La División internacional de la memoria

La División internacional del trabajo, suele decirse, es ese entramado de funciones que cumplen los países en el proceso de producción y comercio internacional. Quisiera insistir en el “suele decirse”, pues en ese lenguaje enmarañado de los economistas se desdibuja la historia de los pueblos y la sensibilidad de los escritores.

Y es que a veces parece como si como se alargara cada vez más la distancia que existe entre los análisis de los tecnócratas, egresados de grandes universidades, y la vida sencilla de los habitantes de nuestras tierras por mucho tiempo dolientes; aquellos, incapacitados para la memoria, es común escucharles decir que no les interesa la historia; estos esperando sean reconocidas sus memorias.

La División internacional del trabajo, desde la perspectiva de los seres que por tanto tiempo fueron invisibles, puede definirse como la historia de una escisión, una zanja abierta para separar a los destinados para el dominio global, de los desafortunados de la tierra. La justificación teórica de un designio perpetuo, cada quien ha de ocupar su lugar, por siempre en el mundo.

Solo que el planeta sigue girando alrededor del sol, y eso que llaman historia sigue, inexorable, su trajinar de idas y vueltas, evoluciones y retrocesos también. Aquellos que otrora habían sido los invisibles de siempre también tienen mucho que relatar. Ahora tienen rostro, ahora tienen voz, ahora cuentan sus historias. Con sus relatos y exigencias trazan una nueva frontera, una nueva partición entre países, una División internacional de la memoria como una nueva ordenación que distingue entre aquellos que honran su tradición de lucha para seguir avanzando, y otros que evaden el peso que su propia historia arroja sobre sus hombros como un legado difícil de ocultar.

La División internacional de la memoria coloca a un lado los métodos retóricos de evasión de actos y episodios que pudieran ser molestos, dichos métodos suelen ser insuficientes, cuando no inútiles, para alcanzar el objetivo de escapar de las verdades que para siempre perseguirán a los países que en algún momento de su historia, o tal vez en la propia actualidad, llevaron a cabo desmanes contra la humanidad en nombre de la humanidad misma.

En esta División internacional de la memoria nos encontramos en un bando, aquellos que queremos recordar, nutrirnos con la verdad que nace de la historia; más allá, como ausentes de consciencia, se encuentran quienes dicen pensar solo en el progreso emancipado de ideologías, como si tal afirmación no fuera una contradicción en sí misma. De este lado estamos los latinoamericanos que hemos decidido honrar las luchas de nuestros ancestros, hacerle frente a los desmemoriados que parados en la otra acera pretenden por medio del olvido, redibujarse en una fisonomía potable, en todo caso falaz.

En la recién culminada VII Cumbre de las Américas, la División internacional de la memoria se hizo cuerpo palpable en los discursos pronunciados por los países latinoamericanos que asumen la memoria de sus pueblos, aún siendo dolorosa, como una potencia, una bitácora inversa que señala el rumbo venidero. Del otro lado se encontraba EE.UU. como queriendo arrancar las páginas de los libros de Historia con sonrisas ensayadas y ofrecimientos vacuos.

Sobre el presidente Obama cayó una avalancha de historia cargada de presente y verdad. El discurso de Raúl Castro, por ejemplo, podría ser adaptado como un guión cinematográfico, la película resultante jamás sería proyectada en EE.UU.

Era de esperarse que Obama abandonara la reunión, se sabía un asistente desagradable, y ante la fuerza de las palabras se sabía vulnerable. En la cartilla de la doctrina imperial, seguramente rezará, que ningún representante del imperio debe permitir mostrarse avasallado o en posición defensiva; por el contrario, debe conducirse como si en sus manos estuviese el legado del Destino manifiesto que guiará, mesiánicamente, al resto del mundo. Jamás pasar a la historia como el primer presidente humillado por el peso de la verdad en vivo y directo y en transmisión continental.

Jeremy Bentham y John Stuart Mill probablemente hubieran estado orgullosos de las palabras pronunciadas por Obama, quien en la época de los padres del Utilitarismo hubiera sido esclavo, como aquellos negros que construyeron la Casa Blanca donde hoy vive. La historia también guarda sus paradojas, y hoy un Obama con cierto aire de Utilitarismo en sus palabras dice no importarle la historia, quizás por ello la está repitiendo.

Hoy Venezuela es la asediada Cuba de las décadas pasadas. El gobierno del presidente Obama intenta ajustar hasta el límite de lo inaguantable, las presiones en diversos órdenes sobre Venezuela. Aún peor, en los meses venideros seguirán haciéndolo de manera progresiva para restar el apoyo popular a la Revolución Bolivariana de cara a las elecciones parlamentarias. La agenda está trazada de antemano, los venezolanos debemos estar muy en cuenta de ello y actuar en consecuencia.

El 9 de marzo pasará a la historia como el inicio de un episodio más de patriotismo revolucionario ante una amenaza que los venezolanos, hasta entonces, solo habíamos evaluado como un escenario probable. Ahora, sobre este espíritu nacionalista debemos continuar construyendo la moral colectiva de cara a los nuevos retos que se avecinan.

Se esforzarán en afectar el bienestar de la población, al tiempo que ahondarán en su empeño por hacer parecer que en Venezuela, los derechos humanos son un material descartable. ¿Por qué Lilian Tintori, en lugar de sus largos y costosos periplos internacionales, no hace “gira” por los barrios venezolanos, para convencer a los pobres de la inocencia de López, y que sea rescatado por las masas cansadas de las injusticias de esta atípica “dictadura”? La respuesta es sencilla: tienen dinero, mucho dinero, y acceso a lobbies internacionales, pero jamás apoyo popular en Venezuela.

Simultáneo a esto EE.UU. no descansará en tratar de restar apoyo internacional a la Revolución Bolivariana, mermar su influencia en la región latinoamericana; lo intentó antes de la cumbre a través de ofertas engañosas como la de apoyo energético al Caribe para quebrar a Petrocaribe. Pero quien anda ofreciendo lo que no tiene, queda a la postre muy mal parado.

EE.UU. esclavo de su propio modelo civilizatorio, consume diariamente 18 millones de barriles de petróleo, produciendo (con todo y fracking) 11,5 millones por día, según cifras de la Agencia Internacional de Energía. Es decir, tienen un déficit muy grande que aún los hace dependientes y peligrosos, pues para mantener su ritmo de consumo son capaces de iniciar aventuras militares, políticas y económicas, sus brazos de política exterior, ahora más que antes, conocidos por Venezuela.

Entre otras cosas, la cumbre sirvió para dejar en evidencia al imperio y su cara visible. Demostró que en su lenta debacle, no cederá en su empeño por retomar el proyecto colonizador de América Latina. ¿Qué alternativa tenemos los pueblos que elegimos acabar con su hegemonía? Resistir, estar conscientes de cuál historia construimos como legado para la Venezuela que nace, en la misma época de la decrepitud del imperio estadounidense, que se promueve como paradigma de un futuro promisor y no se cuestiona. Por esa razón la memoria le resulta urticante, prefiere la inconsciencia del olvido, que lo sitúa en la antípoda nuestra en la División internacional de la memoria.

 

padronh77@hotmail.com



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