De entrada, las leyes jurídicas no tienen vida propia, están condicionadas a los intereses clasistas sobre los cuales el factor económico es marcadamente determinante.
Ignoramos cuáles resultados obtendrá el gobierno con su flamante Ley de Costes y Precios Justos. En cuanto a los costes, no conocemos el detalle de las variables contables involucradas como componentes del costo de producción. Pensamos que dicha ley respetará lo que dan por sentado los manuales internacionales de costo burgués, refrendados por prestigiosas Academias, Editoriales y Universidades de fama.
Recordemos que la clase burguesa tiene el control y el poder para decidir cuánto invierte, cómo invierte, qué considera costos de fabricación, cómo depreciar el valor de sus inversiones de valor y precio fijo, en fin, cómo despacharse y darse el vuelto dentro de patrones contables aprobados por todas las leyes jurídicas que la misma literatura burguesa redacta en idiomas que empresas e instituciones burguesas utilizan en sus diccionarios y textos sobre Economía, Contabilidad, Auditoría, etc.
La burguesía cuenta además con un personal técnico y profesional, de toga y birrete, egresado de afamados y no tan afamados centros de estudio, cuyos pensa están ajustados con estricto respeto de la Contabilidad más conveniente a los intereses de la clase dominante. No podemos perder de vista que en las sociedades clasistas todas las instituciones del Estado reflejan la división social de clases con el dominio de una sobre la otra. No hay, pues, ninguna ciencia que pueda hacer abstracción de esta dominación; no hay una ciencia burguesa objetiva e imparcial, porque ni siquiera la matemática escapa a su tergiversante influencia.
De allí que para introducir verdaderas reformas o cambios radicales en esa Contabilidad, el Estado tendría que ser definitivamente de otra naturaleza, y no como el presente que sólo ofrece una informe combinación de timoratos ensayos “socialistas” con reforzamiento de procedimientos burgueses, todo ello con claro apego y respeto a los intereses clasistas de la sociedad burguesa.
En cuanto a precios, cualquiera innovación legal no podría pasar de la tradicional regulación de precios, y ya sabemos que en una economía de constantes variaciones cambiarias (devaluaciones de la moneda nacional, cambios de la paridad cambiaria, modificación de encajes bancarios, competencia entre empresa estatales y e. privadas, subvenciones aquí, subsidios allá), con semejante dinámica de costo, mal puede regularse precio alguno, y estos siempre serán un resultado y no una disposición tiesa tomada ex ante desde ninguna oficina burocrática.
Ya hemos tocado este tema en cuanto al costo de fabricación burgués[1], y ahora señalaremos el verdadero coste de producción, así como el correspondiente precio que correspondería a una sociedad capitalista que limitara su ganancia a la explotación de plusvalía- que ya es bastante- en lugar de retener esta y además cobrarle a su clientela el valor de su capital consumido en medios de trabajo y otros activos “fijos”:
I.- Coste de producción real = (1) Materias primas debidamente almacenadas y conservadas, (2) mano de obra directamente involucrada en la transformación de esas materias primas, (3) gastos beneficiosos para la sociedad, como clínicas de salud para sus trabajadores, comedores, protección del entorno y afines, y (4), la plusvalía del caso.
En esta ecuación estamos excluyendo todo tipo de mano de obra indirecta relacionada con contabilidad de la empresas, asesoría jurídica, estudio de mercado, vigilancia, relaciones públicas, combustibles, transporte, herramientas , maquinaria, herramientas y copyright, que son costes de producción de necesaria incurrencia para viabilizar la explotación de asalariados, pero que no tiene por qué costearlos el comprador de la mercancía involucrada. En cambio, respetamos aquellos costes que de manera directa o indirecta beneficien a todos los trabajadores y al entorno natural donde se halla ubicada la empresa. También hemos incluido el coste de producción correspondiente a la plusvalía, por tratarse de un coste negado por la contabilidad burguesa pero un coste en valor trabajo aportado el trabajador.
II.- Precio de venta = (1) El coste “I” - (2) la plusvalía + (3) la ganancia que ofrezca el mercado según el precio que la puja entre oferta y demanda determine el mercado, en atención al valor. A veces el valor coincidirá con el precio, a veces lo superará o viceversa; a veces la plusvalía = ganancia, a veces, no.
Precisamente, en el mercado confluyen las mercancías cuyo valor trabajo sabrán apreciar los especialistas del caso, es decir, todos y cada uno de los consumidores que como trabajadores están al tanto de cuánto tiempo promedio insume tal o cual mercancía, de cuánto vale la correspondiente materia prima, compradores que saben que no tienen por qué cargar con los gastos abogaciles, ni contables ni administrativos, ni con el coste de las herramientas que son del fabricante, ni por el alquiler del vendedor, ni por el transporte involucrado. La ganancia saldrá del mercado, en el sentido de que una “mano invisible” dará cuenta del valor más aproximado al consumo de valor trabajo involucrado. Digamos que, si bien las mercancías llegan cargadas de valor trabajo, la competencia social se encarga de equilibrar costes excesivos, más allá del tiempo necesario, de reconocer costes omitidos, de tal manera que, al final de la puja, termine privando el valor trabajo que ya contienen las mercancías antes de llegar al mercado.
Esta metafórica mano invisible no se haya reñida con la teoría marxista, y fue el recurso genial del que se valió Adam Smith[2] ante su incomprensión para darse cuenta de que los trabajadores eran explotados, que dejaban en la fabrica más valor que el recibido como salario. Adam Smith, si bien ignoró la plusvalía de fábrica, dejó al mercado para que este convalidara y concretara su existencia al margen de que contabilidad alguna pudiera previamente reconocerla.
[2] “En su Teoría de los sentimientos morales (1759), Smith aduce que, contrario a lo asegurado por Thomas Hobbes, el Egoísmo psicológico no constituye las bases de todo comportamiento humano, sino que esas se encuentran en el proceso de Simpatía (o empatía), a través del cual un sujeto es capaz de ponerse en el lugar de otro, aún cuando no obtenga beneficio de ello. Lo anterior, junto a un Egoísmo racional, llevaría indirectamente al bienestar general de las sociedades a través del proceso de una Mano Invisible. Posteriormente en La riqueza de las naciones (1776), Smith profundiza o modifica esta lógica, indicando que dicho proceso se ve expresado a través de la competencia, etc., mecanismos que serían capaces por sí mismos de asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la actividad económica. (ver Eficiencia económica).
[i] Hemos venido creando la serie de entregas virtuales sobre Economía Científica Política, y sobre Economía Vulgar, bajo la envolvente denominación de: “Conozcamos” y afines. Su compilación posterior la llamaré. “Conozcamos El Capital”, un proyecto de literatura económica cuya ejecución se mueve al ritmo y velocidad de los nuevos “conozcamos” que vamos aportando y creando con la praxis correspondiente. Agradecemos a “aporrea.org”, a su excelente y calificado personal, “ductor” y gerencial, toda esa generosa puerta abierta que nos vienen brindando, a mí, y con ello a todos los lectores virtuales del mundo moderno.