Los magnicidios de Lumumba y Gadafi muestran que el colonialismo aún persiste

Patricio Lumumba fue un excepcional líder africano, anticolonialista, que tuvo el privilegio de luchar por la independencia de su nación y llegar a ser el primer africano en desempeñar el cargo de primer ministro de la misma, la República Democrática del Congo, que hoy es llamada Zaire. Independencia de Bélgica que se alcanzó oficialmente en junio de 1960, tras asumir la nueva república la deuda externa de Bélgica. Una deuda que jamás adquirió y que la imposibilitaba de alcanzar su pleno desarrollo.

Cuando Lumunba intentó limpiar al ejército de la administración y residuos belgas que aún obedecían a esa nación europea y no a la nueva, empezó el conflicto. Bélgica jugó a dividir el Congo y una provincia, rica en yacimientos minerales, demandó su independencia de la joven república. En respuesta Lumumba buscó el apoyo de la extinta URSSS y la CIA estadounidense le adjudicó la imagen de comunista, pretexto suficiente para sacarlo del poder.

Un memorando interno de la CIA, de 1960, escrito por el director de entonces Allen Dulles, contiene un parágrafo que despeja cualquier duda sobre el intervencionismo de las grandes potencias: “En los altos niveles del gobierno concluimos que si [Lumumba] sigue en el poder, las consecuencias serán catastróficas… para el mundo libre. Por eso, nuestra conclusión es que urge quitarlo de en medio lo antes posible”.

El resto de la historia es parte del guión tradicional, un alzamiento militar y rebeldía en la policía, inestabilidad política, destitución ilegal de Lumunba, participación errónea de la ONU, detención, escape y nuevamente aprensión de Lumumba por parte de los alzados y, finalmente, su salvaje ajusticiamiento en presencia de agentes belgas y estadounidenses. Lumumba fue torturado, se le dejó sangrar por horas sin atención médica hasta que finalmente lo ajusticiaron. La historia registra pocas fotografías de ese magnicidio y contados relatos de cuán cruel fue ese bárbaro episodio.

Posteriormente al mundo se le dijo que los asesinos habían sido “campesinos airados”, más tarde se indicó que lo habían ejecutado “sus enemigos congoleños” y así se fue enturbiando el ambiente, confundiendo a la gente y diluyendo la verdadera responsabilidad. Hoy los historiadores describen como mismo el presidente de EEUU Dwigth D. Einsenhower dió luz verde al asesinato de Lumumba y, que en el 2002, Bélgica reconoció su participación en el horrendo crimen y pidió disculpas a la familia de Lumumba.

Sin embargo, los años han pasado y muchas generaciones ni siquiera conocen el nombre de Lumumba, mucho menos la tragedia. La derecha ha vuelto a jugar a enredar la investigación del crimen, a dejar pasar el tiempo y reconocerlo mucho después. Ello, unido con el fomentar el olvido de los aborrecibles hechos y el proclamar que hay que mirar al futuro y no al pasado, le permite a la derecha que nunca se haga justicia y que vuelva a repetir esas tácticas una y otra vez .

Tal vez, los dos únicos cambios que hoy vemos con los magnicidios, como el del líder libio, Muammar Al Gadafi, son: primero que son documentados segundo a segundo con cámaras digitales y divulgados en la redes de información y de televisión a nivel mundial. Y segundo, que ahora los verdugos celebran descaradamente el crimen y no esconden sus reales intereses. La inhumana risa de la secretario de estado de los EEUU, Hillary Clinton y las desvergonzadas declaraciones del senador Lindsey Graham, acerca del magnicidio en Libia, despejan cualquier duda posible. Hace horas Hillary dijo en CBS News sonriendo y orgullosa: ” Llegamos, vimos y él murió ” y más tarde Graham declaró en el canal Fox:

” Vayamos a tierra. Hay mucho dinero para ser hecho en el futuro de Libia. Mucho petróleo será producido. Vayamos a tierra y ayudemos a la gente a establecer la democracia y el funcionamiento de una economía basada en principios del libre mercado. ”

Un punto aparte en esta mención merece el curioso hecho de que la muerte de Osama Bin Landen -que habría sido homicidio pero no magnicidio- no cuenta con registro gráfico alguno. El supuesto peor enemigo del mundo civilizado aconteció en completo silencio y debemos creer que ocurrió porque así nos lo dicen quienes proclamaron ser sus enemigos.

De modo que no nos venga el engañador de oficio, Barack Obama, a mentir con el cuento de que hay un nuevo liderazgo de EEUU, es la misma opresión colonial de hace siglos la que perdura. Solo que ahora no hay que aguardar décadas para que se revele la trágica verdad; ahora esta surge en horas. Razón tenía el “Ché” Ernesto Guevara cuando dijo: ” Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio. “


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