Este debate sucede en un momento particular,
en el que las fuerzas represivas del estado, y sus apéndices paramilitares,
planean intensificar su campaña de limpieza ideológica, y afinando una
estrategia para simular el trasiego de armas hacia un grupo insurgente
irregular perteneciente al FNRP. Todo esto es parte de una estrategia que
asume, que en el mes de junio Honduras tendrá la oportunidad de ser reintegrada
a la OEA, por lo que cualquier proceso de depuración social deberá darse antes
de ese momento. Por supuesto, el plan presume que estos crímenes seguirán
pasando desapercibidos y que nosotros no tendremos una respuesta eficaz contra
ellos.
La situación general del gobierno revela que,
aunque la economía se ha quebrantado, el apoyo internacional hacia el régimen
es sustancialmente mayor del que nosotros podemos percibir; esto querría decir
que la posibilidad de que este se muestra interesado en una resolución
definitiva de la crisis hondureña, sólo sería viable si, como oposición, la resistencia
nacional fuera capaz de generar condiciones que le obliguen a considerar esa
alternativa. A esta fecha, las acciones que lleva adelante el frente no parecen
tener la relevancia necesaria para que logren un objetivo de la envergadura
necesaria para propiciar la situación requerida.
Evidentemente, se hace necesario llevar a cabo
un análisis serio, y a profundidad, de la correlación de fuerzas prevalecientes
en el país, para determinar una estrategia que permita posicionar políticamente
las aspiraciones populares, y confrontarlas con aquéllas planteadas por el
adversario golpista. La tensión necesaria para alcanzar una situación crítica
tal que nos permita negociar está ligada intrínsecamente con nuestra propia
capacidad de organizar eficientemente oposición al régimen en todos los ámbitos
de la vida nacional.
Otro asunto que resulta de capital
importancia, es la valoración exacta de las condiciones que prevalecen en el
ámbito internacional, en el que los Estados Unidos mueven todas sus piezas,
mientras los países hermanos luchan por evitar que se deje impune el terrible
precedente el Golpe de Estado en Honduras. Es ingenuo pensar que una situación
política, en el marco de la política internacional, pueda sostenerse por largo
tiempo sin la creación de condiciones apropiadas en el interior del país.
Frente a todas las valoraciones que se han
planteado sobre el desarrollo que debe seguir el FNRP, se hace necesario
inducir una discusión de carácter dialéctico, que posicione correctamente los
factores endógenos y exógenos que rigen la dinámica interna del frente como
tal. En principio, más allá de cualquier elaboración de carácter teórico,
debemos asumir como un axioma que el Frente Nacional de Resistencia Popular es
una organización eminentemente política, y que debe actuar en consecuencia con
esa verdad; cabe aquí anotar que la existencia del frente no acepta ninguna
otra definición.
La discusión que se centra sobre la
participación posible del frente en un proceso electoral en el año 2013, y la
formación de un frente amplio debe contemplar algunas cosas que son
consustanciales a la lucha misma del frente; al mismo tiempo se debe tomar en
cuenta el asunto del poder no desde el punto de vista esencialmente semántico,
sino desde una perspectiva teórico práctica que se sustente en el desarrollo
histórico del país, y la evolución de la conciencia revolucionaria de los
hondureños y las hondureñas, especialmente a lo largo de los meses posteriores
al golpe de estado de junio del 2009.
La primera consideración de trascendencia, es
el reconocimiento explícito de parte de la dirección del frente, de la
existencia de diferentes tendencias al interior del mismo, y generar el espacio
necesario para la participación irrestricto de todas y cada una de ellas. Se
cometería un grave error si se aísla a uno o más sectores en resistencia; y
sería peor seguir campañas de desprestigio contra estas. La vía por la que se
tome el poder no define la naturaleza del frente.
En cuanto al frente amplio, es un hecho que la
figura surge con el ánimo de evitar mayores fisuras, debido a la intransigencia
en el debate interno; sin embargo, está claro que el FNRP en sí mismo
constituye ya una fuerza amplia, que aglutina una amplia gama de organizaciones
políticas y sociales, que no ha tenido la oportunidad de desarrollarse
orgánicamente al margen de los intereses de cada una de esas organizaciones. En
consecuencia, es más razonable pensar que la vía a seguir sea el
fortalecimiento del frente como tal, lo que implica una apertura y democratización
en los órganos de conducción y las comisiones de trabajo del mismo. No se puede
concebir un frente controlado por un solo grupo, pues esto significaría un acto
contrario a la consolidación del movimiento popular surgido en la lucha contra
el golpe de estado.
Las condiciones para la participación
electoral, están vinculadas con el accionar mismo del frente; por lo tanto, no
se debe esperar que el régimen propicie la participación de la resistencia en
sus procesos. La tesis de que la conspiración de la inteligencia norteamericana
incluye la participación del FNRP en procesos electorales, carece de un
análisis objetivo de la situación.
En este sentido parece más lógico que el propósito
de este plan sea revitalizar el bipartidismo, destruyendo al frente, y
propiciando el retorno de las bases liberales a su antiguo partido. Esto se
hace aún más factible, si insistimos en ignorar la importancia de luchar por el
retorno del coordinador general del frente, quien más allá del caciquismo que
normalmente le atribuimos, construye líneas de pensamiento, y mantiene un
liderazgo vigente a pesar del aislamiento que le han impuesto.
Durante meses, la actividad del embajador
norteamericano ha trazado una ruta hacia la reconstrucción del bipartidismo, y
el aislamiento de Manuel Zelaya Rosales. Si nos atenemos a las enseñanzas de la
historia, los gringos en época de crisis tratan de perder lo menos posible de las
estructuras de dominación que patrocinan en un país determinado; el golpe de
estado solo dejo una novedad: la resistencia popular. En consecuencia, su plan
debe estar orientado a eliminar este fenómeno social, y revitalizar el
tradicionalismo. Muchos especulan con la recuperación del Partido Liberal de
Honduras para formar alianzas, algo que parece muy improbable, dado que de
darse esto, la derecha más conservadora de ese partido político debería estar
de acuerdo.
En
resumen, el Plan Llorens solo es posible sin resistencia, con dos partidos
tradicionales y las tres comparsas. El Golpe de Estado no se llevó a cabo para
crear una nueva fuerza electoral en el país; hoy los grupos facticos con el
apoyo de los gringos tratan de “limpiar” los rastros que quedaron del
rompimiento constitucional. Debemos tener mucha visión para darnos cuenta que
el Plan Llorens llega a feliz término, tanto si nos apresuramos a convertirnos
al “electorerismo” de inmediato, como si nos oponemos abiertamente a las
elecciones como vía. La única opción fuera de su horizonte es el
fortalecimiento del frente como organización política.
El argumento de confrontar al gobierno, y
llevarlo a condiciones de negociación es correcto, y constituye la vía que
debemos seguir. Esto implica naturalmente nuestra participación activa en el
marco de la discusión por una nueva ley electoral, que garantice plenamente
nuestra posibilidad de participación, y
la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente originaria, que debe
surgir de este proceso de negociación del que hablamos, y que es una necesidad
para la resolución del conflicto en el país.
Sin entrar en de conflicto de principios, el
estado de Honduras existe, y el régimen que lo gobierna de facto, es una
realidad tangible, y decisiva sobre los acontecimientos que hayan de
desarrollarse en los meses y años por venir. Nosotros también formamos parte
del estado, y tenemos la obligación de ver más allá de nuestros intereses
grupales o personales, con el fin de cumplir efectivamente con la tarea de
transformar la sociedad hondureña, inmutar el modelo neoliberal imperante hacia
un modelo de transición que nos permita sentar las bases para la construcción
del socialismo.
Con la aprobación de las reformas al artículo
cinco, y la aprobación de la ley de Ciudades Modelo, encontramos el propósito
central de esta administración. En pocas palabras, ellos necesitan una
constitución nueva que les permita alterar el territorio nacional, y de esa
manera facilitar los enclaves que surgirán como alternativa al modelo
neoliberal crudo e ineficiente en el que hasta ahora evoluciona nuestro país.
Sin embargo, es necesario que nosotros entendamos al plebiscito y al referendo
como dos herramientas valiosas de lucha, como dos instituciones por las que el
pueblo hondureño ha estado en resistencia constante, aún a costa de muchas
vidas.
Nuestra misión inmediata, una vez ratificada
en el Congreso nacional la reforma a ese artículo cinco, debería estar centrada
en una consulta popular alrededor de los temas fundamentales: la convocatoria incondicional
e inmediata a una asamblea nacional constituyente originaria y de amplia
participación nacional; y el retorno inmediato, seguro, incondicional de todas
las personas forzadas al destierro. Las opciones que tenemos frente a este
instrumento son esencialmente dos; que el Congreso, a pesar del cumplimiento de
todo lo requisito por nuestra parte, nos niegue el derecho a los instrumentos que
pregonan, con lo que podríamos actuar internacionalmente para reforzar el
aislamiento del régimen; o simplemente aceptan la convocatoria a las consultas
propuestas, con la obligación de negociar una nueva ley electoral.
En cualquier caso la discusión debe dar por
descontado que participaremos en las elecciones del 2013, pues estando en
febrero de 2011, tenemos el tiempo suficiente para organizarnos y generar las
condiciones que nos garanticen acceso a un proceso equilibrado. No sería muy
atinado pensar que la burguesía nos entregará el poder en bandeja de plata,
pero sí es factible presionarla en la dirección de crear condiciones más justas
de participación de los individuos.
En este punto debemos señalar que en ningún
caso desechamos ninguna otra vía posible para la toma del poder, pues ésta es
una potestad soberana del pueblo, y es este el que en definitiva deberá señalar
la ruta que hemos de seguir. En este sentido, deberíamos tener la humildad que
expresamos cada vez que nos dirigimos en defensores de los intereses populares,
y respetar la decisión que nuestro pueblo considere pertinente. La vía
electoral, es uno de los recursos que tenemos, y para obtener las condiciones
necesarias de participación, tendremos que trabajar mucho más, y enfrentar
directamente al adversario, no darle la espalda.
Los dirigentes de las organizaciones
integrantes del frente, deben estar conscientes de la responsabilidad que
implica la promoción pública de vías violentas para la toma del poder, ya que
la misma sirve de justificación para la represión y aniquilación de nuestra
militancia. Es irresponsable predicar acciones que nosotros mismos no somos
capaces de llevar a cabo. Con él respeto que se merecen quienes están
dispuestos a este tipo de lucha, pensamos que este momento no presenta condiciones
favorables, y que el tema es utilizado mediáticamente por el enemigo para
atemorizar a nuestras bases, tal como lo ha hecho miles de veces en el pasado,
en todos los países del continente.
En síntesis, el frente no está listo para
participar en un proceso electoral, pero eso no quiere decir que no debamos
fortalecer la organización en la dirección de participación en este tipo de
procesos, o que debamos participar en los procesos que generen las condiciones
para llevar adelante dicha acción. En un proceso de contradicción existen
siempre las partes que generan el desarrollo, este caso no es la excepción, y
es nuestro deber elaborar los conceptos necesarios para participar activamente
en el desarrollo histórico, en el cual nos hemos negado a participar hasta
ahora, quizá, precisamente, debido a la falta de consolidación de las
contradicciones mencionadas.
La etapa superior de la lucha, o lucha
superior, está definida en el cambio cualitativo que se da entre la
multiplicidad de acontecimientos de defensa de nuestros derechos, y la lucha
abierta por la toma del poder; en esto notamos la acumulación constante de
cambios cuantitativos, así como el inminente salto cualitativo que estas
forman; esto es fácil de comprender para muchos compañeros y compañeras, que
han trabajado arduamente en la elaboración de tesis y antítesis alrededor de
los procesos electorales, el poder y la revolución. En general, vemos que estos
tres conceptos no se excluyen entre sí, y están ligados estrechamente en la
construcción de un proceso revolucionario.
A 13 días de esta asamblea, no podemos menos
que esperar los días subsiguientes sirvan para aclarar conceptos, y definir debates
dentro de los márgenes de construcciones de pensamiento críticas, creativas y
constructivas; después de ello tendrá la tarea de construir el conjunto de
ideas y de vida orgánica al frente nacional de resistencia popular, y del
espacio para que esta nueva fuerza se convierta en el protagonista de la vida
política del país durante los 50 años siguientes.
No nos cansaremos de repetir que si no nos
hacemos las preguntas correctas, nunca llegaremos a las respuestas correctas.
rsalgadob@yahoo.com
13/02/2011