(ENSARTAOS.COM.VE) A principios del siglo XX, el país más poderoso del mundo era al mismo tiempo el más opresor, el más criminal, el menos democrático: todavía se producían ante la indiferencia total de sus presidentes, linchamientos de negros en Georgia, Brownsville, Alabama, y Texas. La voz de los socialistas clamaba por justicia, y todo este estado de inmensa conmoción tuvo su momento más crítico con la matanza de Ludlow, producto de una huelga del carbón en Colorado. Había sucedido en abril de 1914, y once mil mineros se levantaron en desafiante batalla contra el ejército capitalista. Para contenerlos, las mafias del potentado Rockefeller contrataron pistoleros y esquiroles dirigidos por la agencia de detectives Baldwing-Felts.
La familia de los poderosos Rockefeller era la más experta atropellando y asesinando trabajadores, y para reprimirlos empleaban también —pagándoles a su vez un estipendio—a miembros del ejército norteamericano. Ante este acoso se hizo un llamamiento a las armas. Centenares de huelguistas marcharon contra los soldados, se erizó de manifestaciones y protestas el país, y varios piquetes marcharon hacia el edificio Rockefeller del número 26 de Broadway en Nueva York. En esos días, barcos de guerra gringos bombardearon a Veracruz en México, y mataron a más de cien mejicanos. ¿Qué relación tenía una cosa con la otra? El sistema de supervivencia imperial instintivamente reaccionaba ante el acoso terrible de la clase obrera para crear una unidad pro bélica en un país “amenazado” por tantos enemigos internos. Se aplicó la máxima: “Cuando estés mal internamente, invéntate una amenaza exterior, una guerra”.
Pronto esa mafia de los Rockefeller dirigió su atención hacia Venezuela: petróleo, petróleo y más petróleo para la Standard Oil Company,[1] fue la consigna.
Insólitamente, el primer aliado que tuvieron los Rockefeller en Venezuela fue Rómulo Betancourt. La conducta de Betancourt, era entonces muy parecida a la Teodoro Petkof; resultaba muy extraña, teniendo en cuenta que conocía a fondo todos estos latrocinios que cometían las compañías petroleras, principalmente la Standard Oil. Con el tiempo su posición será la de ir acercándosele al poder de los Rockefeller para conocerle mejor, para enterarse de lo que requerían sus empresas y así él tratar de fortalecer sus negocios en nuestro país, y convertirse en su aliado más formidable en el continente.
Rómulo Betancourt estampa esta frase esclarecedora de toda su admiración y persistente idolatría por la más estupenda familia petrolera del Norte: “[...] coetáneamente, un audaz hombre de negocios, John D. Rockefeller, avizoraba el porvenir de la mágica fuente de riqueza y echaba las bases de la que llegaría a ser la más gigantesca empresa industrial de los tiempos modernos: la Standard Oil.”[2] Admiraba al hombre que con el mayor descaro sostuvo: “La mejor manera de explotar petróleo es una dictadura petrolera”.[3]
Es muy probable, que de los primeros contactos entre Nelson Rockefeller y Betancourt naciera aquella “brillante idea”, propuesta que le llevó este magnate petrolero a F. D. Roosevelt: implantar la política del “buen vecino” para América Latina. Una política que se traducía en véndeme a precios de gallina flaca toda la materia prima que necesitamos para mantenerte doblegado y no dejarte crecer mientras que yo te ayudo, vendiéndote a precios justos lo que no requieras para que sigas siempre dependiente de nuestro desarrollo.
No olvidemos que Nelson Rockefeller fue uno de los grandes propulsores de la CIA. Después que se produjera el derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita, Rockefeller recibirá como regalo una lujosa finca en el Estado Carabobo. Hay quienes sostienen que esta finca fue un obsequio de aquel primer gobierno adeco por su contribución al golpe de estado del 18 de octubre del 45. Rockefeller “nunca fue, es, ni será sectario”, y así como fue amigo del dirigente supremo de AD, lo será también del señor Marcos Pérez Jiménez cuando éste sea presidente. Llama sobremanera la atención cómo Betancourt llegó a aliarse con tanta fuerza con un Nelson Rockefeller cuando hacía pocos años lo había atacado con furia. En una ocasión al terminar un artículo sarcástico sobre él (con quien después colaboraría en proyectos agrícolas y pesqueros) sostenía que los Rockefeller eran “explotadores de nuestro país con toda su hipocresía máxima”.
En el libro sobre Tinoco de Juan Carlos Zapata encontramos importante información sobre Nelson Rockefeller y sus negocios en nuestro país. Dice Zapata que Rockefeller no se equivocó cuando dijo que aquí teníamos mucho petróleo, y tampoco apuntó mal al observar el estado de la economía venezolana. “Su diagnóstico fue preciso y observó la excesiva dependencia del petróleo y se planteó, primero, aprender castellano y segundo diversificar inversiones en el país. El joven Rockefeller superaba entonces la tormenta de las nuevas leyes en Venezuela, regresó, y decidió que era el momento de darle un giro a los negocios y entrar en el terreno de lo que hoy se llama responsabilidad social de las empresas.”
Fue así, como Rockefeller con un grupo de amigos y asociados fundó en 1940 la Compañía de Fomento Venezolana reuniendo 3 millones de dólares de capital inicial, del que su familia aportó un tercio, el otro tercio los socios venezolanos, y al resto de las compañías petroleras, se lee en LOS ROCKEFELLER. El proyecto piloto de la compañía resultó ser el hotel Ávila.”
Añade Zapata, que un empleado que Nelson Rockefeller había reclutado en el departamento de alquileres del Centro Rockefeller le sugerí en una carta que tomar en consideración otras inversiones suplementarias al hotel. Estamos en 1940 y ese empleado, vaya sorpresa, es Robert Bottome, cuya esposa, Katherin Deer, divorció de por medio, se casará más tarde con un tal William Phelps Tucker, y su hijo Peter Bottome será el empresario líder del grupo 1BC, cuya nave insignia era Radio Caracas televisión.”
Véase pues, de dónde provienen esas cosas que aquí algunos llaman empresas nacionales con tanto orgullo. Aquí, realmente no hemos tenido casi nada propio.
De modo pues, que este detalle sugerido por parte de Bottome a Rockefeller fue la chispa que encendió la pradera capitalista en Venezuela. Cuenta míster Nelson: "la idea me atrae bastante (…) Una compañía de esta clase nos facilitaría la excusa perfecta para recorrer el país, y conocer las esferas de la política y los negocios en toda Venezuela y, como de costumbre, estar al tanto de otras posibilidades que puedan presentarse".
Añade Zapata, que “Bottome toma la iniciativa de proponer, en agosto de 1940, la incursión en negocios de farmacia, distribución de alimentos y abastos. ¿Y saben que nació de allí?: la cadena de Automercados CADA, la misma que 30 años después pasará a manos del grupo Cisneros y que luego este, en los 90, venderá al consorcio CATIVEN, integrado por la francesa CASINO, la colombiana almacenes ÉXITO y el GRUPO POLAR DE VENEZUELA.”
“Rockefeller no se quedó en eso, hará más, porque entre las empresas fundadas figuran la Indulac -industrias lácteas-, café El Peñón, haciendas de ganado y granjas avícolas, entre otras. Cuando hubo que vender, algunas de esas compañías pasaron a manos del estado, otras a particulares, como a los Cisneros y a Iván Darío Maldonado, y, en la dinámica natural del mercado, empresas como cada, hindúlac, y casi el peñón pasaron de nuevo a otras manos particulares o fueron ron reprivatizadas, y adquirida finalmente por la italiana Parmalat.”
Aquí vemos cómo ya está formado ese pequeño germen del que luego emergerá toda la clase dominante de Venezuela. Dice Zapata: “En medio de ese torbellino de operaciones, compra y venta, venta y compra, importa decir que gran parte de lo fomentado por Nelson Rockefeller, y sus socios y amigos, aún existe y algunas de la marca de esas compañías aún son un líder es en su respectivo se comentó de mercado. Con lo cual se puede decir en Rockefeller aún vive en Venezuela.”
Así pues, nuestra burguesía proviene de aquel Robert Bottome quien estudió con Nelson Rockefeller. Que el magnate se enamoró del país y dijo:.
“-Voy a invertir mis dividendos en Venezuela.
“-Y los invirtió, haciendo socios a muchos venezolanos. Al país vinieron mi padre y mi mamá y William Coles.
En esa época en Caracas nacía el grupo “Yanquis come home”.
“-Mi padre fue el primero-señala Bottome.
“La fortuna dio un giro por qué la madre de los Bottome se casa con William Phelps Tucker, el dueño del Almacén Americano. Katherin, que sería con el sida toda su vida como Katty Phelps, y William se enamoraron a primera vista en el barco que los traía a Caracas. El regresaba a la ciudad y ella acompañaba a su esposo. No se dijo más. El flechazo será fulminante. Esta anécdota la contó la misma Katty al historiador Pedro Benítez, quien ayudó a John Phelps en la investigación del libro sobre su abuelo.
“Por su parte, el padre Bottome regresa a Estados Unidos en 1943 para participar en la Segunda Guerra Mundial, y volverá con mandato de Rockefeller para vender las acciones que poseía en el Hotel Ávila. Después se hizo promotor de empresas en el país, promotor de la Bolsa de Caracas y del mercado de capitales, fundador y operador de su propia sociedad de corretaje, va a vincularse con el Grupo Boulton y a presidir algunas de las compañías de esa organización, como Cementos Guayana, Terminales Carabobo. Bottome también fomenta la expansión del DAYLY JOURNAL, diario en inglés editado en Caracas, contrae matrimonio con Margot Boulton, y así se enlaza con una de las tres familias más ricas e influyentes de la época y muere en 1981.”
(Véase el
libro “Tinoco –vida y muerte del poder en Venezuela”, de Juan Carlos
Zapata,
editorial Alfa, Caracas, 2008.)
[1] Hoy denominada Exxon Mobil.
[2] Rómulo Betancourt, Venezuela, Política y Petróleo, Editorial Seix Barral S. A., 2a. edición, Barcelona-Caracas-México, 1967. p. 25.
[3] Jaime Galarza, El festín del petróleo, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. División de Publicaciones, Caracas (Venezuela), 1974, p. 131.
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