Desde el lejano norte del continente americano se pretende establecer quiénes son los buenos y quiénes son los malos en Venezuela. Tal vez desde una bola de cristal creada en Washington, algún clarividente disfrazado de alto funcionario estadounidense dirá qué venezolanos deben ir a Guantánamo a pasar vacaciones indefinidas entre perros pastores alemanes que te pelan los dientes. El peligro es que tan amplias facultades violan la soberanía de los Estados pues Venezuela no es una junta de condominio que puede ser intervenida sino una República cuyo pueblo se ha dado a sí mismo un gobierno y una organización territorial a fuerza de votos y democracia participativa.
Entonces si desde EEUU nace el capricho de clasificar a usted o a mí como violador de derechos humanos, torturador o corrupto, nos pueden mandar a Guantánamo sin defensor, sin juez, sin fiscal y con riesgo de tortura y pena de muerte extrajudicial. Allí latinos y morenos mueren en mayor cantidad. Es demasiado atractiva la tentación de aplicar esa legislación a los adversarios políticos y sin duda en el norte hay tradición para ese tipo de maniobras.
Pero existe un principio de reciprocidad, que consiste en que lo que tú me haces yo te lo hago. En ese contexto nada le impide a Venezuela calificar como guerreristas, terroristas o genocidas a quienes desde el norte han bombardeado naciones enteras, incluyendo escuelas y hospitales con niños, mujeres y ancianos indefensos. Entonces aquí en Venezuelan podrían expropiarse esas cadenas de comida rápida con bandera imperialista donde elaboran hamburguesas en las que predomina la grasa, mucho pellejo y poca carne. Al final, provocar el aumento masivo de colesterol y triglicéridos en millones de venezolanos es una rotunda violación contra derechos humanos. La arepa criolla es mucho mejor.
