública era "una batalla que se tiene que dar" y
que el pueblo mexicano iba a ganar, y anunció inesperadamente un giro
en los objetivos de la guerra contra las drogas, al declarar que el
propósito principal ya no es el desmantelamiento de los cárteles de la
delincuencia organizada, sino el garantizar la seguridad pública
–extraña reformulación habida cuenta que la erosión de la seguridad
pública es provocada por el propio modelo de guerra y precisamente esto
es lo que ha catalizado el creciente movimiento ciudadano para modificar
la estrategia militar del Calderón.
Obama elogió la guerra de
Calderón contra las drogas y arrojó todo el peso político del gobierno
de Estados Unidos tras el presidente de derecha. Últimamente a
Washington le preocupa la idea que las protestas populares o las
elecciones en México puedan descarrilar la estrategia militar. El
Pentágono está admirado del acoplamiento que se ha obtenido con
Calderón. Según la Secretaria de Seguridad Nacional Janet Napolitano y
miembros del Departamento de Estado que han pedido no ser identificados,
México -un país que históricamente ha objetado la intervención militar
de Estados Unidos, ahora ha solicitado la presencia de su ejército en
territorio mexicano. Bajo Calderón, han caído barreras que la mayoría de
las naciones -incluyendo Estados Unidos, consideran como
necesarias para garantizar la soberanía e independencia.
Sin importar que la estrategia
de guerra contra las drogas sea un total y peligroso fracaso, y sin
tomar en cuenta que nadie sepa en qué consiste o dónde se encuentra el
"final", a la fecha, Estados Unidos ha arrojado 1,3 mil millones de
dólares en la guerra y la administración de Obama espera arrancarle este
año al congreso otros $ 800 millones para continuar la fallida misión.
¿Qué obtenemos de ese dinero?
Un informe filtrado al Congreso mexicano reveló recientemente que el
número de homicidios relacionados con las drogas es de 22,700 desde que
Calderón lanzó su guerra. Los 45,000 efectivos del Ejército en las
calles sólo parecen haber avivado las llamas y las críticas hacia al
enfoque militarizado aumentan día a día. Después del cruento asesinato
de 15 adolescentes en Ciudad Juárez, grupos de ciudadanos mexicanos
iniciaron un movimiento para exigir un cambio de estrategia. Calderón
viajó en repetidas ocasiones a la frontera para aplacar las protestas, y
finalmente se comprometió a equilibrar la estrategia policiaco-militar
con algunos programas de empleo y lucha contra la pobreza además de una
retirada gradual de las fuerzas armadas. Eso aún está por verse.
Destacaron por su ausencia
otros temas. Los derechos humanos estuvieron totalmente “off the record”
en el tête-á-tête presidencial. Se hizo realidad la predicción del
presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka que declaró que al presidente
Calderón no se le cuestionarían las razones de la muerte, en manos de la
policía mexicana, de dos mineros en huelga, ni porque fueron heridos
100 mineros más, ni tampoco por qué el gobierno ha perseguido a los
dirigentes sindicales, o por qué fueron sumariamente despedidos 44,000
trabajadores de la electricidad a fin de destruir su sindicato.
"Al presidente Calderón no se
le cuestionará puesto que, como nación, hemos optado por no dar
prioridad a los trabajadores y sus familias, hemos favorecido en cambio,
a las transnacionales que alimentan la carrera mundial dirigida a
sumergir los estándares de vida y de trabajo de los hombres y mujeres
trabajadores. Tanto en México como en Estados Unidos, se necesitan
buenos empleos y un trato económico justo, incluida la libertad de
mejorar sus vidas a través de los sindicatos que forman ", señaló Trumka
en un artículo de opinión publicado en “The Hill”.
El mantra del TLC de favorecer
a las corporaciones multinacionales marcó el tono de la reunión de dos
días. La declaración conjunta anunció la creación de la Frontera del
Siglo XXI, "que incluye la apertura de tres nuevos cruces fronterizos,
tres nuevos proyectos binacionales de puentes, y proyectos importantes
de modernización en las actuales instalaciones de las fronteras", —todo
para facilitar el tráfico de bienes y servicios. Los presidentes
anunciaron la formación de un Comité Ejecutivo bilateral. Al parecer,
fuera de incrementar las importaciones y exportaciones que fluyen a
través de la frontera, la frontera del siglo XXI se parecerá en mucho a
la que ya existe. Ninguno de los presidentes hicieron una sola mención a
poner fin a la corrupción de los funcionarios, en ambos lados de la
frontera, que permite el libre flujo de contrabando, ni aludieron
finalmente a la creación de conductos legales más laxos para los
trabajadores que producen gran parte de las mercancías exportadas
legalmente.
La declaración conjunta, hace
referencia por demás indirecta a la polémica prohibición impuesta a los
camiones mexicanos de no transitar en carreteras estadounidenses (ni
siquiera menciona la palabra "camiones".). Este asunto ameritaba algún
anuncio de avance, dado que la prohibición al tránsito viola los
términos del TLCAN y México obtuvo una sentencia favorable que le
permite fijar aranceles punitivos a una serie de importaciones
provenientes de estados Unidos. El asunto del transporte es una
verdadera vergüenza para los promotores del TLC, ya que esta
controversia de larga data expone el código silente en boga en los
Estados Unidos: los juegos internos de poder, siempre se imponen sobre
las leyes y compromisos internacionales.
Otros acuerdos pocos conocidos
de la reunión incluyen la expansión del Grupo de Trabajo de los
Derechos de Propiedad Intelectual. Una vez más, buena
noticia para las empresas; mala noticia para México. México no gana, —
sólo es dueño de una ínfima fracción de las patentes en comparación con
su vecino que las acumula insaciablemente. El TLCAN de por sí ya concede
a las empresas practicas de venta monopólica más amplias que las
permitidas dentro del OMC y de otros acuerdos, y el compromiso de acabar
con la piratería en México significa batallas callejeras con los
vendedores ambulantes, despoja a miles de personas de la economía
informal de su forma de sustento, y coloca fuera del alcance de los
pobres, buena parte de la cultura popular.
La lista es interminable. Los
dos presidentes celebraron el hecho de que "México está posicionado para
ser el primer país del mundo donde el financiamiento de apoyo a las
exportaciones estadounidenses proporcionado por del EXIM supera los $ 10
mil millones, que a su vez apoyan las inversiones y la transferencia de
nueva tecnología hacia México." Muchos estudios han demostrado que la
financiación estadounidense para las importaciones ha sido un factor
clave en el desplazamiento de los productores mexicanos (maíz, por
ejemplo) y los miembros del Congreso han acusado al EXIM (Banco de
Exportación/Importación de los Estados Unidos) de ser una fuente
aprovisionamiento para las corporaciones estadounidenses.
Aunque a primera vista no lo
parezca, el acuerdo para ampliar la Iniciativa Mérida, originalmente un
proyecto a tres años establecido por Bush II (hijo) , es también un regalo para
los negocios estadounidenses. Sus "cuatro pilares" –trastocar las
capacidades de las organizaciones delictivas; apoyar los esfuerzos para
fortalecer las instituciones públicas encargadas de combatir a la
delincuencia organizada; desarrollar la Frontera segura y competitiva
del Siglo Veintiuno; y la construcción de comunidades fuertes y
resistentes en ambos países –son en realidad tres pilares y un retazo.
El monto de ayuda para los programas sociales de México que no estén
relacionados con seguridad, representa únicamente cerca del 3% del total
solicitado para la iniciativa Mérida del 2011. El resto se va, en gran
parte, a los contratistas de la industria de la defensa estadounidenses, a
empresas de TI y a empresas de seguridad privada, que abastecen
externamente los bienes y servicios al Plan.
Mientras que compañías estadounidenses examinan a los policías mexicanos, diseñan y operan el
equipo de inteligencia y entrenan a personal del ejército mexicano, la
iniciativa no contiene obligaciones específicas para los Estados Unidos.
Esperando que nadie se percatara del acceso -sin precedente histórico-
que tienen las agencias estadounidenses al aparato mexicano de seguridad
nacional, Calderón eligió ponerse un poco filoso en su discurso ante el
Congreso de Estados Unidos, y lo exhortó restablecer la prohibición de
armas de asalto. Es una causa digna, pero no un titular entre las
demandas mexicanas. Unos cuantos senadores republicanos expresaron
descontento, pero tanto el Washington Post como la publicación hispana
más grande de la nación El Diario de Nueva York publicaron editoriales a
favor. El Diario además hizo un llamado para que la gente "se una en
torno del llamado de Calderón y se tome como una oportunidad de crear un
ambiente propicio para una acción urgente." Buena tinta para un
presidente que cuenta con un limitado apoyo entre la población migrante
mexicana en los Estados Unidos. Los comentarios de Calderón, también
tenían la intención de poner distancia frente a las críticas internas de
auto adulación.
Acerca de la inmigración,
ambos presidentes se pronunciaron en contra de la ley de Arizona. Obama
se comprometió a una reforma migratoria integral sin especificar
"cuándo", y Calderón se comprometió a la creación de empleo en el país
sin especificar "cómo".
En política exterior, los dos
presidentes avalaron la estrategia de "divide y vencerás" del programa
Rutas hacia la Prosperidad (sin invitación a los gobiernos de
centro-izquierda), y elogiaron la cooperación en materia de seguridad
entre "los Estados Unidos, México, Colombia, América Central, y el
Caribe ", otra alianza política especialmente seleccionada. México
también se adhirió a la campaña estadounidense para la readmisión de
Honduras a la Organización de Estados Americanos y "a todas las
instituciones interamericanas", reconociendo "los importantes avances
que el país ha tenido a partir de las elecciones
celebradas en noviembre de 2009 para restaurar el orden democrático y
constitucional", y se comprometió a unirse a Estados Unidos en "apoyar
decididamente al OIEA y sus esfuerzos de verificación de situaciones de
especial preocupación en los organismos internacionales pertinentes del
sistema de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, incluyendo la
persistente omisión de Irán en el cumplimiento de sus obligaciones
internacionales acerca de su programa nuclear ", acción que debilita la
propuesta de Brasil y de Turquía de resolver la confrontación mediante
un acuerdo diplomático que evite las sanciones de corte impositivo.
Por el incremento del poderío
militar, el aumento en las políticas pro-empresariales, y por situar la
seguridad fronteriza por encima de la reforma migratoria -la reunión
Obama-Calderón podría fácilmente denominarse "la nueva alianza
conservadora" en el hemisferio.
Lástima que fue fraguada por
el presidente de los Estados Unidos de quien muchos esperaban
que aportara algo nuevo a Washington.
Laura Carlsen (lcarlsen@ciponline.org)
es directora del Programa de las Américas (www.cipamericas.org)
del Centro de Política Internacional de la Ciudad de México.
Para obtener más información
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