Recientemente en el ritual Patio de Turas del Cerro de Moroturo del municipio Urdaneta en el estado Lara, con la presencia protagónica de centenares de niños, adultos y autoridades tradicionales que se declararon y se censaron legítimamente como indígenas, se cumplió un excepcional y reivindicatorio Acto de Estado: el reconocimiento oficial por el Gobierno Bolivariano de la identidad ancestral del pueblo ayamán, al expedírseles en su hábitat la cédula indígena venezolana, acción que les abre las puertas al ejercicio y disfrute de sus derechos étnicos, territoriales (demarcación) y tradicionales, consagrados en la Constitución Bolivariana y en la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, que definen a los indígenas ayamán como a ciudadanos que conforman una de las culturas originarias “constitutivas de la venezolanidad”, localizados geográficamente, después de sucesivas y seculares migraciones, en los estados Lara, Falcón y Portuguesa.
El Servicio Autónomo de Identificación, Migración y Extranjería, SAIME, en el estado Lara, en alianza con el Consejo Nacional Indio de Venezuela, CONIVE, adelantaron en corresponsabilidad con las autoridades tradicionales indígenas, las acciones de Censo y Registro de las comunidades ayamán en el estado Lara, que dieron origen a las Jornadas de Cedulación Indígena.
Lo extraordinario de este caso trasciende el hecho mismo de la cedulación indígena ayamán , que algunos pudieran considerar erróneamente como un evento administrativo y burocrático más, recordando que otros aborígenes venezolanos como los wayúu y los kariña, pueblos demográficamente mayores , han recibido anteriormente sus cédulas indígenas y aún más, han conquistado la demarcación de sus territorios colectivos ancestrales. Sin embargo, el pueblo ayamán, autodenominado como “Iyit” (gente), fue reconocido oficialmente en la Ley como indígena apenas en el año 2005, algo más de 130 años después de que sus territorios y “resguardos indígenas” fueran desconocidos, anulados y repartidos entre la oligarquía latifundista amparada por los gobiernos de Guzmán Blanco, en las últimas décadas del siglo XIX. De ese modo, liquidados los resguardos indígenas ayamán, el Estado guzmancista desconocía a los dueños de la tierra del norte del estado Lara y sur de Falcón, que desde entonces, por metamorfosis capitalista , se convertirían de indígenas en peones y campesinos de los numerosos hacendados y gamonales que los despojaron de sus territorios.
Sin embargo, la resistencia étnica y territorial de los ayamán ha sido proverbial. La crónica colonial “Historia Indiana” escrita por el alemán Nicolás de Federmann, relata una de las “entradas” o expediciones de conquista de los welser y españoles que partió de Coro en septiembre de 1530, derivando hacia el sur y atravesando el territorio del actual centroccidente venezolano, “descubriendo” entre otras poblaciones originarias, la existencia de la ancestral (y no reconocida por la Historia Oficial) ciudad de Bariquisimeto, que contaba entonces con 23 localidades o aldeas y 30 mil habitantes caquetíos , todo esto 22 años antes de su fundación colonial por el español segoviano Juan de Villegas.
Pero esa es otra historia indígena. Los ayamán reciben a la expedición germano-española el 27 de septiembre de 1530, ubicados estratégicamente en posición guerrera, en las montañas al sur de Siquisique y del río Tocuyo, “en número de 600, lanzando grandes gritos, soplando con los cuernos (de venado) como acostumbran hacer en la guerra y disparando flechas sobre nosotros” según relata Federmann. Esa acción de resistencia bélica ayamán en la serranía de Parupano, atestiguada por los conquistadores, constituye en la otra y verdadera historia de los pueblos indígenas, la primera “guazábara ayamán” contra los invasores europeos, la guazábara de Parupano.
Pero algo más excepcional otorga resonancia histórica al reconocimiento por las instituciones bolivarianas de los ayamán, creadores de la Danza de Las Turas y de la alquimia del cocui. Esa nación de origen macro-chibcha, según los historiadores Ramón Querales y Renato Agagliate, podría haber arribado a Venezuela desde la América Central en oleadas migratorias de 12 mil a 14 mil años a.d.p. (antes del presente), precediendo a las naciones arawak y caribes , que penetraron el territorio venezolano, mucho después, por vía fluvial, desde el río Orinoco. En ese sentido son esclarecedores los estudios sobre poblamiento del antropólogo y arqueólogo J.M. Cruxent y del biólogo C. Ochsenius, en los territorios de Taima-Taima, Muaco Río Pedregal y otros, identificando en el estado Falcón a los primeros pobladores del territorio venezolano y definiendo también a la fauna y flora xerófila, similar a la del semiárido actual. La persistencia geocultural de los “Iyit” en esos territorios estudiados por la Arqueología y la Antropología, hace lógico presumir que los ayamán contemporáneos, capitaneados en el Cerro de Moroturo por Alejandro y María Perozo , constituyen los descendientes de una estirpe milenaria y de un pueblo arraigado ancestralmente, desde hace al menos 12 mil años en el actual territorio venezolano, constituyéndose en los primeros pobladores de la Nación.
Ese Acto de Estado, la identificación y cedulación indígena y oficial del pueblo ayamán, fue simultáneamente, el reconocimiento de las profundas raíces originarias que constituyen nuestra genealogía, multiétnica y pluricultural, y de una venezolanidad marcada indeleblemente por la naturaleza y el acervo indígena.
Finalmente, más allá de la retórica, los ayamán, ahora reconocidos por el Estado como cofundadores de la venezolanidad, encaminarán sus acciones hacia la conquista de sus usurpados derechos territoriales y a la recuperación de su economía agrícola y maizal, de “hombres y mujeres de maíz”, base de su cosmovisión y cultura.
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