El mundo está en vilo. En alerta constante. Así lo ha colocado el imperialismo norteamericano. Si, ese que muchos teóricos dijeron, y dicen, que ya no existe y que solo habita en los sueños de nosotros, los paranoicos comunistas que ven fantasmas en donde no los hay. Sin embargo, “pese a todos los discursos que pretenden negar su existencia, el imperialismo continua siendo la fase superior del capitalismo. Una fase que por su insaciable necesidad de acrecentar el pillaje y saqueo de los bienes comunes y las riquezas de todo el mundo adquiere rasgos cada vez más predatorios, agresivos y violentos, colocando objetivamente a la humanidad a las puertas de su propia destrucción como especie.”1
Y aunque esto último suene exagerado, podríamos enumerar una serie de hechos que comprueban estos rasgos violentos, propios de un sistema en jaque, trastocado por una crisis económica que aun no da visos de culminar. Basta recordar la “reactivación de la cuarta flota; el desembozado apoyo a tentativas secesionistas y golpistas en Bolivia y Ecuador en 2008 y 2010 respectivamente; el golpe militar en Honduras en 2009 (…) el golpe de Estado “constitucional” en Paraguay en 2012; la intensificación del bloqueo integral en contra de Cuba; los asesinatos selectivos de científicos nucleares iraníes; la complicidad ante la genocida carnicería practicada por Israel en la Franja de Gaza; el martirio interminable de Irak; la redoblada presencia militar norteamericana en Afganistan y la nueva “intervención humanitaria” en Libia”2 luego del criminal linchamiento de Muammar el Gadaffi. Todo esto, sin mencionar el orquestado “golpe suave” que se ha puesto en marcha en contra de los países que han optado por la construcción de una alternativa para el mundo, es decir, el Socialismo Bolivariano impulsado por Bolivia, Ecuador y Venezuela.
El imperialismo sigue vivo y acechante, enmascarado detrás de un vaho teórico que pretende darle apariencia de benevolencia e irreversibilidad con un nombre de “nueva generación”: globalización. Hay que destacar que “la globalización no es el fin del imperialismo sino un salto cualitativo del mismo” 3 que le otorga nuevas formas al viejo fenómeno, acoplando a éste a las condiciones en las cuales el sistema capitalista mundial opera en la actualidad. Con este nuevo rostro del viejo monstruo se siguen saqueando pueblos por medio de la compra indiscriminada de su naturaleza (materias primas); cercenando culturas con las interrelaciones que permiten las telecomunicaciones; militarizando las fronteras con objetivos geo políticos que dejan en zozobra a los pueblos; subyugando las voluntades de pueblos enteros por medio de la amenaza, tanto política como económica y militar. Además, se afianza y profundiza la división centro-periferia, por medio de la acumulación del capital, para los primeros, y la absoluta dependencia, para los segundos.
Y aunque las armas y la supremacía militar del imperialismo son indiscutibles, la globalización con sus nuevas herramientas de colonización, dominación, ultraje y saqueo ha dado al imperialismo otro método para que su juego vil de sojuzgar a los pueblos parezca un “trato de caballeros”. La mayor irrupción que hace hoy el imperialismo no es por medio de los cascos azules, ni con sus tanques y aviones de última generación, lo hacen con estas herramientas representadas en el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización de Estados Americanos, la Organización de Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio.
Se ha dicho arriba que la mayor injerencia e intervención que hace hoy el imperialismo es llevada a cabo por medio de las instituciones mencionadas, sin embargo, hay un número menor de intervenciones que por su forma vulgar, soez e inhumana llaman más la atención del mundo. Naturalmente, hablamos de las injerencias militares, un método frecuentemente usado cuando los “mecanismos democráticos” que le aporta la globalización al capitalismo son ineficaces. Esta recurrencia a la política del gran garrote en los últimos 20 años demuestra, entre otras cosas, lo inhumano del sistema capitalista mundial en que se sustenta el imperialismo norteamericano y, además, la búsqueda desesperada de permanencia por parte de un sistema con claros visos de inviabilidad en el planeta. Lo más brutal del imperialismo lo hemos visto en el bloqueo que aún le imponen al heroico pueblo de Cuba; en las intervenciones militares perpetradas en Irak, año 1991; Somalia, 1993 y 2002; Yugoslavia, 1995 y 1995; Afganistán, 1998 y 2001; Sudán, 1998; nuevamente Irak, 2003; Pakistán, 2002; el atroz ataque a Libia, 2012 y las actuales amenazas en contra del pueblo de Siria.
Siria nos dice hoy y nos recuerda con vehemencia que el imperialismo, repetimos, sigue vivo y acechante. Al imperialismo no le es suficiente con los cientos de millones de niños que mata en el mundo de forma directa por la devastación económica y política de los Estados y sus economías; el imperialismo necesita más y de forma expedita, por eso atropella a pueblos y sus soberanías, aun con las excusas más execrables, para imponer a sangre y fuerza un sistema abominable para la especie humana misma.
1 BORON, Atilio. “América Latina en la geopolítica del imperialismo”. Caracas, MPPC, 2013. Pp 31.
2 Ibídem, pp 21.
3 Ibidem, pp 23