1En coloquio con los intelectuales en la Feria Internacional del Libro de La Habana, Fidel advirtió sobre la grave de la crisis de alimentos en curso y solicitó a los presentes sugerencias sobre su solución.
2No exagera el Comandante. Gracias a desastres climáticos posiblemente desatados por la emisión de gases de invernadero, la ola de calor del 2003 en Europa redujo en un tercio su producción de granos. Rusia, tercer exportador de trigo del mundo, por causas parecidas clausuró en 2010 sus exportaciones y Canadá adoptó política similar. México era un fuerte productor de maíz; el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos arruinó su producción y lo convirtió en importador. Hacia 1989 Colombia producía el 90 por ciento de los alimentos que consumía; dos décadas más tarde por causas políticas y sociales importa más del 90 por ciento del maíz, 57% del arroz y 44% de los fríjoles, y su producción cafetalera está en la ruina. En 2010 y 2011 imprevisibles sequías e inundaciones devastan la agricultura de Colombia y Venezuela.
3 El capitalismo no puede resolver esta situación: es él quien la crea. Sus industrias y vehículos contribuyen a desencadenar los desastres climáticos. El capitalista no cultiva para satisfacer el hambre, sino para obtener ganancias. Dedica parte importante de los sembradíos a la industria textil, piensos de ganado y agrocombustibles. Las transnacionales han efectuado masivas compras de tierras en el Tercer Mundo, que dedican al monocultivo de cosechas para exportación y no para alimento de los nacionales. La FAO admitió en 2004 que las políticas neoliberales, el libre mercado y los ajustes dictados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio imposibilitan que los países aseguren el derecho humano a la alimentación.
4El capital se concentra en un número cada vez menor de manos: los alimentos también. Una docena de transnacionales y 36 filiales interconectadas dominan su producción y mercadeo mundial. Integran el cartel Anglo-Holandés-Suizo: doce de ellas están asociadas al cartel de Windsor, de la casa reinante inglesa; las demás en su mayoría están vinculadas a otras cinco casas reales. Apenas dos, Continental y Cargill, controlan más de la mitad de la producción de granos global. Este colosal oligopolio domina el 95% de la producción alimenticia de Estados Unidos, Europa, los países del Commonwealth y Latinoamérica, especialmente Argentina y Brasil, y de sus cosechas dependen cinco mil millones de personas. En el resto del mundo ha deprimido la producción de alimentos incoando la eliminación de políticas proteccionistas y subsidios, la suspensión de financiamientos y grandes proyectos agrícolas, el dumping y el dominio sobre semillas y fertilizantes.
5 Antes del colapso de 2008, la economía especulativa superaba unas ochenta veces la producción real de bienes. Lo mismo comienza a suceder con los alimentos. La escasez se traduce en dramáticas alzas de precios. Para septiembre de 2011 el bushel de maíz estaba en $466,3; para marzo de 2011 ha alcanzado los $788. El trigo en el mismo lapso salta de $2.794 el bushel a $3.675; el azúcar, de $5.616 el bushel a $7.437. Detrás de las conmociones en Europa y el mundo árabe están críticas escaseces y alzas en el precio de la comida.
6 Para remediar la situación, movimientos y gobiernos progresistas debemos frenar la devastación de las zonas verdes y humedales del planeta; limitar la emisión de gases de invernadero; colocar bajo control social aguas y tierras cultivables; ejecutar radicales reformas agrarias; declarar de interés público y proteger la producción de alimentos; limitar el cultivo de agrocombustibles, textiles o vegetales para consumo del ganado; controlar los transgénicos y penalizar la especulación. El jinete del Hambre cabalga sobre el mundo, y tras él cabalgan la Peste, la Guerra y la Muerte.
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