Auge y caída del ALCA

...los pueblos de América enterramos al ALCA,

hoy, aquí en Mar del Plata

Comandante Hugo Chávez, 4 de Noviembre de 2005

 

Este 4 de noviembre conmemoramos 10 años de la derrota del ALCA en Mar del Plata, Argentina, cuando el Comandante Chávez pronunciara su “Alca al-carajo”. Para alimentar la memoria y la conciencia se hace oportuno revisar el auge y caída de este mecanismo de dominación neocolonial.

Inicio

La propuesta de crear una zona de libre comercio en el continente latinoamericano y caribeño dirigida por Estados Unidos buscó asegurar el acceso de las empresas transnacionales estadounidense al mercado latinoamericano y caribeño que les proporcionaba una gran rentabilidad a bajo costo (especialmente por la explotación intensiva del trabajo), así como tener a libre disposición la gama de recursos naturales que posee la región.

La “Iniciativa para las Américas” presentada por Georg Bush en 1990 ante el congreso de los Estados Unidos se proponía: 1) crear un sistema de libre comercio hemisférico en la eliminación recíproca de tarifas y restricciones arancelarias o asimilables a estas, 2) promover las inversión directa para hacer más “competitivos” a los países de la región en la atracción de capitales (con lo cual habría que reformar las políticas económicas generales y los sistemas de regulación particulares), y 3) reducir la deuda externa de estos en la aplicación de ciertas medidas conjuntas con el BID y el BM para el manejo de la misma.

La promoción de inversiones se abriría con una contribución de 100 millones de dólares por parte de Estados Unidos, fondo que sería gerenciado por el BID. La reducción de la deuda externa tocaría sólo 7 mil millones de dólares de los 12 mil millones de las obligaciones con Estados Unidos, lo cual representaba un 3% del total de la deuda del continente, y significaría un alivio insignificante del 1,75% de toda la carga financiera de la región.

Pese a esa oferta tan limitada, en el marco de la Primera Cumbre de las América celebrada en Miami en 1994, los 34 mandatarios del hemisferio aprobaron la creación de nueve grupos de trabajo para abordar la concreción de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). El ALCA buscaba, así, imponer a nivel hemisférico las disposiciones relativas al comercio que se venían discutiendo en la OMC (incluso acelerando los compromisos y puntos controversiales de la ronda de Uruguay) y que no habían logrado consenso en su aplicabilidad hasta el momento. Con ello se abría paso a un proceso de regionalización en la creación de un esquema hemisférico de producción favorable a las empresas transnacionales estadounidenses, estableciendo el marco jurídico necesario, las reformas particulares requeridas e incentivando la movilidad de capital en conjunción con la inamovilidad del trabajo; con lo cual, se acentuaba la fragilidad económica de la región ya golpeada por los compromisos adquiridos frente a la OMC que agudizaron la inserción dependiente de la región en la división internacional del trabajo, la especialización exportadora en bienes básicos y la desarticulación del poco complejo industrial de algunos países. Esto hizo patente el establecimiento de un proceso de integración asimétrico (en términos políticos estrictos, de dominación) a favor del país con mayor peso económico, político y militar: Estados Unidos; y el abandono de políticas de planificación económica autónoma con alguna dimensión social, consolidando así, las políticas de ajuste estructural a nivel hemisférico.

Auge

Bajo la perspectiva del regionalismo abierto, América Latina y el Caribe entra en una controversial negociación con Estados Unidos para establecer el ALCA. Para la reunión de San José de Costa Rica en 1998 (la cuarta de las comisiones ministeriales) concluyó la pre-negociación y se iniciaron las negociaciones formales, estableciendo un Comité de Negociaciones Comerciales (CNC, conformado por los vice-ministros responsables de comercio) y la decisión de establecer la eliminación gradual de las barreras al comercio de bienes, servicios e inversiones a nivel hemisférico, colocando como fecha límite para la culminación de las negociaciones el 2005. Estos acuerdos fueron ratificados en la Cumbre de las Américas de Chile en el mismo año, quedando un esquema de negociación simultánea con nueve grupos según los temas: acceso a los mercados; inversiones, servicios, compras gubernamentales, solución de las controversias, agricultura, propiedad intelectual, subsidios, antidumping y derechos compensatorios, y políticas de competencia.

Para Brasil las negociaciones debían hacerse en tres etapas, y discutir primero las condiciones de facilitación de comercio antes que el ingreso a los mercados. A diferencia de Estados Unidos, que proponía dos etapas, iniciando primero por la apertura de los mercados y luego las normas de facilitación del comercio. Además, Estados Unidos pretendía imponer un enfoque para que las negociaciones superaran los acuerdos alcanzados en la OMC (en temas controversiales como las compras gubernamentales, propiedad intelectual y servicios). Este enfoque fue rechazado por los países latinoamericanos, especialmente por el bloque de Mercosur, que se negaba a incluir temas controversiales como los derechos laborales y ambientales. Los países de la región, en contraposición a la posturas estadounidense, proponían la facilitación del comercio para las PyME's, financiamiento para infraestructura, trato especial a las economías pequeñas, entre otros.

El bloque suramericano rechazaba, igualmente, la apertura indiscriminada de las telecomunicaciones, servicios financieros y las compras gubernamentales; apoyando el principio de la nación más favorecida: lista única de ofertas en materia de acceso a los mercados, contrario a Estados Unidos que proponía la presentación de diversas listas de ofertas de liberalización según los socios a los que se destinaban estas. Pese a que en la reunión ministerial en Quito en 2002 se acordó un arancel base y el calendario para ofertar las listas de desregularización, en cuanto a las negociaciones particulares de los siete grupos establecidos, había desacuerdos en los temas de inversiones, compras gubernamentales, servicios, normas antidumping y derechos compensatorios.

Caída

Los diversos países de la región y sus élites económicas burguesas y terratenientes no tuvieron la misma disposición para la negociación del ALCA, puesto que los intereses eran diferenciados según el peso de cada economía y su relación con la economía estadounidense, y eran marcadas las diferencias entre los bloques de articulación regional ya establecidos para el momento con Estados Unidos: TLCAN, CARICOM, CAN y MERCOSUR. La oposición general se estableció claramente entre las empresas que contaban con un mayor peso en la economía internacional por su mayor capacidad de inversión y competitividad, contra las empresas que dependen más del mercado interno y tienen menor capacidad de internacionalización; estas disyuntivas se extienden tanto para los países de mayor peso relativo en la región, como Brasil y Argentina, y a lo interno del mismo Estados Unidos, así como entre las élites de dichos países y con el resto de la región.

A nivel de la base social de los países del hemisferio, las negociaciones del ALCA despertaron un amplio descontento al ser símbolo del retorno a la “década pérdida”, resultando en una amplia movilización social de protestas y contra-propuestas agrupadas en la Cumbre de los Pueblos. Estas reuniones estuvieron acompañadas de un amplio dinamismo de campaña anti-Alca en países como Argentina, Paraguay, Bolivia y Venezuela, asociadas en cada caso a reivindicaciones populares particulares (redistribución del ingreso, defensa de la propiedad estatal sobre los recursos estratégicos, acceso a la tierra, etc.). Asimismo, en Argentina en 2003 se realizó una consulta popular contra el ALCA que alcanzó 2,2 millones de votos, y en Brasil una consulta semejante arrojo un saldo de 10 millones de sufragios contra la propuesta

A nivel de los gobiernos progresistas recién electos en el siglo XXI, también surgieron grandes discrepancias e incluso críticas abiertas por parte mandatarios como Hugo Rafael Chávez Frías (Venezuela), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) y Néstor Kirchner (Argentina). Para el presidente de Lula da Silva, la prioridad de la política exterior de Brasil se enfocaba en Suramérica y en el fortalecimiento de Mercosur. Entre tanto, para él, la inserción de Brasil (país que tuvo las principales discrepancias con Estados Unidos en las negociaciones) y América Latina y el Caribe en el ALCA tropezaba con tres obstáculos fundamentales: primero, la disparidad de la economía estadounidense con el resto de la región; segundo, el proteccionismo (no arancelario) de Estados Unidos sobre su economía que afecta la exportaciones de la región hacia este mercado; y tercero, la unilateralidad selectiva de Estados Unidos sobre los elementos controversiales discutidos en la OMC y el ALCA .

Por su parte, el presidente Venezolano Hugo Chávez cuestionaba abiertamente el camino del ALCA, afirmando que se trataba de una opción pero no de un destino que debía transitar obligatoriamente el continente. En este sentido, retomaba la tradición de pensamiento bolivariano para interrogar sobre la integración que América Latina y el Caribe querían y necesitaban realmente y reafirmar, primero, que la integración era un acto político y, por tanto, tenía que ver directamente con la voluntad y los polos de poder; y segundo, que eran los pueblos quienes debían decidir si el continente se integraba al ALCA o no. En la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005, el presidente Néstor Kirchner argumentaba desde la dura experiencia de la República Argentina (crisis del 2001) el fracaso de las políticas neoliberales impulsadas por el llamado “Consenso de Washington”, reconociendo el fallo tanto de los gobiernos latinoamericanos que aplicaron dichas políticas, pero también y con mayor énfasis la imposición de las mismas a partir de los organismos internacionales: FMI y BM. En esta dirección, resaltaba -al igual que Lula y Chávez- la importancia que para el desarrollo de Argentina y Suramérica representa el bloque del Mercosur, y la recientemente creada Comunidad Suramericana de Naciones.

En este punto las negociaciones se hicieron inviables por la combinación de los factores anteriores, pero sobre todo por la resistencia popular y el nuevo liderazgo representado por Chávez, Lula y Kirchner. Se hizo patente la integración asimétrica impulsada en el seno del ALCA que, al vincular la negociación económica entre desiguales, proporciona desigualdad en la capacidad de negociación en favor de las economías más fuertes, en este caso Estados Unidos, imponiendo la liberalización aún en sectores más allá del comercio de mercancías: servicios (privatización de los servicios públicos como la salud, educación, seguridad social, o acceso al agua), propiedad intelectual (privatización y monopolio del conocimiento y la tecnología, incluyendo ámbitos como la genética y biodiversidad) e inversiones (apertura y garantía para la inversión directa sin restricción alguna u obligación de algún tipo).

Quedaba claro, además, la intensión de Estados Unidos, ante las reticencias en los puntos controversiales de las negociaciones, de imponer una hegemonía del dólar y sus empresas trasnacionales en toda la región mediante la liberalización en las economías del hemisferio en combinación con el manteniendo de las protecciones no-arancelarias de su economía; así como la evidente pérdida de soberanía política que implicaba el acuerdo hemisférico. El golpe más duro lo llevarían, por un lado, las clases trabajadoras, a causa de la desregularización de las diversas actividades productivas y su impacto en el mundo de vida de las clases populares, la caída de los salarios, la pérdida de seguridad social, la subcontratación y establecimiento de maquilas, etc; por el otro, el medio ambiente absorbería todos los excesos producto de las relaciones de producción capitalistas.

En la Cumbre de las Américas de Mar del Plata naufraga el proyecto del ALCA en su versión hemisférica. Sin embargo esta perspectiva es retomada a manera de convenios bilaterales en forma de Tratados de Libre Comercio impulsados por Estados Unidos. Ya en 2002 el secretario de Estado de Georg W. Bush, Otto Reich, había señalado que la meta trazada de liberalización comercial del continente sería alcanzada si era necesario por la vía de convenios bilaterales; camino que EEU.U. siguió. Actualmente, Centroamérica, el Caricom, Colombia, Perú, Chile y México poseen tratados bilaterales de este tipo con al potencia del norte.

A diez años de su derrota en versión hemisférica, el único freno para que no vuelva este proyecto de dominación a nivel continental son los gobiernos progresistas de la región, con todas las divergencias y diferencias. Desde hace diez años, Chávez, Kirchner y Lula, al clamor de las luchas populares, señalaron el camino; no perdamos el rumbo.

 

Fuente: http://www.humanidadenred.org.ve/?p=1505


landa.roger.filosofia@gmail.com



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