Que se vayan

Han pasado casi quinientos años desde cuando Juan Ginés de Sepúlveda publicó el Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios, en el cual expone con detalle porqué se deben matar los indígenas en América Latina y robarle las tierras.

Por ejemplo “someter con las armas … a aquellos que por condición natural deben obedecer a otros y rehúsan su imperio”,  “será siempre justo y conforme al derecho natural que … se sometan al imperio de principios y naciones más cultas y humanas, para que … depongan la barbarie y se reduzcan a vida más humana ... “, “...con derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo …, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos y las mujeres a los varones”, “… y en muchos más lugares. Muchas veces en mis conversaciones sobre el tema he dicho que ese libro habría que declararse obligatorio, porque uno de los grandes problemas de Venezuela es la falta de memoria histórica.

Desde entonces, los europeos empezaron a faltarle el respeto a América Latina. Robándole el oro, violando  sus mujeres, robando todo lo que se le ocurría robar.

Han pasado casi quinientos años, pero los “colonizadores” siguen pensando igual. En lugar de “hombrecillos bárbaros, incultos e inhumanos” hablan de “chusma”, y, lo que es sumamente importante, siguen pensando que si otro camino no es posible, hay que someter la chusma con las armas.

Si volvemos a ver a la tristemente famosa marcha del once de abril del 2002 hacia Miraflores, el 95% de los participantes eran blancos. Europeos, hijos de europeos, nietos de europeos, los cuales pasan las generaciones pero se siguen casando entre ellos y considerando “hombrecillos”, “chusma”, a los negros, a los indígenas y a sus descendientes, los mestizos. Eran puros italianos, españoles y portugueses. Quienes querían que Chávez se fuera eran los colonos.

Y si uno mira a la gente esperando a Chávez en Miraflores, el 13 de abril, el 95% era mestizo. Quienes querían que Chávez volviera eran los colonizados, a los que Chávez hizo comprender “que eran como los demás” (palabras textuales de una muchacha del 23 de enero, con la cual conversé sobre el tema en el 2004).

Como decía hace casi veinte años en mi libro Reinventar a Venezuela, Venezuela es un país profundamente racista, y los blancos europeos no descansarán hasta que se le quite el poder a la chusma y vuelva en sus manos.

Esto no cambiará, porque, para decirlo con las palabras de Sepúlveda, “... si vamos a decir la verdad, muy pocas naciones son las que pueden compararse con España”.

OK. Entonces, me pregunto, ¿qué sentido tiene “dialogar” con esa gente? ¿No es obvio que lo que ellos buscan con el “dialogo” es simplemente distraer el adversario para crear las condiciones oportunas para “imperar sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes”?

Dialogar con esa gente es demostrar que Venezuela no aprendió la lección que le dio la huelga petrolera en el 2002, cuando los “meritócratas” (¿todos blanquitos?) paralizaron a la industria. De paso, que Venezuela no aprendió de esa experiencia lo demuestra el hecho de ver antichavistas ocupando cargos importantes en empresas tecnológicas aparentemente bolivarianas.

Yo creo que no solo no tiene ningún sentido perder tiempo dialogando con esa gente, sino que hay que empezar a difundir la opinión de que tienen que irse, que regresen a su maravilloso primer mundo.

Por suerte, en su cabeza anda esa idea. En efecto, varias veces, conversando con gente de la oposición (generalmente europeos o hijos de europeos, insisto), oía la afirmación de que “si Chávez vuelve a ganar, creo que me voy”. No sé si lo repiten hoy en día, hablando de Máduro, que ya no gasto mi tiempo conversando con ellos.

Con respecto a esto, hay opiniones muy encontradas. Varias personas (entre ellas estaba el mismo presidente Chávez) consideran que sería una lástima que se fueran, porque muy a menudo son gente profesionalmente muy preparada. Otros (entre los cuales el suscrito) opinan que cuando se compara el beneficio de que son preparados con el costo de su ideología, se concluye que el costo es mucho mayor que los beneficios.

En efecto, ¿qué significa que “son preparadas”? Simplemente que, desde un punto de vista estrictamente técnico, saben hacer bien su trabajo. ¿Cuán importante es esto para el bien de una nación? Miremos a Estados Unidos, en donde sin ninguna duda hay técnicos excelentes en casi todos los campos del quehacer humanos. Si ése es el resultado, mejor quedarse con los analfabetas…

En 1960, cuando los médicos se fueron de Cuba, pareció grave. Hoy en día Cuba tiene entre los mejores médicos del planeta.

Eso de la “preparación técnica” es simplemente uno de los tantos aspectos del concepto de “desarrollo”. He sostenido muchas veces, en artículos, entrevistas, conferencias, conversaciones, etc., que a raíz de mi experiencia personal, mi conclusión es que desarrollo y felicidad por lo general no van juntos. Una de las razones de esto es que el “desarrollo” produce arrogancia y posesión de la verdad. Cuando a esto se le agrega que, por razones de cultura de la crianza, los “desarrollados” ven en promedio más televisión que los “sub-desarrollados”, se comprende por qué los “técnicos preparados” son incapaces de ver el mundo más allá de lo que dice su canal preferido de TV, y entonces actúan desde el odio y desde su ideología pro-occidente, pro-violencia arrogante, y quieren que “esto termine ya”.

En contra, los “subdesarrollados” ven el mundo desde su experiencia cotidiana, desde el amor, desde la solidaridad con el vecino y son capaces de compartir con él sus escasos haberes. Además, viven en zonas donde, paradójicamente, hay más espacio en la calle para los niños, los cuales pasan más tiempo en la calle que sus coetáneos de las urbanizaciones de clase media y, por lo tanto, ven menos televisión y gracias a esto, crecen mentalmente más sanos.

Y si vamos a la generación de arriba, a los padres de todos esos jóvenes que se quieren ir, la cosa no está mucho mejor. Tomemos por ejemplo los italianos, para quedarme en mi casa. En efecto, nací en Italia de la cual me escapé en el 1968. Casi no frecuento italianos, porqué la gran mayoría son fascistas.

Sin duda alguna muchos de ellos fueron grandes trabajadores y le “dieron trabajo” a los venezolanos, lo que realmente quiere decir que amasaron sus fortunas explotando el trabajo de los venezolanos. Un sueldo de hambre para los afortunados venezolanos a los que ellos generosamente le daban trabajo, y ellos amasando fortunas esclavizando a los que habían sido hasta ese momento felices conuqueros. ¡Tronco de contribución al desarrollo del país!

Que se vayan esos benéficos “empleadores”. ¡Que dejen de explotar el trabajo ajeno! ¡Que aprendan a trabajar con sus manos! Que se vayan, y que nos dejen buscar un camino más sano hacia el desarrollo. Y si alguno de ellos se quiere quedar, porque le ve algún futuro a su empresa, que se ponga la cachucha de Bolivariano, y deje de explotar a los demás. Que le dé acciones de su empresa a todos sus trabajadores.

Uno de los aspectos más importantes del trabajo ideológico de la Revolución Bolivariana, creo, es precisamente el de discutir profundamente el significado de esa palabrita, “desarrollo”, y buscar nuestros propios caminos hacia él, comprendiendo que no significa conseguir explotadores para que vengan a “darle trabajo” a nuestra gente, ni que hay que ser graduado en las mejores universidades gringas para ser respetable.

¡Que se vayan!



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